Contar historias no es fácil, desde luego, y quizá menos aún si esas historias cuentan a su vez tanto sobre nosotros mismos. Quién sabe si, en ese caso, preferiríamos que quienes nos leen no supieran que es de nosotros de quienes están hablando. Es el caso de Silvia Irles, una escritora a la que merece la pena conocer a través de sus libros, a pesar de que, por el momento, no podamos saber quién es.
No es muy frecuente que un autor de cuentos infantiles dé el paso a la literatura destinada a adultos, y es siempre un proceso interesante de presenciar, desde luego. Así ha sucedido con Silvia Irles, que debutó en la literatura con Blanca, la negra, una historia destinada al público infantil y que nació con el objetivo de transmitir valores a los más pequeños. Bueno, en realidad, esto llegó después, porque el nacimiento de Blanca, la negra fue algo más insospechado, como la propia escritora nos cuenta: «La verdad es que paso el día dándole vueltas al coco pensando tonterías para hacer reír a la gente que me rodea. Y como, además, en mi familia hay personas que son verdaderos personajes… Inspirándome en ellas, empecé a tomar notas y a hacer dibujos, y me divertí tanto que no podía dejar de hacerlo. Llevo media vida escribiendo, y nunca me había divertido. Es cierto que la escritura ofrece un refugio muy particular a las personas que necesitamos el silencio, la reflexión y la soledad. Nos invita a ponernos retos, a sonreír cuando los conseguimos y a perseverar cuando se nos escapan. Sin embargo, escribir Blanca, la negra ha sido todo un descubrimiento para mí. No he necesitado silencio, ni concentración, y me lo he pasado en grande».
Su transición hacia la novela adulta se da con un tema tan peliagudo como es el de la adopción, más en concreto cuando los niños proceden de otro país. La tortuga ciega, su primera novela, muestra una gran sensibilidad al respecto. «La adopción internacional es un tema que conozco y sobre el que he reflexionado muchísimo. Así, he volcado todas mis inquietudes e inventado personajes y situaciones creíbles para dar forma a una historia que combine acción y emoción a partes iguales», asegura Irles. «He de confesar que La tortuga ciega nace de un proyecto audiovisual de serie. La idea surgió tras ver una serie en una plataforma, hace pocos años, que enamoró a gente de todas las edades. Fue entonces cuando me planteé escribir un guion para conquistar a todo tipo de personas, a las que les gusta la acción y a las que necesitan reflexión. Y lo hice, formándome en el género y trabajando muy duro. Y el proyecto ha sido aplaudido por varias de las productoras más importantes del país, aunque ninguna de ellas se ha decidido a apostar por ella. Por suerte, el director de contenidos de una de ellas me animó a novelar la historia. Y como escribir novelas es lo que siempre he hecho, pues me sumergí en este nuevo reto».
Silvia Irles, como escritora, es, pues, todo un misterio. No se etiqueta dentro de un género en concreto, le gusta experimentar con la narrativa por el puro placer de escribir, incluso va más allá al asegurar que ninguno de sus conocidos sabe que ella es Silvia Irles. El motivo de escribir bajo seudónimo es, asegura, que sus novelas esconden una gran cantidad de contenido autobiográfico con el que, por el momento, quiere tomar distancia. Así pues, la única forma que tenemos a día de hoy de conocer a esta escurridiza escritora es leer sus novelas. «En realidad, preferiría que no se me conociera —insiste—. Que solo se hablase de mis libros y no de mí. Pero si he de elegir, prefiero que se me conozca como escritora, sin más etiquetas. Igual dentro de poco hago alguna incursión en un género diferente. No lo creo, pero no puedo descartarlo».