Errar frente a la multitud es doloroso. También lo es ser el único que defiende la verdad ante una multitud equivocada. Ambas experiencias se parecen mucho, tanto, que se confunden la una con la otra, y puede llegar a ser muy difícil discernir en cuál de ellas estamos. El dolor que producen no se cura ni con todos los cigarrillos que se fumó la fiscal Marcia Clark, la misma que intentó sin éxito en 1995 encerrar al futbolista americano OJ Simpson por el asesinato de su ex mujer, Nicole Brown, y de un amigo de ésta, Ron Goldman. Después, abandonó la carrera jurídica.
2017, el año en el que el Despacho Oval de la Casa Blanca dejará de estar ocupado por un negro seductor para que en él entre el más controvertido de los blancos, parece un buen momento para recuperar el caso de O.J. Simpson, que varios documentales y series exploran de manera exhaustiva. Y, probablemente, lo que menos debería importarnos al verlos sea obtener un veredicto definitivo sobre la inocencia o culpabilidad del ex deportista. Lo apasionante, lo valioso, es todo lo demás.
Es lo que tuvo claro desde el primer momento Ezra Edelman, cuando decidió enfrentarse al caso con un documental de cinco horas, OJ: Made in America, producido por la cadena de deportes ESPN. De Simpson y sus salidas de tono; de su persecución por la circunvalación de Los Ángeles (que llegó a interrumpir la retransmisión de la final de la NBA de 1994 en la televisión nacional); del origen de la saga Kardashian en la implicación del padre, Robert, en aquel caso como abogado defensor, ya se había dicho y escrito mucho. Lo que Edelman quería saber es por qué los negros de las barriadas de Los Ángeles tomaron con pancartas los puentes de la autopista que rodea la ciudad para animar a Simpson mientras la Policía lo perseguía. Y por qué los blancos lo increpaban después a la puerta de los juzgados, como al asesino que pensaban que era.
Quizás tenga que ver con lo que el personaje de uno de los abogados que intervino en el proceso dice en uno de los episodios de The People vs. O. J. Simpson: American Crime Story: librar a Simpson de la cárcel fue la venganza perfecta contra años de brutalidad racista policial, porque probablemente fue el primer negro de Estados Unidos que fue absuelto, precisamente, por ser negro. O no: la miniserie, disponible en España a través del portal de streaming Netflix, lanza varias preguntas al aire. ¿Era Simpson un negro, a efectos prácticos, más allá del color de su piel? ¿Trató el sistema como un negro a alguien que vivía en Brentwood -uno de los vecindarios más exclusivos de Los Ángeles-, ganaba millones de dólares, se acostaba siempre con mujeres blancas y jugaba al golf con magnates?
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Un jurado popular en el que los blancos estaban en minoría absolvió a la entonces todavía estrella del deporte y arrinconó los razonamientos con los que la fiscal Clark y su ayudante, Christopher Darden, intentaron demostrar que Simpson, con un preocupante historial de violencia machista a sus espaldas, era el asesino. Ambos salieron, además, muy mal parados mediática y socialmente: Clark, por ser mujer y tener poder, y Darden por ser un negro que quería encerrar a otro. El sueño americano conseguido por aquel hombre de piel oscura y la mala imagen de la policía angelina pesaron más que los restos de ADN.
Tres años después, otra corte civil declaró culpable de ambas muertes a Simpson, que actualmente vive entre rejas, aunque no por ese delito, sino por robo a mano armada, coacción y secuestro, motivos por los que fue arrestado en Las Vegas en 2007 y condenado a 33 años de prisión. ¿Suficiente para cerrar el caso? No para David Monaghan, director de My brother, the serial killer, un documental sobre el asesino en serie Glen Rogers que especula con la idea de que fuera este criminal y no Simpson el responsable de las muertes de Nicole Brown y Ron Goldman. Su emisión en 2012 reabrió las heridas de una historia que en Estados Unidos se sigue entendiendo como una cuestión racial, que resucita en cada hombre negro descerrajado a tiros por un policía blanco. Lejos de dar el caso por resuelto, la opinión pública estadounidense continúa dividida: una encuesta de la NBC acerca de la culpabilidad de Simpson mostraba en 2002 que, mientras el 87% de los blancos creían en ella, solo el 27% de los negros consultados lo hacía.
Fotos: Tom Simpson (cc) / ESPN