Paul Urkijo Alijo y Yune Nogueiras: «Contar historias nos unifica como humanos»

Yune Nogueiras interpreta a Kattalin, la protagonista de 'Gaua', de Paul Urkijo Alijo
Yune Nogueiras interpreta a Kattalin, la protagonista de 'Gaua', de Paul Urkijo Alijo

Con Errementari (2017) e Irati (2022) imbuyó las pantallas españolas de un prodigio de relato fantástico, en las que los héroes, los monstruos y la oralidad del norte prendían la imaginación del espectador más escéptico. Ante el estreno en salas de Gaua, su tercera película, Paul Urkijo Alijo (Vitoria-Gasteiz, 1984) cuenta cómo mucho antes de rodar bosquejó a lápiz la mitología y los personajes de este cuento de brujas vasco ambientado en el XVII.

“La propia película es una declaración de intenciones de lo físico y de lo real. Las cartelas o el grabado de madera del comienzo no están hechos digitalmente. Hemos rodado la madera tallada” – explica el realizador, presente en cada detalle de la producción como lo haría un artesano, desde la escritura del guión y la dirección hasta el meticuloso desarrollo del departamento de arte. “Yo creo que quienes utilizan la IA para procesos creativos no gustan de estos procesos porque en el contar una historia habita realmente el arte. Una buena narración tiene que tener a una persona de pasión, que transmita poesía, o sea, magia”.

Gaua recoge con vivacidad plástica en sus cuatro retablos las leyendas nocturnas de la mitología vasca. El bosque, su escenario principal, es el hogar de Gaueko, el dios de la noche, pero también de las llamadas brujas, grandes protagonistas de esta historia de aquelarres. “El Sabbat, aunque también es muy nuestro, proviene de las mentiras que contaron los Inquisidores para reprimir a ciertos colectivos, especialmente el de las mujeres”, afirma Urkijo. Su aseveración trae a nuestra mente un lema de resistencia feminista contemporáneo: ‘Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar’. “Había que coger las mentiras, alimentarlas y lanzarlas contra quienes las inventaron. Para mí la historia evidentemente tenía que hablar del empoderamiento, recogiendo la tradición que ya hemos visto durante el S. XX de la resignificación de la figura de la bruja como algo positivo, una entidad que se enfrenta al estatus quo y representa la otredad”.  

En el medio del bosque, de madrugada, Kattalin -el rostro en torno al que giran los diferentes relatos de la película-, carga una bolsa con mudas y un farolillo. Huye de una casa que no considera hogar, de un marido impuesto que la amedranta y de la pérdida de un amor prohibido, pero afuera en la noche la lumbre no ahuyenta la ferocidad de las almas que, como fieras, cercan a los temerarios que avanzan espantados por el ‘ujuju’ (ulular) de los ‘mozolos’ (mochuelos).

“La película se puede traer perfectamente al hoy. Hay muchas Kattalin, desgraciadamente en nuestro día a día: Oprimidas por la sociedad, por el sistema, por la pareja… Me parece vital representar el viaje que hace hacia la autonomía y el autoconocimiento” explica Yune Nogueiras (Bergara, 1998), quien sostiene su primer protagónico con la vulnerabilidad y firmeza que su sufrida anti-heroína exigía. ¿Cómo ha abordado el personaje? A partir de tres ejes, comenta. “Trabajo mucho desde el conflicto, pero en este caso también me he empapado del contexto histórico y he hablado mucho con Paul que, como autor, tenía muy claro cómo la quería”.

El director Paul Urkijo Alijo y la actriz Yune Nogueiras en un descanso del rodaje de 'Gaua'. Foto de David Herranz.
El director Paul Urkijo Alijo y la actriz Yune Nogueiras en un descanso del rodaje de ‘Gaua’. Foto de David Herranz.

En su huida atravesando la profundidad del bosque, la protagonista se tropezará con tres misteriosas mujeres que se reúnen de madrugada en el lavadero para no ser vistas ni oídas por los hombres. Aún menos por el astuto sacerdote de la aldea, obsesionado por la caza y especulaciones del demonio. Las ancianas frotan los paños y capuces mientras sus lenguas engullen largos tragos de vino e invocan Las mil y una noches. Las fábulas, prosa de secretos tenebrosos, confluyen en Kattalin.

“La cuestión no es hablar de la fe, sino del poder. El siglo XVII ya no es la Edad Media, hablamos de la Edad Moderna. Hubo una élite intelectual en aquella Europa de los absolutismos que utilizaba la excusa de la herejía y del diablo, pero la Inquisición también quemó curas” apuntilla el director vasco cuando le preguntan por la significancia de la religión en el filme. “Las religiones son un código de conducta que estructuraliza la espiritualidad de las personas y la forma de ser de la sociedad. Es verdad que hay un fuerte poso todavía, pero vivimos en un país laico y cada cual puede vivir la espiritualidad como quiera”.

Para Paul Urkijo, dejando aparte el mito del dogma y la sotana, la Inquisición no ha desaparecido ni es difícil de identificar en el presente. “Los hay a nivel geopolítico. Véase Gaza. Dicen que un niño es un terrorista, otra mentira, para reprimir por intereses. O los hay en redes sociales. A través de un lenguaje violento intentan imponer su versión cavernaria y no quieren dejarnos vivir nuestra libertad identitaria, sexual, etc”.

La atmósfera de Gaua –‘Noche’ en vascuence- amolda el carácter de los personajes, criaturas expuestas al sacro sermón de misa y a las barricadas paganas entre sombras, fuegos ardientes y amaneceres cargados de bruma. La mastodóntica secuencia final de un multitudinario aquelarre en un claro del monte tiene el poder de recoger los rastros capitulares y consumar la leyenda en el creciente trampantojo visual.

“Tenía muy claros los hitos. Una coreógrafa diseñó el baile de los 15 bailarines y en la primera parte del día ensayamos con más de 200 figurantes que seguían esa danza de flautista de Hamelín, generando algo orgánico e imperfecto” detalla el director sobre el plano secuencia, rodado en un plató en un solo día con las cámaras adentrándose en un remolino de cuerpos entregados al placer y la invocación. Para Nogueiras evidencia la intensidad del rodaje. “Ponerla en pie fue de los mayores retos. El final es muy metafórico, debía quedar claro al público. Mi papel era hablar del miedo, de la inseguridad, del amor de mi personaje hacia Maritxu y de la emancipación. Me ayudó mucho tener a tanta gente allí, potenciando mis emociones al rodearme y tocarme” describe y, bajo una mirada kármica, mueve las manos en círculo.  

Gaua corona la trilogía horror-folk de Urkijo, cuya segunda entrega se alzó con el título de cinta más taquillera del cine vasco. Sin embargo, su creador siente esta tercera cinta como un capítulo más de su indagación en las vastas leyendas euskaldunas. A pesar incluso de la limitación de recursos que caracteriza al género fantástico en nuestro país. La comunión con el público le abastece.

“El hecho de contar estas historias y reunir a la sociedad para escucharlas nos unifica como humanos” apunta Yune Nogueiras. Palabra por palabra, Paul Urkijo Alijo asiente. “En cuanto a lo que a mí concierne, lo que hay que hacer es posicionarse siempre a favor de los derechos humanos. Todo lo que reprima eso a mí no me gustará”. Y remite a Gaua. «Habla justo de esto, de libertad”.

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