¡Buenas noches, extranjero! ¿Su primera vez en Londres? ¿Desea conocer la excitante vida que aguardan sus calles? ¿Desea contemplar las maravillas de la multicultural Britania? Por favor, acérquese, fume algo de la sisha que le ofrezco, beba un poco del té. La noche está a punto de empezar. Disfrute del viaje.
¡Asómbrese! Contemple la velocidad de los autobuses ensangrentados, las maravillas móviles de nuestra ciudad, las ordenadas filas de pasajeros que acechan en la esquina. Observe las caras cansadas de los inmigrantes que vuelven después de un todo un día de trabajo en la zona 1. ¿No se siente orgulloso de ellos, amigo mío?
¡Oh, maravíllese con Finsbury Park! Ahora es de noche y está cerrado por seguridad, pero por favor, sonría, sonría ante el ajetreo de los bares y restaurantes turcos de Wood Green, los gritos y las súplicas de las mujeres. Déjese llevar por el sofocante calor que emanan las tiendas que no cierran hasta medianoche, las obras públicas que atraviesan las aceras como fosas abiertas para ataúdes.
¡Siga conmigo! ¡Atrévase a pasar más allá del West End, disfrute ensimismado de las caras enrojecidas de las freshers de primer año de universidad. Observe sus faldas cortas pese a la llegada del otoño, sus piernas cubiertas de spray bronceador. Escuche, trate de descifrar sus embriagados gritos en mitad de la vía pública, altivos dioses en la tierra que parecen no pisar el mismo suelo que el nuestro. ¿Cuánto costará firmar un brillante futuro en cualquier compañía de la City? ¿Cuánto costará ser los amos del globo? ¿Cuánto pagaría usted?
¡Oh, extranjero! ¡No se detenga ahora! ¡No puedo creer que esté cansado! Beba otra pinta caliente, aquí bebemos nada más salir del trabajo para olvidar la dura jornada y mezclarnos en la oscuridad que gobierna el Támesis. Observe, disfrute de los restaurantes de comida rápida mientras hablo con el conductor de este taxi e intento razonar un precio sensato para llegar a Ministry.
Deléitese; observe quienes dan de comer y sirven y limpian y barren y atienden a los managers siempre enfadados, aunque a veces no quieran hacerlo, aunque a veces quieran devolverle el grito a su jefe pakistaní, aunque a veces consideren que el precio mínimo por hora no debería bajarse a cinco libras pero ellos callen, cierren los labios aunque les gustaría lo contrario, porque saben, saben, mi querido amigo. Saben que están atrapados por propia voluntad. Que no tienen otra salida. Que están solos.
Oh, no se entristezca, amigo mío. Me ha entendido mal: son los mejores y más fieles sirvientes de la Reina, aunque ellos lo desconocen. ¿Qué sería la gran Inglaterra sin ellos, sin todos esos currículums que se congratulan de saber idiomas, de haber viajado, de haber estudiado, de haber amado, de haber conocido mil y un países diferentes? ¿Qué sería de la gran y multicultural Londres que ha sufrido incendios, guerras y bombardeos sin estas mentes dispuestas a ser moldeadas y lavadas y extenuadas por tan, tan, tan poco? ¿Qué sería de la gran Albión sin todos estos jóvenes que se lanzan a cada oferta de waiter o kitchen porter con la indómita ferocidad de los leones?
Oh, extranjero, sin duda tiene razón: son una raza extraña. Exiliados de un mundo roto, prisioneros en una tierra que no les pertenece. Son los nuevos siervos sin amo. Nadie recuerda su tierra. Aunque a veces, por la noche, de camino a casa, algunos lo hacen; recuerdan lo que una vez fueron y olvidaron, lo que podían haber sido y perdieron. Cuánto hubiera costado que las cosas hubieran sido distintas para ellos. Tiene razón, amigo mío. Puedo llamarle amigo, ¿verdad?
Qué poco les faltó para ser los mejores.
Fotos (cc): Doug88888, ViajesMonaco, Wired, Jose Manuel Sala.