¿Necesaria o peligrosa? La actuación de método en el cine

¿Hasta qué punto sumergirse por completo en un papel es necesario, y sano, para ejecutar una buena interpretación?

En inglés se denomina role play, mientras que en los países francófonos se utiliza la palabra jouer para definir esta acción. Parte del trabajo del actor es jugar, pero no del todo. En castellano, actuar implica entender, penetrar o asimilarse de verdad ante un personaje… ¿Hasta qué punto sumergirse por completo en un papel es necesario, y sano, para ejecutar una buena interpretación?

La actuación, oficio que remonta sus orígenes a la Antigua Grecia, se desarrolla con la tragedia como primer género de representación, aunque no pretende que ese sea el que prevalezca. Con la aparición del cine, se inició la sistematización de este oficio a través de técnicas que ‘‘naturalizan’’ la interpretación ante el lente. Algo contra natura para el histrionismo tan característico de las representaciones teatrales.

La implementación formal de esta metodología se inició con Konstantín Stanislavski, referencia inevitable para los posteriores procedimientos de formación desarrollados, aún vigente en el séptimo arte. Su escuela, basada principalmente en el estudio exhaustivo de la obra y la acción de rememorar emociones anteriormente vividas por los intérpretes, fue y sigue siendo una de las innovaciones más influyentes para la preparación de los actores ante cualquier proyecto.

Sin embargo, como todo lo que se perpetúa en el tiempo, la técnica del actor, director y pedagogo ruso generó seguidores que luego desarrollaron sus propias técnicas, siempre bebiendo del clásico planteamiento de Stanislavski. Israel ‘‘Lee’’ Strasberg fue uno de ellos. Creó su propio método, revolucionando la actuación hasta nuestros días.

Seleccionado como Director Artístico del Actors Studio en 1951 y fundador de The Lee Strasberg Theatre & Film Institute en 1969, el actor y profesor disparó la imaginación de todos los posibles caminos en el mapa de la formación para lograr interpretaciones sublimes como las de Marilyn Monroe, Montgomery Clift, Robert De Niro o Philip Seymour Hoffman.

¿Credo, método o El Método?

La disciplina llegó con Strasberg. Lo que hoy se conoce como «El Método», es una escuela que, a modo de síntesis, busca que el actor se convirtiera en el personaje. Esto se propone mediante el uso de la propia memoria sensorial del intérprete, junto a la coordinación del trabajo físico y psicológico que requiere tal tarea. Una que se puede convertir en rigurosa y dolorosa.

Pasar una emoción de la inconsciencia a la consciencia puede jugar una mala pasada. La actriz onubense Belén Díaz ha participado en producciones teatrales como TRYPTICH y en cortos y largometrajes españoles. Se encuentra en el mundo de la interpretación desde los 14 años. En Madrid, ha asistido a cursos en el Estudio Corazza, Juan Codina y en la Escuela de Interpretación Cristina Rota. Ha trabajado con distintas técnicas y reconoce a El Método como un instrumento importante al que recurrir porque como actor ‘‘te ayuda a conocer el cuerpo y tus herramientas. El Método no es un profeta que te da todas las respuestas. Es una herramienta maravillosa a la que recurrir, pero hay muchísimas más. Es el tronco de un actor, pero no todos los trabajos requieren de él’’, asegura.

Díaz comenta que no trabaja con la misma técnica para todos sus proyectos, porque siempre requieren algo distinto de ella. De hecho, considera que el sufrimiento es una herramienta para entender al personaje, pero que no siempre es necesaria. A su vez, reconoce que ‘‘no me parece mal que un director o que el propio compañero, te ponga en una situación delicada, en una tesitura que tenga que ver con comportarse como el personaje, en un lugar muy incómodo. No estoy en contra, siempre que eso sea un acuerdo. Sin embargo, me parece que hay actores que no van a ser mejores por eso’’.

‘‘Jack Nicholson no hubiera hecho una mejor película porque lo hubieran tenido dos semanas comiendo sándwiches de queso. Por algo él es actor, porque puede llegar a ese lugar de otra manera’’, apunta la actriz. Muchos actores se han visto coaccionados a utilizar El Método sin acuerdo alguno. Tal es el caso de Stanley Kubrick en The Shining (1980), quien obligó a Jack Nicholson a comer este menú durante dos semanas, aseverando que así podría llegar a la interpretación que quería de él, o la constante humillación del director hacia Shelley Duvall, quien interpretó a una Wendy Torrance que se encontraba, literalmente, aterrada mientras el film era grabado. La pérdida de cabello y depresión fueron los efectos colaterales de lo que debía suponer ser uno de los mejores trabajos de Duvall.

La potencialidad de ser o no ser

El uso de la actuación de método es casi un dilema shakesperiano. El año pasado Fotogramas publicó un artículo en el que se preguntaba sobre la carrera de Duvall después del famoso thriller. Una actriz que lo pudo ser todo y se le arrebató de las manos… ¿o no quiso serlo?

‘‘Todos somos potencialmente todo. Yo soy una asesina en serie… no lo soy, pero puedo serlo’’ señala Belén. La actriz argumenta su postura con la comprensión de que, bajo ciertas circunstancias y condiciones, puede defender al personaje, interiorizando de manera genuina las motivaciones que le conectan con el papel a interpretar.

Para Jorge Paéz, el método de Strasberg tiene sus carencias. El toledano es profesor en el Estudio Juan Codina desde hace seis años y ha participado en la película La cueva (2014) y en series de televisión como Centro Médico (2016). ‘‘El que no haya matado nunca a nadie, ¿cómo va a hacer de un asesino? Considerando que tienes que trabajar sobre una experiencia. Si nunca has tenido hijos, ¿cómo vas a hacer de padre o de madre? Para mí El Método no te puede ayudar a meterte en estos personajes’’, argumenta el actor.

Sin embargo, para muchos, El Método se presenta como un arma infalible. No hay dilema, sino un credo en el cual se cree que es la única herramienta para llegar a la interpretación más verosímil de un personaje. A su vez, aparece el factor humano que necesita conectar, de una manera u otra, para empatizar. Los actores, mediante su formación y técnica pueden hacerlo, pero por más extenuante formación que se tenga, ¿cómo se pueden traer recuerdos, emociones y traumas que aún no han sanado, para usarlos a favor en la conversión hacia un personaje?

Paéz considera esta técnica potencialmente peligrosa a nivel psicológico: ‘‘si tú no tienes bien organizada la cabeza, estás jugando con fuego. El Método te hace rememorar traumas tuyos que, si no los gestionas bien, puedes terminar mal’’. La actriz onubense coincide en esta idea y añade la importancia de la presencia de un coach o equipo que te dé el espaldarazo, ya que la figura de un psicólogo no es usual en los centros de interpretación:

‘‘Hay muchas escuelas que se basan en funcionar como si fuera una terapia para el proceso del autoconocimiento. El problema es que los profesores de teatro no son terapeutas, entonces te pueden hacer mucho daño. En (el Estudio) Juan Codina, es el único sitio que conozco de Madrid donde contábamos con ese tipo de apoyo con una especialista en neurofisiología. No hacíamos terapia individual, porque no era psicóloga, pero sí que hacíamos terapia de grupo para ver cómo estábamos con las emociones y trabajamos mucho con esto de la neurofisiología, de cómo se conecta tu cerebro, cómo se conectan estos mecanismos cerebrales con tu cuerpo’’.

Ser pretencioso, o ambicioso

Mads Mikkelsen, uno de los protagonistas de la cinta danesa Another Round (2020), aseguraba en una reciente entrevista para GQ que la actuación de método era algo ‘‘pretencioso’’. Para la representación del músico polaco Władysław Szpilman en The Pianist (2002), Adrien Brody no dudó en abandonar su apartamento, coche y novia para mudarse a Europa. Con 14 kilos menos, Brody logró ser el actor más joven en obtener un Oscar a Mejor Actor en la 75ª. edición de los premios, tras su interpretación en la película de Roman Polanski. El actor estuvo deprimido durante un año.

Resultar natural y creíble es el denominador común que siempre une a un actor amateur con uno profesional, sumado a la empatía con el otro, que es una cualidad que nos hace humanos. Por su parte, la cámara en el cine no permite dejar nada a la imaginación del espectador. Díaz y Paéz coinciden en que es complicado ser fiel a un solo método, porque siempre se están tomando herramientas de una técnica u otra para cada reto profesional. Lo complicado y peligroso es tratar de ser fiel a uno mismo, sin perderse en el camino, mientras se construye la vida de alguien más utilizando tu propio cuerpo. Es un juego que, si no conoces bien tus límites, puedes terminar apostando el resto de tu carrera. Peligro necesario, o no.