Mikel Santiago: «Se escribe mejor sobre lo que se teme»

Portada de "En plena noche"
El escritor Mikel Santiago (Portugalete, 1975) presenta su novena novela, En plena noche, con mordiente canalla y el acorde preciso.

Como un rockero de pura cepa al que las giras solo suman batios, el escritor Mikel Santiago (Portugalete, 1975) presenta su séptima novela, En plena noche, con mordiente canalla y el acorde preciso. Vuelve a Illumbe, el pueblo imaginado de El mentiroso, novela con la terminó de consolidarse como autor de cabecera en el género negro, que es la vuelta también para Diego Letamendia, alias Diego León, una estrella en declive al que el pasado pisa fuerte cuando uno de los miembros de su vieja banda, Deabruak, fallece en un extraño incendio. Más de veinte años antes, su novia desapareció en extrañas circunstancias. Alguien parece ajustar cuentas y reabrir estrías. Y ya sabemos, lectores o profanos, que toda coincidencia aquí y en Arkham es solo ciencia para ilusos.

Nokton Magazine: Una gran noticia desencadenó la escritura de tu nueva novela. ¿Literalmente te pusiste manos al teclado “En plena noche”?

Mikel Santiago: Así es. El verano pasado, cuando estaba promocionando El mentiroso, mi anterior novela, supe que iba a ser padre de mellizas.  Entonces pensé “Mikel, ahora sí, tu vida se acaba, 2021 es un agujero negro” (ríe). Me puse a escribir como un loco, tenía que crear una novela definitiva. Después no ha sido para tanto, me organizo para escribir, pero en aquel momento me entró un pánico importante. Algo así como tener tus últimos meses de vida (ríe).

NM: Pero no partías de cero, ¿no?

MS: No, tenía una serie de ideas, como la escena con la que arranca la novela, en la que un coche serpentea por una carretera. El ingrediente de la chica desaparecida fue lo que acabó de engarzar toda la trama, la fórmula de novela de una historia a dos velocidades, que cuenta el pasado y el presente. Igual también llevaba mucho tiempo queriendo plasmar una parte que fue muy importante en mi juventud, el mundo de las bandas de rock. Me puse a escribir y no paré. De hecho, acabé la novela con la maleta del hospital preparada, entre dolores de parto (ríe de nuevo).

NM: El protagonista, Diego, un rockero en horas bajas, se ve de regreso al origen cuando fallece en un incendio un antiguo amigo de su banda de juventud. Illumbe todavía le persigue. Ese lugar del que salió sin mirar atrás, enjuiciado por una desaparición en la que no tuvo cabida, pero de la que siempre fue sospechoso.    

MS: Es uno de los temas de la novela: Cómo intentamos sobrellevar nuestras heridas psicológicas. No podemos parar la vida y la vida nos hiere, pero a medida que nos hacemos más mayores, el edificio más alto tambalea más. El edificio de Diego da sacudidas muy importantes porque no ha logrado resolver algo de su pasado y está a punto de derrumbarse. Necesita volver. El motivo es por un funeral, pero no lo esencial. Él lleva un lastre. Es su arco y el momento vital en el que inicia la novela.

NM: Este drama vital será el preámbulo del complejo misterio al que se enfrentará Diego, acompañado por su conjunto, años después del último concierto. 

MS: En plena noche tiene sus niveles, pero yo escribo misterio y novelas rápidas. Me gustaba la aventura coral, del grupo de amigos en el que cada uno aporta sus dotes o pequeñas habilidades: Diego, el motor, la vocación; Javi, con su gran sentido de la lealtad; Nura, la inteligencia cerebral… Un pequeño pueblo, un grupo de amigos de 40 años, año 2020. ¿Qué pueden hacer para hacer algo épico? Siempre me ha atraído en la ficción el avance a través de acertijos, un juego de llaves en el que no puedes abrir algo si no has logrado abrir lo anterior. Como un pequeño puzzle de piezas móviles o un videojuego en fases. Tengo un sentido lúdico muy desarrollado, siempre he escrito juegos de rol. Quiero novelas donde el lector participe y se divierta. Me gusta plantear desafíos.

NM: En el tramo final, la madre del protagonista le dice: “Me alegro de que hayas acabado con ese monstruo”. Como decías, el thriller, la resolución de la incógnita, funciona por capas. ¿Queda espacio para resolver la memoria que fue?

MS: La historia tiene este nivel de restauración. Diego ha de restaurar su inocencia, el honor de su familia… No sabemos muy bien si su familia volverá a Illumbe, pero de alguna manera logrará hacer justicia y vengar lo que le ocurrió a él. O lo que es igual: Superar esa brecha, la cicatriz que ya a sus 40 años era incontenible. Es una reflexión sobre la vida adulta y sobre esas deudas que tenemos dentro. ¿Vamos a enfrentarnos a eso de una vez por todas? Hay gente que se muere y no las resuelve. Diego lo hace.

NM: ¿Hubo premeditación en que la historia acabase antes del inicio del Covid?

MS: Se escribe mejor sobre lo que se teme, que sobre lo que realmente te ocurre. El otro día estaba hablando con una compañera escritora. Ella había escrito la escena del entierro de un padre. Perfectamente. Sin haberlo vivido. Ahora que lo ha hecho, no le apetecería escribirlo. Con el Covid pasa un poco lo mismo. Creo que durante muchos años no vamos a ver una sola historia sobre pandemias. Porque no es algo figurativo. Los escritores suelen simular miedos, pero la pandemia es algo tan real, tan absolutamente fáctico, en toda su acritud y desesperanza…

NM: Ha girado 360º nuestra visión del mundo.

MS: En general ha sido un año gris y apático, es decir, sin crecimiento personal, casi sin espiritualidad para la mayor parte de la población. Y en el mejor de los casos, ya que ha habido casos terribles. Quizás en una psicología inversa dentro de 5 años alguien empiece a concebir historias que analicen un poco las secuelas de un período así. Yo desde luego lo he intentado esquivar, no me interesa en absoluto. En En Plena noche todo sucede antes del Covid y la siguiente será después. Voy a rodearlo.

NM: ¿Pero sientes que ha influido aún así de algún modo?

MS: Cada novela que he escrito es un pequeño testimonio de los años en los que la escribí. Se deslizan cosas del momento vital: La muerte de mis padres, el nacimiento de mis hijas… todo esto ha tenido una influencia. Y pienso que el Covid quizás haya sido una especie de compensación. Soy músico y no he podido tocar ni ensayar, una de las pocas cosas salvajes, digamos, que me quedan a mis 46 (ríe). Volver a poder tocar en un local de ensayo o en un concierto como les ocurre a los personajes de la novela ha sido una manera de confrontar esa apatía. Necesitaba escapar, sentir emociones…

El escritor Mikel Santiago, autor de «En plena noche»

NM: Tu nueva novela, a diferencia de La última noche en Tremore Beach o La isla de las últimas voces, no tienen un componente fantasmagórico, pero no están exentas de fantasmas.

MS: Hay un estilo pictórico, narrativo, que pertenece al mundo de los fantasmas, de las intuiciones, del sexto sentido. Me gusta mucho esa caja de resonancia que hay entre la realidad y la interpretación de la realidad. Como consecuencia de eso o porque empecé a escribir desarrollé mucho esos 15 centímetros entre lo que sientes y lo que interpretas, la capa psicológica con la que dotamos a nuestra vida. Mis personajes sueñan, tienen presagios, se contradicen…

NM: La historia del ser humano hunde sus raíces en los mitos, la creencia y la superstición.

MS: Sí, no hay nada firme, nada objetivo. Nunca escribiré bien a un policía o ingeniero. Mis personajes son seres inseguros, movibles, nada certeros… Me muevo como pez en el agua en ese terreno.  Analizo mucho sobre mí mismo. Soy una persona que me dejo llevar por mis impulsos y hago interpretaciones de las cosas que son un poco locas.  A mis personajes siempre les doto de esa especie de realidades acuáticas. El fantasma entra en eso. Yo creo en ellos, en las señales y en las profecías. Ahora, luego soy un señor de 46 años muy serio, pero pensemos que es una tendencia humana intentar explicar las cosas. El mundo de los fantasmas es totalmente interpretativo. Mis novelas tienen fantasmas y cuando no, hay figuras, sombras, mucha simbología… Hay pintores que hacen realismo, otros impresionismo. Yo soy más de estos últimos.  Hago para dejar espacio a la interpretación.

NM: Illumbe, donde se ambientaba ya El mentiroso, se ubica en el País Vasco, pero es una localidad ficticia. Hasta tu anterior novela, los escenarios escogidos habían sido Irlanda, la Provenza o el Mar del Norte. ¿Fue tu manera de volver a casa tras haber vivido diez años fuera?

MS: Creo que me he ido encontrando a mí mismo. Empecé siendo un chicho que leía y escribía, así que empecé como todo el mundo con muchas influencias, sobre todo anglosajonas. En su momento era lo que funcionaba en mi cabeza, me lo creía más. Luego me fui al Sur de Francia, luego a Italia… Me empecé a plantear tras varias novelas, ¿cuál es la idea tras el cambio de país? No había explicación. Lentamente estaba centrando una voz narrativa.

NM: Sin embargo, hay elementos comunes que siempre has destacado: Los pueblos y las historias domésticas.

MS: Sí, nunca he hecho novelas corporativas, ni sobre ciencia. Tengo unas claves comunes. De ahí llegué al pensamiento de crear un universo, ya que no soy capaz de ser tan realista aunque el entorno fuese el País Vasco. Un sitio en el que poder desarrollar unas cuentas novelas, pues mis libros son gravosos, tengo que trabajar mucho en la implicación de mis personajes en la aventura. Quería crear un escenario reutilizable, que fuese ampliándose y conectara tramas y personajes. Soy muy fan de Tintín, me encantaba que los personajes aparecieran una y otra vez. Imaginar un pueblo suponía colocar lo que me apetece, hacer el bosque tan largo y tan oscuro como quisiera, el sanatorio tan tétrico como yo imaginara, altos acantilados… Illumbe es un marco narrativo donde el lector se siente cómodo, tiene gancho.

NM: Nos recuerda al Derry o al Castle Rock de Stephen King.

MS: En esta novela juego con dos etapas, como el arquetipo de It. Soy muy fan de él. Por algo me llaman “el Stephen King de Portugalete” (ríe). ¡No, qué va! No me pareceré jamás, es un gran genio. Tengo una gran deuda con él. Tiene este rollo tan americano, de Nueva Inglaterra, de montarse su mundo, como hacían Lovecraft o Poe. Mi ambición era  darle al lector ocasional el disfrute que se merece y al que me pueda seguir una recompensa secreta, que él solo puede descifrar. Ya sabes, como “novela tras novela tú y yo sabemos y no se lo contamos a nadie que tal y otro personaje vuelve y esa sonrisa nos la guardamos para ti y para mí”. El trato unipersonal entre el escritor y el lector.

NM: “No quiero hablar de mi generación con un tono demasiado despectivo (o sí: Tuvimos la oportunidad de cambiar el mundo y preferimos la teletienda), pero todos los aspirantes a escritores que conocí en la universidad estaban convencidos de que sólo se escribía bien de manera espontánea, en un estado de arrebato que era una pena desaprovechar”. King Dixit.

MS: A la escritura hay que aproximarse como un gallo, salir a luchar, estar totalmente convencido de que es lo mejor que puedes hacer y que estás danto lo mejor de ti. Hacerlo por un motivo existencial, porque te duele algo. No escribir por un acto complaciente, remilgado, solo por ganar dinero… Se puede ganar dinero de otra forma. Escribir tiene que ser algo más: Una vocación, una visión del mundo y de tu vida, algo que te nace de las tripas. Es una profesión muy personal, tiene que estar llena de fuerza y de mala leche. El día que no haya mala leche, escribiré mal.

 

NM: Tengo entendido que tu primer libro se adaptará a la pantalla. ¿Veremos todas tus novelas en cines?

MS: A día de hoy, menos de un título, están vendidos los derechos de todos. La verdad es que mis novelas llevan un poco a engaño porque tengo una técnica mixta. Hago escenas muy visuales, acotadas como en una película, pero tengo un gran porcentaje de monólogo interior, que no es tan llevable al cine. No sé, sigo engañando a los productores (ríe). Cuando suene el campanazo y venga un director o un guionista a preguntar cómo hacer para trasladarlo a una pantalla, veremos. Me parece una tarea tan difícil…  He hecho mis pinitos en algunas series como guionista y es un formato completamente diferente.

NM: Dicen que los viejos rockeros nunca mueren, pero ¿no crees que en realidad nunca envejecen?

MS: Así es, ni los rockeros ni los rebeldes. Yo lo fui cuando era un chaval, como tantos de hoy en día y como tantos fueron y lo serán. Siempre hay un porcentaje en cada generación que quiere contestar al sistema, que no se conforma, que quiere aportar su visión. Creo que eso son los rockeros. Yo he visto a muchos de mis compañeros caer en la aceptación y yo llevo a gala que no he caído, que he seguido manteniendo esa inconformidad con el mundo y con lo que me rodea. Por eso escribo. Estoy intentando mantenerme en esta rebeldía, ya veremos cuánto duro.

NM: ¿Qué viene a ser el rock, Mikel?  

MS: No es la música en sí misma, la música es un vehículo y un mensaje, un mensaje muy bien definido. Un no creerse esta historia. Como decían los Kinks “yo quiero ser diferente, quiero tener mi propia vida, quiero contar mi propia historia, no quiero que me la cuentes tú”. Esa es la esencia de En plena noche: Chavales que compartían un sueño, que querían tener una vida diferente, pero la vida pasa como un rodillo. Vemos quién lo consigue, quién no, quién cae, a quién no le queda más remedio… A los 40 a todos la vida nos ha dado un palo y de alguna manera a quien no le ha fallado la salud o el trabajo, se ha divorciado, ha perdido a alguien… Todos recibimos el puñetazo.

NM: ¿La fidelidad del público y el calor de los medios condiciona el pulso cuando se aborda una nueva novela?

MS: Todos mis años de músico, que no sirvieron mucho -fracasé en mi proyecto de crear música original- me dejaron una cosa: Aceptar mi voz. No hay que machacarse. Tienes que enorgullecerte, plasmar sin complejos y escribirlo bien. Mis años viviendo fuera me dieron un cierto toque. Me dejé influenciar por ese clima de innovación continua, de amor por lo original de los Países Bajos. La clave es evitar los terrenos comunes. Si pisas un terreno extraño, posiblemente lo estés haciendo bien. Con esas coordenadas me lanzo a las novelas. Cuando escribo soy un charlatán (ríe). Es de esos pocos momentos de mi vida que de verdad creo en mí.