Cuando me preparaba la entrevista a Mel Romboli, sentía curiosidad por un montón de cuestiones relacionadas con su trabajo, tanto de escritora como de médica especializada en cuidados paliativos. Tenemos la suerte de que muchos temas de su especialización se vuelcan en Vida antes de la muerte, un libro que acaba de recibir un importante premio en una categoría donde también competían autores como Paulo Coelho. Sin embargo, siento que su lectura te abre una ventana aún más amplia, a despedidas, emociones, incluso aspectos más técnicos como la sanidad y el cuidado de los enfermos que la autora ha vivido en cada país en el que ha estado. Y esta ventana se cierra, un poco, preguntando…
Nokton Magazine: Doctora y escritora, ¿cómo se enlazan estas dos esferas?
Mel Romboli: Doctora de día, escritora de noche. Se enlazan con bastante esfuerzo porque trabajando a tiempo completo y con familia, el tiempo es escaso. Pero mantener las dos actividades me genera una enorme alegría, ayuda mantener mi equilibrio y a poner las cosas en perspectiva. Espero que con el tiempo la escritora trabaje más que la doctora. Por ahora, agradezco poder vivir de una profesión tan maravillosa y tener energía para disfrutar de mi otra pasión y contar historias.
NM: Gran parte de tu trabajo en Medicina lo has desarrollado en España. Posteriormente, te mudaste a Nueva Zelanda. Pero, además, eres argentina. ¿Qué opinas de la sanidad española en comparación con tus otros dos países de residencia?
MR: La sanidad española es una pasada. Ya hace ocho años que no vivo allí, pero tengo muchos amigos médicos y no médicos allí. La verdad es que los profesionales de salud lo pasaron super mal en la pandemia al punto de que algunos perdieron la vida. Pero ellos no paran, siguen adelante. Y comparando con los otros países en los que he vivido, me siento muy orgullosa de la Sanidad que hay en España sobre todo de la calidad y compromiso de los profesionales. Aunque nos aprieten seguimos brindando cuidado a la gente.
NM: ¿Cómo ha sido mudarte de unos países a otros? ¿Qué te llevó a trasladarte a Oceanía? De alguna manera, siento que la vivencia de inmigrante es una experiencia muy presente en tu novela.
MR: Debo admitir que hubo algo de inconciencia en mis viajes. Cuando terminé la carrera, lo único que ansiaba era ver el mundo y, como para esa época ya dependía de mí misma, sabía que para descubrir el mundo tenía que trabajar. Pero no era consciente de lo que cuesta emigrar, dejar a los que amas y todo lo que conoces para empezar de nuevo. España me adoptó y a pesar de todas las dificultades, me acogió, me cuidó y me dio una familia de amigos preciosa. Yo lo considero mi hogar. Pero luego de unos años me empezó a picar el bichito de moverme y otra vez partimos, yo con la inocente idea de que un cambio cultural y de lengua tan grande sería fácil. Esta vez costó más, pero me ha dado tanto aprendizaje y oportunidades que estoy feliz de haberme animado. Y ¿por qué venir a esta parte del mundo? Queríamos explorar, pero también buscar un lugar un poco más tranquilo que Barcelona, donde vivíamos. Buscábamos más equilibrio entre vida familiar y laboral. Ya sabes que la sanidad pública en España es difícil para los que trabajan en ella.
NM: ¿Cómo definirías tu novela, Vida antes de la muerte?
MR: Yo la definiría como una novela costumbrista con un relato intimista, que se centra en la exploración profunda de los pensamientos y emociones de la protagonista, que combina el proceso de enfrentarse a la dureza y la maravilla que trae consigo el acompañar a personas en sus últimos momentos, mientras intenta equilibrar las demandas de su vida personal como madre soltera. La novela no solo muestra la vulnerabilidad y fortaleza de los pacientes, sino también la de la narradora, quien lucha por encontrar sentido y balance en un mundo que, con frecuencia se olvida de lo importante, para perderse en los deberes de lo cotidiano. Es una invitación a la reflexión sobre la fragilidad humana, la resiliencia, y las conexiones que nos dan sentido.
NM: A mí me ha llevado a reflexionar sobre muchas cosas leyéndola, entre ellas, que los médicos también sois personas. Que muchas veces tenéis que salvar vidas y atender a vuestros pacientes lidiando con vuestros propios problemas. ¿Podrías hablarnos de esto?
MR: El estado de nuestra vida personal influye profundamente en cómo enfrentamos el día a día en la medicina. Hay momentos en los que, atravesando dificultades personales, puede resultar duro mantener la objetividad y profesionalidad. Es inevitable que, en ocasiones, algunos pacientes despierten en nosotros una conexión más profunda debido a nuestras vivencias y hay que mantenerse alerta. Por eso, es fundamental ser conscientes del bagaje emocional que llevamos, lo que nos exige un constante ejercicio de autoconocimiento. Para mí, trabajarnos a nivel psicológico y ser conscientes de nuestras emociones es esencial para ofrecer una atención de calidad, manteniendo a la vez un equilibrio saludable en nuestra vida personal. La supervisión clínica, junto con prácticas regulares de autorreflexión y desarrollo interno, son herramientas imprescindibles para cualquier profesional de la salud que quiera ofrecer un cuidado humano y equilibrado
NM: ¿Cómo viviste el año del COVID? ¿Daría para otro libro?
MR: Una muy buena pregunta. Da para otro libro, sin duda. Aunque la realidad en Nueva Zelanda fue muy diferente a otros países y sobre todo a España o Argentina. Yo sufrí de más por todos los seres queridos que viven allí y mis colegas que sufrieron muchísimo el estrés de estar al pie de batalla. Aquí en Nueva Zelanda pasamos más de dos años con muchas cuarentenas y con muchas restricciones para poder salir del país. Fui de las primeras que se vacunaron, aunque tuve COVID tres veces. Usamos los benditos EPP (equipo de protección personal) por meses, pero afortunadamente el número de casos fue relativamente bajo comparado con otros países. Entre ellos, uno de mis pacientes que me llamó un día desde el tráiler en el que vivía. Me dijo que no podía respirar y que lo fuera a ver. Me llevé una prueba porque ya me imaginé que se había contagiado y tenía un cáncer bastante avanzado. Estaba solo y no quería avisar a su familia. Fui, le hice la prueba y cuando salió positivo hablamos de lo que quería hacer. Él sabía que tener COVID podría significar su final y no quería que le hicieran ninguna intervención, pero no podía quedarse solo en casa. Llamé a la ambulancia para que lo trasladara y llamé a la médica que estaba en Urgencias para explicarle el caso. Le pedí que le dieran tratamiento paliativo y lo ayudaran a estar tranquilo. Nos despedimos, sabiendo que no sobreviviría. Tenía ganas de despedirlo con un abrazo, pero tenía miedo de contagiarme. A eso de las siete de la tarde la doctora me aviso que había fallecido. No me puedo ni imaginar lo duro que tiene que haber sido ver cientos de personas así en España y otros países.
NM: Mel, Vida antes de la muerte ha recibido un importante premio. ¡Cuéntanos más!
MR: El International Latino Book Awards (ILBA) es un reconocimiento literario muy prestigioso para autores latinos en Estados Unidos. Otorgado por Empowering Latino Futures (ELF), cuya misión es promover la literatura y reconocer la excelencia de autores latinos.
Este premio celebra la diversidad de la literatura latinoamericana, promoviendo tanto autores establecidos como emergentes, y reconociendo a quienes contribuyen a la cultura desde una perspectiva latina.
Haber obtenido una Mención Honorífica como libro más inspirador y mejor primer libro en el ILBA, compitiendo con autores de renombre como Paulo Coelho y Julia Álvarez, no solo es un honor, sino también un respaldo y validación para mi trabajo como autora capaz de aportar algo significativo al panorama literario.