Laetitia Colombani: “Lo único que le falta a las mujeres es confianza en sí mismas”

'La trenza' enlaza el destino de tres mujeres de latitudes distintas, pero circunstancias similares
'La trenza' enlaza el destino de tres mujeres de latitudes distintas, pero circunstancias similares

Con más de ocho millones de ejemplares vendidos, La tresse, primera novela de la actriz, guionista y directora Laetitia Colombani (Burdeos, 1976) se convirtió en 2017 en un fenómeno que alcanzó las librerías de todo el mundo. La realizadora, que no ha dejado de trabajar en el cine y publicar desde entonces, prepara ya su nueva novela. Sin embargo, celebra en este cierre del año el regreso detrás de cámara con su proyecto más personal: La traslación al cine del poderoso vínculo que en La trenza teje los destinos de Smita, Giulia y Sarah en aras de su libertad.

Nokton Magazine: La película enlaza la historia de tres mujeres que, a pesar de la distancia, están íntimamente conectadas por la injusticia.

Laetitia Colombani: Sí, por la injusticia, la desigualdad y las cajas en las que están metidas. Las tres están obligadas a ocupar un cierto lugar y tienen que ser muy fuertes para liberarse, evolucionar y reinventar su espacio en la sociedad. Deseaba mostrar mujeres en acción, librando un combate, que son heroínas de lo cotidiano. Mujeres con las que nos cruzamos cada día.

NM: Los vínculos maternofiliales configuran una de las capas principales de los personajes.  

LC: Sí, en la película se muestran distintas maternidades. En especial, hay dos tipos de madre: Smita, la madre india, que quiere que su hija tenga una mejor vida y estudie. Y, por otro lado, la madre italiana, que anima a su hija a casarse con un hombre al que no ama, pero con el que logrará una vida estable. Como la que ella misma ha tenido. Para mí era importante reflejar que la actitud de una madre puede ser muy diferente.

NM: Cuando escribiste La trenza, ¿bebiste de personalidades y rasgos de tu entorno?

LC: Sí, me inspiré en las mujeres que me rodeaban. Por ejemplo, una amiga muy cercana, que vive en Canadá y es abogada y madre. Ella vivió la misma experiencia de una de mis protagonistas. Siguió trabajando a pesar de estar enferma y tener que luchar por su vida. Y también, en todos los personajes, hay mucho de mí misma, a distintos niveles. Me inspiré a su vez en mi madre y en mujeres que me crucé en el mundo. Viajo mucho y me gusta conocer la historia de otras mujeres, que me cuenten su vida diaria. Es muy interesante y revela también la falta de equidad, ¿sabes?

NM: Cierto, no elegimos donde nacemos y sin embargo esa circunstancia determina gran parte de nuestra vida.

LC: Sí, no se nace donde uno elige y tampoco escogemos lo que nos ocurre, pero sí podemos elegir cómo reaccionar a lo que nos sucede. Lo importante es qué hacemos con lo que nos pasa. Eso es la resiliencia. Y cada una de estas mujeres vive cosas terribles y, sin embargo, cada una consigue no solo sobrevivir, sino ir más lejos. Creo que los seres humanos nos encontramos a nosotros mismos en la adversidad.

NM: Al aproximarse a otras culturas, ¿se teme rozar el estereotipo?

LC: Pasé mucho tiempo en estos países. Sobre todo, India. Visité los pueblos, pasé horas hablando con la gente, con hombres y mujeres de todas las edades de la casta de los Intocables, a la que pertenece el personaje de Smita. Solo les dije “Cuéntame lo que vives, cuéntame cómo es tu vida”. Siento que mi mirada es ante todo la mirada de una mujer hacia otra mujer, pero no la mirada de una occidental a una India. La verdad es que consigo identificarme con la diversidad de mujeres que conozco.

NM: Trasladas a la pantalla una novela de tu autoría. Sin embargo, ¿cuán sencillo es adaptar un texto propio?

LC: Te diría que para mí la mayor dificultad de todo el proceso fue tener que ser muy paciente porque el proyecto era complicado. Había que aunar talentos muy diferentes en India, Italia y Canadá. Era necesario crear una coproducción en plena pandemia de COVID y yo hacía muchos años que no rodaba como realizadora, desde 2008. Se trataba, pues, de un proyecto muy ambicioso. Me encontré con quien me dijo “no, no, es una película demasiado grande para ti, no vas a conseguirlo”. Doy las gracias a los productores que creyeron en mí. Ellos lucharon para que esta película existiera. Para empezar, logrando el presupuesto. Creo que este filme es un pequeño milagro.

NM: En los sacrificios y dilemas de estas tres mujeres subyace siempre la sororidad.

LC: Hay ayudas providenciales que aparecen como, por ejemplo, la mujer desconocida del hospital que le da a Sarah la tarjeta del lugar de las pelucas de pelo natural. Es nada, algo muy pequeño, pero en realidad un gesto enorme. O la mujer que da los dos plátanos a Smita y su hija en la estación cuando ellas están muertas de hambre. Hay siempre esa ayuda desinteresada, un valor imprescindible para mí. En todos mis libros toco esta sororidad.

NM: ¿Te sientes comprometida como artista?

LC: Sí, inevitablemente. Soy mujer y tengo una niña. La lucha de las mujeres es un combate que concierte a la mitad de la humanidad, a todas nosotras. Debemos pensar en nuestras hijas, en nuestras nietas, en las generaciones venideras. ¿Cómo no sentirse concernida? Lo veo en todas partes.

NM: ¿El pilar de todos los cambios se asienta en la Educación?

LC: Sí, claro, y la educación sale de decisiones políticas. Se ve cuando vas a India, donde muchísimas niñas no acuden al colegio. Se les casa muy pronto y tienen un gran número de niños y a edades demasiado tempranas. Hablamos de 10 o 15 hijos. Esto lo único que hace es que la pobreza se incremente. Digamos que la alimenta. Estoy convencida de que una sociedad no puede evolucionar si la posición de las mujeres no cambia.

NM: ¿También es clave tomar la posición del “otro”?

LC: Por supuesto.Yo siento curiosidad del extraño, del que no es como yo. Quiero conocerle personalmente. A través de la historia de Giulia, la joven italiana, relato cómo Kamal, el emigrante, el que tiene otro tono de piel y otra cultura, aporta la solución. A mí la filosofía de “quedémonos todos bien metiditos en nosotros mismos” me asusta. Y creo que la mezcla es muy interesante. De hecho, en Francia se dice siempre que la mezcla hace niños muy guapos (sonríe).

NM: “A los hombres se les enseña a disculparse por sus debilidades; a las mujeres, por sus capacidades”, escribió la autora y columnista Lois Wyse hace décadas. Hoy se habla del síndrome del impostor…

LC: Muy cierto. Lo único que le falta a las mujeres es confianza en sí mismas. Mi primera reacción cuando surgió la idea de hacer la película fue “no, no puedo, no seré capaz”. Creía que era demasiado grande para mí. Mi madre fue la que dijo “debes hacer la película, puedes hacerla, eres la única capaz de hacer esta película”. Hay que escuchar a las madres (ríe).