Todavía nos estremecen las imágenes de los uniformes que algunos de los grandes totalitarismos del siglo XX impusieron a su población. Pero no hay más que salir a la calle para toparse con un alud verde militar, el de ese abrigo –sí, sí, ése con capucha y medida tres cuartos- presente en todas las colecciones de los gigantes textiles y que tantas chicas llevamos en tantas ciudades del mundo. Mientras el contenido de los percheros se fotocopia bajo la sombra de las sospechas de la contaminación y la explotación laboral, pequeñas firmas de moda como Jarapa Jarapa y Juanita Banana proponen prendas únicas y sostenibles a los que hoy se preguntan si otra forma de comprar, vestir y regalar es posible. Parece que lo es, ¡incluso en Navidad y con el Primark abierto!
Jarapa Jarapa, o aquella camiseta tan cara
Un lugar cómodo en el que refugiar nuestra piel: camisetas, sudaderas y abrigos para él y ella, estampados con los superhéroes, los patchworks y los personajes de Disney con los que soñábamos de niños. La firma Jarapa Jarapa, radicada en Barcelona y especialista en resucitar las telas que su creador, Miguel Mellindres, encuentra a ambos lados del Atlántico, parte de tres principios fundamentales: que los materiales para confeccionar las prendas sean de segunda mano, que el precio de venta sea asequible y que ningún modelo se repita. Respecto a lo último, como explica por teléfono a Nokton Magazine, Mellindres reconoce que le da “un poco de rabia” la palabra exclusivo. Quizá tenga que ver, precisamente, con cómo nació Jarapa Jarapa: “Vi una camiseta que valía más de 300 euros, pero ni quería ni podía pagarla. Como tenía una tela bastante parecida en casa probé a intentarlo yo mismo”. Y así, “sin saber nada de patronaje”, fue cómo este biólogo, que por las mañanas trabaja en el mundo de los fármacos, subió veinte diseños a Facebook. En una semana lo había vendido todo.
Ahora pasa las tardes en un taller de costura –dice que se lo toma como el que va al gimnasio-, que comparte, a modo de coworking, con otros creadores. Allí hace realidad sus diseños con ayuda de las sábanas infantiles, colchas, edredones y sacos de dormir que encuentra en lugares como Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón y de la costurera que antes trabajaba para un gran grupo textil y a la que él y sus compañeros de taller pagan ahora “un sueldo justo”. Mellindres intenta, además, utilizar la mínima cantidad posible de tejido nuevo. “Para hacer una sola camiseta de algodón hacen falta miles de litros de agua. Y no hay tanta sensibilización con lo que se deforesta para los campos de cultivo como con lo que se paga a los trabajadores. Ves la ropa tan limpia que no te hace pensar en lo contaminante que es la industria textil”, reflexiona.
Pero, volviendo a lo de la exclusividad, verdaderamente, no hay otra palabra mejor. Dice Mellindres que elaborar prendas únicas está íntimamente ligado con su proceso de producción, y que cambiar eso le supondría “un gasto increíblemente superior”. Eso no significa, no obstante, que sus creaciones no evolucionen: si antes utilizaba como base prendas de segunda mano a las que incorporaba otras telas compradas por el mundo, en su última colección, ‘Sweet Dreams’, descubrió que tenía ganas de decidir qué forma tenía la ropa. Para ello necesitaba retales más grandes, y los encontró entre la ropa de cama, que finalmente se convirtió en el concepto que unifica su nueva temporada.
Los colores de Juanita Banana
A diferencia de Miguel, Maravilla Muñoz siempre ha trabajado en la moda, un mundo que define como “fantástico y duro”, y con el que reconoce que le une una relación de amor-odio. “Nunca me sentía 100% feliz con lo que hacía. Un día me planté y me dije: Chica, es ahora o nunca”. Así nació su alter ego, Juanita Banana, una marca malagueña cuya filosofía se basa, como explica en un e-mail, en que “queremos ser color, y no un número”, a través de prendas originales, que “nos hagan sentir especiales y diferentes al resto”. Tops de cocodrilos, camisas con estampados casi mozárabes, pantalones candy, abrigos de lunares… Juanita Banana se autodefine como “una marca divertida y muy comprometida con la producción sostenible y tradicional”, que no piensa en clientela de edades ni estilos determinados, sino en personas que “no tengan miedo al color ni a tener ropa única y diferente”. En esta firma las tiradas de cada modelo, limitadas, van seriadas, para que el cliente sepa qué número de prendas existe y cuál es el suyo.
Salta a la vista que los tejidos, originales y coloridos, también cobran un protagonismo especial en Juanita Banana, que los busca por toda Andalucía y que ha llegado a reciclar prendas para conseguir la tela que quería. A veces es un proceso complicado, pero siempre merece la pena, confiesa Muñoz, al ver el resultado final. “Siempre he sido consecuente con un modelo de producción sostenible, y creo que hay que hacer de comprar también una experiencia en la que el cliente tenga una prenda única”, añade.
El crecimiento de la marca ha hecho que la diseñadora y modista, que trabaja en un taller-coworking en el centro de Málaga, se plantee ahora la posibilidad de buscar otros talleres o costureros/as que necesiten trabajo, para que le ayuden a coser lo que ella ya no puede por el aumento de su demanda. “El próximo paso que quiero dar es crecer, y hacer que otros crezcan conmigo y con Juanita”, indica.
Las condiciones laborales, la calidad de las prendas, la sostenibilidad, el tallaje, los cánones de belleza… La creadora de Juanita Banana admite que “el mundo de la moda es muy complicado respecto a esos temas”. “No podemos cambiar una industria que mueve tanto dinero”, reconoce, “pero podemos cambiar nosotros, y ser consecuentes con lo que queremos y con lo que llevamos puesto”. Mellindres, de Jarapa Jarapa, comparte esta idea: “Tenemos metido en nuestro ADN que es normal comprar con mucha frecuencia, y no vamos a cambiar el mundo porque hagamos cuarenta prendas en nuestro taller, pero, al menos, puedes sentir que estás a gusto con lo que llevas”. De momento, eso ya parece mucho.
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