Hubo un tiempo en el que la ciencia era algo casi esotérico, cuando una conversación por teléfono resultaba igual de misteriosa –o de sospechosa- que una ouija. Fue esa la época que le tocó vivir a la pintora sueca Hilma af Klint, que dedicó su obra, considerada hoy pionera del arte abstracto, a plasmar su fascinación por todo lo invisible: desde las ondas electromagnéticas hasta el espiritismo. El Museo Picasso de Málaga acoge, hasta el 9 de febrero, la muestra Hilma af Klint. Pionera de la abstracción.
Klint (1862-1944) se anticipó a figuras universales del arte abstracto como Kazimir Malevich, Vasili Kandinski y Piet Mondrian -murió, por cierto, el mismo año que los dos últimos- en la traducción de lo que el ojo no ve al lienzo. Además, fue capaz de hacerlo en una sociedad que vivía convencida de que las mujeres eran incapaces de crear nada nuevo, y de que solo podían reproducir lo ya inventado. Klint se adelantó hasta el punto de que ella misma encargó que su obra, llena de signos y significados ocultos sorprendentes, no viese la luz hasta veinte años después de su fallecimiento. Le atemorizaba que sus cuadros no llegasen a ser comprendidos.
Construidas en una simetría casi dramática, las pinturas de Klint revelan a alguien que se sabía habitante de un mundo dual, o maniqueo; en el límite entre lo material y lo espiritual, entre lo masculino y lo femenino; una pintora que en ocasiones se muestra como el cisne que da nombre a una de sus series de cuadros, como un ave que se debate entre el blanco y el negro. “Yo no tenía ninguna idea de lo que representaban las imágenes”, dijo, en una ocasión, Klint, «y, sin embargo, trabajaba rápida y segura, sin retocar una pincelada”.
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Uno de los primeros cuadros con los que tropieza el visitante de Hilma af Klint. Pionera de la abstracción es, sin embargo, un nada arriesgado paisaje de estilo naturalista. Este óleo de la bahía de Lomma, terminado en 1892, constituye la única obra figurativa de la muestra, y sirve a quienes la recorren para echar, a modo de despedida, un último vistazo al universo que conocen, ése en el que todavía pueden reconocer elementos como la hierba o el agua.
Apenas cuatro años después de pintar ese cuadro, todo cambió, porque Klint comenzó a participar con regularidad en sesiones de espiritismo. En ellas, la pintora y las otras cuatro integrantes del colectivo De Fem (en sueco, “las cinco”) contactaban, a través de un médium, con maestros superiores, supuestos habitantes de otra dimensión.
A partir de estas sesiones, de las que tomaba nota rigurosamente, la artista emprendió un camino de descubrimiento que marcó un punto de inflexión en su producción artística, y que la llevó también a estudiar técnicas como la escritura automática. La pintora se interesó también por la teosofía y la antroposofía, un campo en el que fue deudora de Rudolf Steiner, investigador de la dimensión espiritual del ser humano, a quien siguió en numerosos viajes de estudio, y que tuvo una influencia determinante en su conjunto de acuarelas Sobre la visión de las flores y los árboles, algo así como una aproximación botánica al universo.
Pero, volviendo a ese pequeño óleo que se encuentra al comienzo de la exposición, pese a su nota discordante, éste contiene una característica inherente a toda la pintura de Klimt, abstracta o no: su afán por no retratar las cosas ni más bonitas ni más feas de lo que eran, sino tal y como las percibía. Es decir, guardando las distancias y poniendo muchas comillas, con cierto ánimo científico.
Y es que, pese a la fuerza estética de su obra, de la que son buenos ejemplos la serie Los diez mayores, conformada por coloridos murales de 3,25 x 2,40 metros y los retablos de Los cuadros para el templo, con un aire tan psicodélico que podrían formar parte del libreto de algún disco de Pink Floyd, Klint perseguía un objetivo mucho menos terrenal que la belleza: el de recoger y sistematizar su visión del Universo. Es más, no solo la suya; también la de los otros, como reflejan esos pequeños lienzos dedicados a las cosmovisiones de las distintas religiones -la judía, la budista, la mahometana- que, en un universo paralelo, deberían ilustrar los libros de filosofía para enseñar a los niños cómo piensan los demás.
El de Klint es el álbum de recuerdos de alguien que, a lo largo de sus 82 años de vida, estuvo en sitios en los que no la mayoría de nosotros no hemos estado nunca.
La exposición Hilma af Klint. Pionera de la abstracción está organizada por el Moderna Museet de Estocolmo en colaboración con el Hamburger Bahnhof – Museum für Gegenwart de Berlín, el Louisiana Museum of Modern Art y el el Museo Picasso Málaga, donde permanecerá hasta el próximo 9 de febrero. Con la colaboración de la Embajada de Suecia y la Obra Social «La Caixa». Las entradas (acceso solo a la exposición temporal) cuestán 4,5 euros.
Imágenes cortesía de © MPM/ jesusdominguez.com © Stiftelsen Hilma af Klints Verk 2013. Albin Dahlström / Moderna Museet, Suecia © Hilma Af Klint, VEGAP, Málaga, 2013.