La nieve, blanca, nívea. Allá fuera. Un mar de nieve calma y pulcra. Al otro lado del ventanal. Nieve como cenizas de un incendio, devastador y mundano, entre quienes una vez dieron nombre al amor -¿o era ceguera?-, pero no cierran compuertas al alcanzar el último acto.
Una habitación de hotel, a las 4:00h de la mañana, se transforma en el improvisado ring para dos cuerpos rotos, exhaustos y exaltados, a merced de la tormenta, hasta que no quede en pie ni el último objeto del derribo. Estamos en Helsinki, ellos están, Isra e Irene, que son también Irene Escolar e Israel Elejalde, dos actores en llamas, catalizadores verbales -chuzos de punta- que salpican las butacas. Los espectadores apenas respiran, no parpadean, ante el fuego cruzado de la escena. De la rabia al llanto, del ego al juicio, de la humedad y la herida al dique seco… Las voces rugen y de repente callan.
El artífice del texto, el francés Pascal Rambert, conoce bien la pragmalingüística discursiva y la interpelación del breviario contemporáneo, como demostró en La clausura del amor, con Elejalde y Bárbara Lennie, o Hermanas, interpretada por esta última junto a Escolar. En esta ocasión, el texto nace por y para sus dos protagonistas, coproducido por el Teatro de La Abadía y Kamikaze Producciones, y el sold out días antes de la primera función.
¿En qué momento se cruza el puente elevadizo? ¿Cuándo se opacan las red flags, el parpadeo consciente que emite susurros y guiños si deslumbran las luces? Él, Israel, ha conducido 4.000 km para la conversación definitiva sobre su matrimonio y su hija de nueve años. Carga a la espalda un desfasado discurso de izquierdas, la versión romántica del actor que no se vende y la mentalidad de un hombre que ridiculiza el feminismo por temor al cambio de roles. Ella, Irene, actriz, se había alejado mil kilómetros multiplicado por cuatro para rodar una producción internacional y distanciarse de una relación dañina -en completo declive- cada vez más consciente de su lugar en el mundo, dispuesta a defenderse y a responder cruelmente cuando se siente agredida. La niña escucha al otro lado, en la habitación contigua, cómo sus padres escupen sus afrentas e idearios, mientras el torbellino de palabras les engulle.
En Finlandia asistimos a una montaña rusa emocional, a la toxicidad en la pareja y al destino coartado de los hijos. Es agotador intentar alcanzar un resquicio de entendimiento y desmembrar esa otredad, que de tan ajena oprime la garganta con ardor reconocible. El ser humano sucumbe a la capacidad de bifurcar las líneas hasta que le devuelven su reflejo y descubre a Prometeo. La palidez del no retorno. Bajo el silencio de la nieve.
Finlandia estará hasta el 23 de octubre en la Sala José Luis Alonso (Teatro de la Abadía) de martes a sábado a las 20h y los domingos a las 19h.