Evelio Rosero: «Cuando hablan los grandes poetas es mejor quedarse callado»

Detalle de la portada de "Casa de furia", de Evelio Rosero
Detalle de la portada de "Casa de furia", de Evelio Rosero
La escritura de Evelio Rosero acontece con el curso sutil de un relato contiguo. Casa de furia, su última novela, es la gran invitación del Premio Nacional de Literatura colombiana a un festejo nunca visto.

La escritura de Evelio Rosero (Bogotá, 1958) acontece con el curso sutil de un relato contiguo, en el que la materia volcánica alfombra la realidad simulada. Casa de furia, su última novela, es la gran invitación del Premio Nacional de Literatura colombiana a un festejo nunca visto. El aniversario de bodas de los patriarcas de la familia Caicedo Santacruz en la Bogotá de los 70 dará lugar a un bestiario de pintorescos personajes, cuyos sentires, rencores y revuelos retratan la fisonomía de una sociedad plagada de humor y de drama, como las páginas.

Nokton Magazine: ¿Casa de Furia podría llamarse “Colombia, una tragicomedia”?

Evelio Rosero: Podría ser otro subtítulo de la novela, de los tantos que le han endilgado editores y lectores. Es natural que ocurra con una obra, aunque yo creo que no es solamente la tragicomedia de un país sino otros aspectos más íntimos, que hablan sobre todo de la condición humana.

NM: ¿La novela viene a cerrar tu tránsito por los diferentes rostros de la violencia de tu país?

ER: Sí, en efecto, culmino una indagación en torno a la violencia del país. Primero fue con En el lejero, después con Los ejércitos y por último Casa de furia. Ahora estoy pensando en algo muy distinto, aunque no me gusta adelantar nada.

NM: ¿Cuál fue el germen de los Caicedo y de esta gran fiesta? 

ER: Desde hace varios años. Tengo una novela titulada: Las muertes de fiesta, escrita en los noventa. Allí empieza la fiesta, pero no ocurre en la ciudad, en la capital, sino en una ciudad de provincia. Las fiestas son en Colombia los escenarios principales de muchos cambios y renovaciones. Empezando porque las fiestas las aprovechan la policía y el ejército para tomar por sorpresa al enemigo, que muy bien podría ser guerrillero o narcotraficante.

NM: ¿El humor negro funciona como un salvavidas en aguas turbias?

ER: Sí, creo que así es. Pero no es un humor voluntario, hecho a propósito, sino que va naciendo con la misma historia, con la semblanza de los personajes y las situaciones que se presentan casi de manera inopinada.

NM: La casa, escenario y mapa de la geografía humana en tu obra, alcanza el clímax en esta novela. ¿Es la familia el microcosmos que mejor nos define?

ER: Por supuesto. Allí está el germen de todo, y sobre todo de mis novelas.

NM: La novela está plagada de féminas (Uriela, Francia, Armenia, Lisboa, Palmira…). ¿Te obnubilan los personajes femeninos?

ER: Sí. Ellas son el referente principal, el eje central alrededor del que ocurre todo. Mi primera novela de largo aliento se titulaba Juliana los mira.

NM: ¿Qué papel representa el lector en el escaparate de los más de setenta personajes, tan dados al disfraz, con los que caricaturizas las capas burguesas?

ER: Es otro personaje. O, por lo menos, intento involucrarlo definitivamente en la historia. Que sufra y goce igual que los personajes de ficción. De eso se trata. Tiene que haber esa participación, empezando por el mismo autor.

NM: ¿Es casualidad que esa delgada línea entre la celebración y la fatalidad nos haga pensar en El Ángel Exterminador, de Buñuel?

ER: Admiro a Buñuel, pero no se me había ocurrido esa relación. Una de sus películas que más me gustó fue El fantasma de la libertad. No hace mucho mi compañera me informó de que en el cuento de una célebre autora hay un personaje que pone nombres de países a sus hijos. No he leído todavía ese cuento. Sí sabía que el maestro del libertador Simón Bolívar, el pedagogo Simón Rodríguez, ponía a sus hijos nombres de hortalizas, como un homenaje a Juan Jacobo Rosseau.

Evelio Rosero, autor de "Casa de furia"
Evelio Rosero, autor de «Casa de furia»

NM: Como las ciudades y países que dan nombre a la mayoría de las hijas de la familia Caicedo…

ER: Bueno, coincidí con ellos o ellos coincidieron conmigo. En Colombia es común el nombre de Francia en las mujeres.

NM: Entre el jolgorio y el vodevil, el abuso y la corrupción, aparece la muerte roja, y viene al recuerdo César Vallejo: “En verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue”. ¿Es así?

ER: Bueno, cuando hablan los grandes poetas es mejor quedarse callado…

NM: Tras la gran fiesta y la tragedia se masca una profunda incertidumbre, en el lector y en la figura de Uriela. ¿Lo compartes cuando miras en rededor?

ER: Sí, la incertidumbre total, en el aire. Pero a pesar de ella Uriela es la esperanza de la novela. Va a enfrentar su tragedia, su país, y seguro que saldrá adelante, que ninguna locura la va a minar.

NM: La exsenadora Claudia Blum, primera mujer presidenta del Senado colombiano, decía que “los males de Colombia nacen de un hábito de indiferencia emocional e individual frente al futuro común”. ¿Conformismo es una palabra irremplazable?

ER: La indiferencia tiene sobre todo su nido en el senado y el congreso del país, desde el presidente de la república hasta el último policía. También, por supuesto, es un mal enquistado en el ciudadano común. Son tantos los muertos a la fuerza, día por día, que ya nos acostumbramos a ellos.

Foto: Pablo Salgado / Revista BOCAS