El éxito del live action en el cine

Cuando Greta Gerwing anunció en 2016 que había comenzado a reescribir la historia de Mujercitas para adaptarla una vez más al cine, todos los ojos se posaron sobre ella, ansiosos por compararla con el clásico inigualable que Mervyn LeRoy dirigió en 1949. O con la versión de Gillian Amstrong, que recibió tres nominaciones a los Oscars. O, sin ir más lejos, con la novela de Louisa May Alcott que dio a conocer esta historia. Las comparaciones son odiosas, y en el caso de los remakes los espectadores nos recreamos con manifiesto disfrute en alabar nuestras películas favoritas y encontrar cada defecto, por imperceptible que sea, en todas las versiones que se hagan de ellas.

Cuando Disney, al igual que Great Gerwing y muchos otros directores y productores, se embarcó en la siempre delicada tarea de volver a producir un clásico, no se encontró solo con la mirada reticente de miles de fans de los originales, sino que estaba jugando con un estándar más difícil de satisfacer: los recuerdos de la infancia. Y es que el cómo han sabido respetar y a la vez innovar sobre las películas originales ha marcado el éxito de los diferentes remakes que se han hecho de sus clásicos de animación.

La imagen real: ¿peor o mejor que la animación?

El elemento que tienen en común la mayoría de los remakes de Disney es que la adaptación se ha realizado en imagen real. Personajes como Cenicienta, Bella o Mowgli eran encarnados por primera vez por una persona, rodeados de toda la magia casi real que proporcionan los efectos visuales hoy en día.

Pero la verdadera magia que siempre ha caracterizado a Disney, por encima de toda la tecnología CGI con la que cuentan estas adaptaciones, es la capacidad para apelar a nuestras emociones y al factor nostalgia. La bella y la bestia (2017) es una maravilla visual, pero lo que te cautiva de ella es una sensación que se parece a la que tenías cuando de niño te sentabas a verla frente al televisor. Y es en ese parecido, que te traslada a un lugar conocido pero no idéntico al que recordabas, donde Disney te gana y te pierde a la vez.

Por otro lado, los números son irrebatibles: Mulán, a pesar de ser uno de los live action más polémicos de la productora, hizo que el 30% de los suscriptores de Disney+ pagaran por ver la película, lo que recaudó aproximadamente 261 millones de dólares. O el hecho de que la versión de El rey león de 2019 se convirtiese en la cuarta película más taquillera de la compañía, veintiún puestos por encima de la original.

Además, en algunas ocasiones y especialmente en los últimos años, Disney también ha apostado por historias basadas en las originales pero centrándose en un personaje. En pleno auge de la figura del villano, Maléfica (2014) y Cruella (2021) se ha posicionado entre los live action mejor valorados de la compañía.

Con alrededor de 14 películas de imagen real pendientes de estrenar, no parece que Disney vaya a abandonar pronto esta tendencia que, aunque parece generar muchos detractores, es actualmente una de las apuestas más seguras de la compañía.