El cotilleo romano viene calentito en el libro ‘Crónica Rosa Rosae’

Libro 'Crónica Rosa Rosae'
Libro 'Crónica Rosa Rosae'

Hace unos días me asomé a la ventana del patio a tender y ahí estaban mis vecinas, hablando de que si Cleopatra montaba unas jaranas espectaculares, de quien se acababa de divorciar en la República Romana, de por dónde habían visto a Catilina y demás marujeos. ¡Las muy cotillas! Yo no soy así, de hecho, cuando se lo conté a una amiga, que no dejaba de hablar de que había un nuevo rollito en su oficina, me dijo que menos mal que no éramos de hablar de vidas ajenas… Vale, vale, esto no es real, pero… podría serlo. Y, es más, lo ha sido. Los cotilleos en la Antigua Roma no distan en casi nada de los actuales. Para muestra el último libro de Paco Álvarez, Crónica Rosa Rosae (editorial Larousse).

En Crónica Rosa Rosae nos encontramos un compendio de marujeos de la Antigua Roma al más puro estilo de revista de papel cuché, sí. Pero no solo eso. Es un libro que destila aprendizaje sobre el comportamiento humano, sobre nuestros instintos y sobre la historia del cotilleo. Y todo ello desprendiendo humor incluso sin empezar a leerlo. Ya en la contraportada, donde estamos acostumbrados a leer reseñas de revistas especializadas o de otros autores, aquí nos encontramos en el mismo formato comentarios de personajes históricos como: “Me veo obligado a escribir este elogio porque Paco tiene fotos comprometidas mías con Catilina”, Nerón. O “¿Paco Álvarez? No, no sé quién es. Ni idea. ¿Tienes fuego?” Nerón. Y si de ahí pasamos al índice… más humor. Con capítulos como “Cleopatra, la faraona más famosa (con permiso de Lola)”, “Los rumores, Rapahel, Séneca y la noche” o “Cómo hacer viral algo en el siglo I a.C.: la receta de Clodio”.

Presentado con un lenguaje divertido y reconocible Crónica Rosa Rosae no está exento de temas serios. Quizás porque es una indagación sobre el cotilleo. Un viaje a los orígenes (al menos a los que podemos analizar) a través de una investigación con perspectiva histórica de porqué el hablar de los demás es innato al género humano (y quizás a otros si pudiesen hablar). Es complicado escribir desde la historia y trabajar tan bien el humor y la ironía. Paco Álvarez lo consigue con referencias, actuales e históricas, mostrándonos la Antigua Roma tal como si fuese un entorno actual y apelando a ese cotilla que todos tenemos, más o menos visible, en nuestro interior.

También nos presenta una interesante reflexión sobre la veracidad de los hechos históricos. Si, como se suele oír, la historia la escriben los vencedores, aquí se profundiza en que quizás también la hayan escrito los más cotillas. Al menos los que más ponían la oreja en conversaciones ajenas y más se fiaban de los rumores. Y es que el cotilleo ha dado pie también a la cultura con mayúsculas, como los versos de Quevedo (el escritor, que creo que ahora hay que aclararlo) que recoge el libro en torno a la polémica de la muerte sobre un torero que la rumorología aupó a amante de la reina. La veracidad de lo que damos por seguro siempre pende de un hilo, y encontramos otro ejemplo en ese pulgar levantado que directamente relacionamos con los emperadores en las arenas, y que hoy se ha transformado en uno de los símbolos que más vemos en nuestro día a día, el de me gusta. No, no hay ninguna constancia de que sea real.

Así, página a página, se va mezclando la risa con el aprendizaje (vemos por ejemplo claramente las diferencias de la Roma de la República a la del Imperio) e incluso con la historia de la comunicación. Cuenta por ejemplo cómo en Roma quedaban para cenar pasando una tablilla de casa en casa, en la que cada invitado tenía que confirmar o cancelar asistencia tal como hoy hacemos en cualquiera de los miles de grupos de Whatsapp que coleccionamos. También cómo los periódicos oficiales romanos tornaron a convertirse en algo próximo a la prensa rosa.

La reflexión sobre la fama también es un continuo a lo largo de la lectura. La que hoy buscamos en redes sociales y la que antes se ganaba a base de relatos que se convirtiesen en grandes historias. De hecho es especialmente interesante el capítulo dedicado a la influencia de las redes sociales que cuenta con una analogía bastante graciosa en la que el autor presenta a un vecino que hace veinte años iba enseñando por ahí las fotos, en papel, de platos, selfies en el baño, gatos y demás. Le miraban raro, sí. Las redes han conseguido cambiarnos la mentalidad, aunque no las actitudes porque ya en la Antigua Roma había followers literales que seguían a sus patrones por la calle escuchando sus opiniones del día.

Me ha sido imposible escoger alguna frase concreta entre la cantidad de ellas que unen análisis social, aprendizaje histórico, reflexión, ironía y múltiples guiños a la actualidad. Y es que Paco Álvarez (“romanólogo” que colabora con televisiones, radios y revistas) demuestra conocer a la perfección los chismes de la Antigua Roma. Quizás incluso más que los de su vecindario. Quién sabe…