“A veces, cuando me miras, como ahora mismo, puedo sentir que me estás juzgando”, apostilla la escritora Sandra Voyter (Sandra Hüller) en Anatomía de una caída mientras combate hasta la extenuación el cargo por el asesinato de su marido. Su línea de diálogo entronca bien con los cuestionamientos de Víctima imperfecta, ópera prima de la directora belga de ascendencia canadiense Delphine Girard (Quebec, 1990), que rebasa los tópicos de agresor, víctima y testigo en su acercamiento a un caso de violación. La película, Premio del público en el Festival de Cine de Venecia, pone sobre la mesa la ambigüedad del relato, el limitado papel de la justicia y las implicaciones del juicio ajeno. La sentencia luego, a la salida del cine, corre a cuenta de cada espectador.
Nokton Magazine: ¿Víctima imperfecta replantea el significado de la palabra justicia?
Delphine Girard: Reflexioné sobre lo que es y qué papel tiene en la organización social, en la filosofía… Durante mi investigación revisé su historia. La Justicia Penal, la que castiga y encierra, es reciente. Hubo tiempos en los que ajusticiar consistía en que el conjunto de la sociedad se reuniera y la persona herida expresara qué quería que los demás hicieran, para que así todos pudieran seguir siendo parte de la comunidad. Me parece interesante porque hoy reflexionamos sobre cómo podemos, juntos, seguir encontrando posturas para separar víctimas de agresores.
NM: ¿Crees en la reinserción del agresor?
DG: Tengo la sensación de que la manera en la que la justicia está construida cierra los ojos al hecho de que la cárcel no hace ese trabajo de toma de conciencia y de desagravio. No resuelve los problemas de violencia que tienen los hombres que están ahí y no hay reparación para las víctimas. Este es un problema que revuelve. No concibo justicia sin reparación.
NM: La película traslada al largometraje tu corto Une souer (A sister), nominado al Óscar en 2020 con este mismo reparto. ¿Tuviste la sensación de que quedaban aspectos en los que profundizar?
DG: Sí, un poco, porque supe que la víctima real, en cuya historia me había basado, no se había presentado en el juicio. Todo había surgido cuando escuché, por casualidad, la grabación de la llamada de una mujer al servicio de emergencias. Había sufrido una violación y como su agresor estaba delante, disimulaba aparentando que hablaba con su hermana. Cuando concluí el corto, tuve la sensación de que no terminaba mal, habían encontrado a su agresor, pero no aportaba la voz de ella. Me parecía que ahí había algo más que contar.
NM: ¿Ha sido una tarea más exigente de lo que pensabas?
DG: Fui descubriendo las facetas de esta nueva dinámica. Lo más difícil, quizás, fue el tiempo, la duración. Es un peso reflexionar sobre la violencia constantemente, levantarme todos los días y volver a ver las secuencias y compartir con esos personajes esos momentos tan dolorosos.
NM: Con sus protagonistas, ¿trabajaste los personajes desde un ámbito más emocional o documental?
DG: Con cada actor lo planteé de manera distinta, pero partiendo siempre de que compartieran su punto de vista de la historia. Era importante alimentar lo que les permitía llegar a ese estado emocional. Me interesaba que conectasen con esos pensamientos porque en la vida vemos todo a través de nuestras lentes, somos el personaje principal.
NM: Durante la escritura del guión, ¿te preocupaba resultar directiva?
DG: Quería que mi punto de vista en cuanto a la agresión fuese claro, pero desde el primer momento y aún consciente de la complejidad, confiaba en el espectador para entrar ahí. Soy capaz de afrontar que Dary (Guillaume Duhesme), el agresor, no es «entre comillas» un monstruo, a pesar de lo incómodo que es pensar eso. Aly (Selma Alaoui), por su parte, no parece una víctima típica, ya sabes, dócil, decaída… y Anna (Veerle Baetens), la policía que atiende la llamada, elige no mirar hacia otro lado, pero traspasa la línea. Ofrezco un territorio donde la gente puede posicionarse sin que yo les obligue a pensar una cosa u otra.
NM: ¿Pesó más el punto de vista del relato o la conciencia colectiva?
DG: He buscado un equilibrio entre los dos. Para mí la escritura es una ida y vuelta entre lo que yo quiero defender y lo que descubro mientras lo hago. No quiero que los personajes se conviertan en marionetas. Me gustaría que mis creaciones contengan eso también: Una combinación entre mis ideas, reflexiones y sentimientos, pero dejando también que los personajes pertenezcan a la historia.
NM: ¿El cine herramienta contra la violencia?
DG: Sí, un ejercicio de empatía. Nos permite experimentar otras vidas e, igual, pensar más en los demás. Como espectadores tenemos la posibilidad de tener acceso a cosas que la Justicia no puede ver, ni entender ni referir, aunque sea la Justicia quien tenga la última palabra.
NM: Si la violencia se hereda, ¿es momento de que las nuevas generaciones decidan cómo quieren recordar el pasado?
DG: Creo que estamos intentando redefinir de dónde venimos, a dónde queremos ir… como sociedad. Somos herederos de la violencia de nuestros antecesores, pero tenemos que actuar en el presente para frenar esa transmisión. Está muy vinculado con el trabajo personal de cada persona en la mirada hacia sí misma, en inculcar reflejos… Yo misma soy consciente de que tengo pensamientos misóginos. He de desprogramarme, pero si no me cuestiono y lanzo el problema fuera, yo también soy parte de él.
NM: ¿Víctima imperfecta lo compensa?
DG: Tanto mis colaboradores como yo no hemos dejado nada, lo hemos cuestionado todo, cada punto de vista, hasta el final. No sé si soy la mejor persona para decirlo, pero creo que el resultado está logrado. Cuando estoy preparando un proyecto, no pienso en que otros van a ver la película. Me daría mucho miedo y nunca haría nada, pero intento crear lo que respondería a mis deseos como espectadora. Lo que más me gusta es que esto se junta con las necesidades y deseos de otras personas.