Las contraportadas de Cómo ser mujer (Caitlin Moran) y Cómo ser marido (Tim Dowling) coinciden en un mensaje de advertencia: ninguno de los dos es un libro de autoayuda. No se encuentra en ellos una respuesta ni clara ni definitiva a las preguntas que enuncian, respectivamente, sus títulos. Pero su lectura tiene un efecto decididamente reparador, que se acerca a lo que la autoayuda debería ser en un mundo ideal -en el que probablemente, por otra parte, un género así no existiría-. Y si es así es gracias a la decisión de sus autores de poner su intimidad al servicio del público con una máxima: el recuerdo de un error vale más que mil consejos. Y suele ser mucho más divertido.
Ubicados en ese faro de Occidente que es la Gran Bretaña de finales del siglo pasado y principios del presente –aunque Dowling sea, en realidad, un americano emigrado por amor-, ambos son un repaso sin miedo al ridículo a la esfera personal de quienes los escriben, con grandes dosis de humor y todo lujo de detalles, y que podrían resumirse en esa cita de Samuel Beckett que sigue invadiendo blogs y camisetas. “Siempre lo intentaste. Siempre fallaste. No importa. Inténtalo otra vez. Falla otra vez. Falla mejor”, dijo el irlandés. Moran y Dowling llevan décadas equivocándose. Y prometen volver a hacerlo.
“Mi exitoso matrimonio”, adelanta Dowling en la introducción de Cómo ser marido, “se ha forjado a base de errores”. Casi trescientas páginas plagadas de emergencias domésticas pero no por ello menos épicas, de horas muertas y de los fuck you en los que no escatima su esposa así lo atestiguan. “He llegado a mi actual situación –más de 25 años de matrimonio- por casualidad”, confiesa el periodista y escritor en el prólogo, aunque sí se permite dar una pista: “Cada día es una lección sobre lo que estoy haciendo mal”.
Una moraleja similar puede extraerse del autorretrato de mujer en construcción con el que Caitlin Moran ha conseguido que se identifiquen tantas lectoras: la mejor manera de aprender es equivocándose. Porque de malentendidos, relaciones fallidas, resacas y complejos se nutre este best-seller, a medio camino entre las memorias y el manifiesto (sobre todo en párrafos como los dedicados a la pornografía o los pelos de las ingles).
Cómo ser mujer y Cómo ser marido constituyen sendos retratos de la feminidad y la masculinidad contemporáneas. Al menos, de dos de ellas muy concretas. En el primer caso, de un feminismo mucho más práctico que teórico; de batalla, sí, pero de la del día a día: la depilación íntima, la masturbación femenina, los hombres que se portan mal, el entorno laboral, las tendencias de moda más pretenciosas o esa famosa que provoca sentimientos tan contradictorios (¿es una fresca, una mujer objeto o un estandarte de la liberación?). Y, sobre todo, más pragmático: parece que la meta de Moran es escapar de lo que le deprime y/o le aburre. Que, casualmente, suele coincidir con el machismo. Lección extraída: el machismo resulta profundamente aburrido.
Dowling, por su parte, retrata a un marido que ya no tiene por qué ser el que más dinero gane ni el que más horas pase fuera de casa de la pareja. Es más, es un tipo que se tira las mañanas en pijama y va a recoger a los niños al cole y al fútbol (a veces incluso termina involucrado en peleas infantiles callejeras) mientras contempla la ascensión profesional de su esposa y siente que pierde a gran velocidad el pasaporte al éxito profesional. Ojo, sin que nada de esto, confiesa abiertamente, llegue a importarle mucho. En realidad, cuando peor lo pasa es cuando le duele la espalda y su mujer se queja de lo pesado que se pone cuando está malo en vez de compadecerlo.
Cómo ser mujer y Cómo ser marido tienen mucho que ver, además, con una idea muy contemporánea: nosotros somos lo más interesante que nos pasa. Quién sabe si fue primero el huevo o la gallina; el caso es que hace tiempo que tanto los blogs como las columnas de revistas y periódicos están plagados de firmas que no comentan la última noticia internacional, sino que relatan su día a día. Y no como un recurso anecdótico, sino como hilo narrativo constante. Y parece que muy potente. Moran empezó su carrera como periodista musical, pero poco a poco se convirtió también en una voz feminista relevante gracias, precisamente, a la confesión de sus propias experiencias. Dowling, por su parte, explica con extrañeza cómo, poco después de improvisar, falto de inspiración, una columna sobre su familia, la directora del Guardian Weekend le pidió que, por favor, no dejara de escribir sobre “esa esposa tan divertida”. Al final, esa esposa, a la que ha convertido en un personaje popular y admirado entre sus seguidores, y su marido se convirtieron en un libro.
Consejos vendo, que para mí no tengo, reza el dicho popular. En estos dos libros -que, como aseguraba una crítica de The Spectator de Cómo ser marido, han inventado “un nuevo género literario: el libro de autodestrucción”- la única estrategia a seguir deliberadamente es vivir. Y contarlo.
Fotos: chrisdonia (cc) / Riverside Agency (cc) / YouTube