Era un cabrón entrañable (James Gandolfini, 1961 -2013)

Podía decirse que era el Cabrón Primero, el Cabrón original, la primera muesca de una cadena de antihéroes.

 

Era un cabrón entrañable, y lo queríamos por ello. Podía decirse que era el Cabrón Primero, el Cabrón original, la primera muesca de la rueda de una (hoy en día) cadena de producción de antihéroes de televisión. Walter White, Luther, Don Draper. Legiones de personajes caracterizados por lidiar con su imagen pública y privada, su vida familiar y el negocio que maneja (y define) sus vidas. Pero Tony Soprano fue el primero, el origen de todos los perfiles: Los Soprano inauguró la idea (algo corrosiva e inmoral, todo hay que decirlo) de que el héroe de televisión de muchos veinteañeros, treintañeros y más allá reunía el mismo perfil: cínico pero terriblemente noble, manipulador pero amigo de sus amigos, infiel pero defensor extremo de sus hijos. En definitiva, un cabrón. Y vaya si lo queríamos por ello.

The Sopranos

Queda un poco mal quizás recordar a James Gandolfini por su papel como Tony Soprano, pero este tipo quedó para siempre inmortalizado por esa figura oronda vestida en bata que cuidaba de los patos de su piscina. No nos engañemos. Tony Scott sabía lo que hacía cuando lo hizo alcalde de Nueva York en su remake de Atraco al Pelham 1,2, 3. Katheryn Bigelow sabía lo que hacía cuando lo contrató para hacer un par de escenas como jefe de la CIA en La noche más oscura: invocar una presencia familiar que une a padres e hijos en un extremo lazo de cariño y complicidad (inolvidable aquella sesión que viví en la que, al aparecer en pantalla su figura, el público gritó: “¡el que faltaba!”).

Sin embargo, James Gandolfini ya era un auténtico monstruo, un pequeño robaescenas de películas grandes y pequeñas, desde una paliza a Patricia Arquette en Amor a quemarropa pasando por ese asesino pasado de vueltas de Mátalos suavemente. Al fin y al cabo, James Gandolfini, fue mucho, mucho más que un cabrón entrañable, antes y después de Los Soprano. Disfrutar de su legado es lo que nos queda ahora.

Hasta luego, jefe.

Fotos: HBO