La Feria del Libro es un evento peculiar. No hace falta estar mucho tiempo deambulando por allí para ver mezcladas cosas muy diferentes entre sí. Un robot hecho de botellas de plástico recicladas, becarios del CEU, músicos callejeros, captadores de socios de ONGs, monjas, corredores asiduos a El Retiro, libreros desesperados por que alguien les compre, una mujer árbol, escritores que miran con cara de cordero degollado deseando que alguien les pida una firma, hordas de ancianos haciendo cola para saludar a Pío Moa, Ana Botella comprando libros para aprender inglés.
En los 364 expositores de la feria de este año, el protagonista es, evidentemente, García Márquez. La obra del colombiano está en la mayoría de las casetas, con ediciones de todos los formatos y precios. Es un buen momento para conseguirla, aprovechando el 10% de descuento que tienen todos los libros en la feria , una bajada de precio que siempre se agradece pero que realmente es irrisoria teniendo en cuenta que el precio medio de un libro en España es de 14,50€ (dato de 2012), cantidad que se incrementa considerablemente en los de nueva publicación.
Cuando termine esta 73ª edición el próximo 15 de junio, alrededor de 900 autores habrán estado firmando en la feria. O al menos lo habrán intentado, porque no es tan difícil ver a algún escritor con expresión lastimera, con la pluma destapada ya medio seca, agotando conversaciones incómodas con el librero de turno que por dentro se arrepiente de haber traído a ese autor cuyo libro parece haberle gustado sólo a él y a la madre del susodicho.
Las rachas de buenas ventas están condicionadas, aunque no lo parezca, por el sol. Por las mañanas, el astro rey reparte justicia en todas las filas de casetas por igual, algo que aprovechan las improvisadas cafeterías de la parte central para cobrar casi tres euros por un refresco (en este caso hay que hablar de un 10% de aumento), pero por las tardes una de las filas recibe los rayos de sol de pleno, provocando el sofoco de los vendedores, que se cuecen dentro de los habitáculos y espantando a los posibles compradores, que se van a la fila que está más resguardada del calor.
Como en los toros, seguro que la sombra en la Feria del Libro se paga más cara, y como en estos, también hay mucho de bochornoso espectáculo. Es triste ver que las firmas más concurridas siempre son las de personajes televisivos que probablemente no sepan ni cómo se titula “su” “libro” (sí, sí, las comillas están bien puestas, reflexione). Otro caso es el de la literatura infantil, con Peppa Pig, Tea Stilton o Pancho, el perro millonario. Pero ahí no cabe el llevarse las manos a la cabeza, hay que estar muy loco para no preferir una rúbrica perruna antes que una de César Vidal.
Fotos de Pieronius / Yukino Miyazawa (cc)