Un viaje a los Templos del Júbilo de los años veinte

Los templos del júbilo, de Kate Atkinson.
Los templos del júbilo, de Kate Atkinson.
Kate Atkinson nos lleva al Soho londinense de los años veinte con su última novela, 'Los templos del júbilo'.

El popular barrio londinense del Soho sigue siendo la meca de la vida nocturna, el centro neurálgico del ocio de la ciudad. Pero en algún momento fue mucho más salvaje, más libertino, más carente de límites. Concretamente durante los años veinte, cuando rendían constante homenaje a la máxima del Carpe noctem. Y es ahí a donde nos lleva Kate Atkinson en su última novela, Los templos del júbilo.

Hoy el epicentro de Londres es lugar de entretenimiento, de alta gastronomía, de buena música… Hace cien años también lo era de un mundo que comenzaba a desperezarse de la Gran Guerra (cuyas repercusiones también están presentes en la novela) y que lo hacía dejándose llevar por los instintos a través de noches salvajes, baile, alcohol, drogas y todo lo que ello conlleva; mafia, ilegalidades, asesinatos, clanes de ladronas, sueños (rotos y cumplidos)… Todo esto rebosa en Los templos del júbilo (publicada en España por AdN), una novela sobre una época y sobre las diferentes perspectivas que cada momento histórico genera en la sociedad. Una novela, que como descubrirá el lector, no es tan de ficción como parece.

Kate Atkinson parte concretamente del año 1926 y de la familia Coker, cuya matriarca, Nellie, ha creado su propio emporio de clubes nocturnos. Los clubes más demandados y más de tendencia de la ciudad. Pero no es el único personaje sobre el que pivota la obra ya que los capítulos van entrelazando la historia de la familia Coker (De Nellie y sus seis hijos, cada uno a la cabeza de un club) con la del inspector Frobisher que vive con la ambición de limpiar la vida nocturna de lo ilícito, la bibliotecaria Gwendolen que nada más llegar a Londres se verá transformada en una especie de espía y Freda, que aporta la perspectiva de la joven que llega a la ciudad deseosa de alcanzar la fama. La novela entrecruza así la vida de todos estos personajes, cargada de giros y de destinos que no son los que parecen, llevando al lector a un viaje único hacia una década irrepetible pero también hacia una variada gama de emociones que destilada por los anhelos de cada protagonista.

Y es que la época, esos años veinte que tanto juego nos dan para revivir la emoción por la vida, es también otro de los protagonistas. El cuidado con el que Atkinson trata cada detalle de la época; marcas (de bombones a tabaco), vestimenta, coches, bebidas, juego, interés por el esoterismo y la egiptología… pero también el de los policías comprados que cambian de bando, los bajos fondos, o el auge de la cocaína y la morfina (también a tenor del fin de la guerra), dota a la novela de un realismo vivaz.

Las diferentes tramas que se van entrelazando en Los templos del júbilo van adquiriendo velocidad a medida que pasamos páginas. Si bien al principio la novela se hace un poco más lenta en la presentación de personajes, después adquiere un ritmo trepidante sin dejar de lado la necesidad de que el lector profundice, desde diferentes perspectivas, en un momento histórico que, ya por sí mismo, es apasionante.

Cada escena está engranada para generar en el lector la necesidad de avanzar, de conocer las motivaciones y los deseos de esos personajes que, con diferentes puntos de partidas, se ven envueltos en una realidad cargada de ganas de avance y falta de límites; en una sociedad que pone el desenfreno en el centro de sus vivencias. Donde las fiestas de disfraces se han popularizado, la noche tiene más actividad que el día y la tensión por la integridad personal es permanente en el aire. Poco a poco conocemos los clubes nocturnos (frecuentados por la realeza y la élite), sus habitantes y sus entresijos (su jolgorio pero también las guerras de poder) y es en ellos donde Los templos del júbilo adquiere toda su idiosincrasia.

Algunos lectores han visto en esta novela una mezcla de Peaky Blinders y El Gran Gatsby, no me parece una analogía desacertada. Desde luego es un gran viaje a un momento irrepetible, a un Londres que ya solo nos queda en los libros.