De pensar en tener un hijo juntos, los protagonistas de 10.000 km, Álex (Natalia Tena) y Sergi (David Verdaguer), pasan a tener un océano en medio, cuando ella se marcha un año a Los Ángeles para llevar a cabo un proyecto profesional y él se queda en Barcelona. Como la vida misma. Carlos Marqués-Marcet dirige este sincero y conmovedor retrato de las relaciones en la distancia y la distancia en las relaciones en los tiempos del Skype. Aprovechando el paso del filme, que se estrena el 16 de mayo, por el Festival de Cine de Málaga, donde tuvo una cálida acogida, Nokton Magazine charló con su realizador.
Marqués-Marcet sonríe cuando le dicen que la de la película parece la historia detrás de tantos españoles por el mundo. “El tema, evidentemente, es algo que mucha gente está viviendo”, reconoce. “Es algo que se ha tratado, pero, muchas veces, tienes la sensación de que se trataba alrededor, de que se intenta narrar una relación de distancia en los momentos en los que la pareja se encuentra, y aquí el reto era narrar la distancia pero en la distancia”, explica.
10.000 km es, como su propio director ha confesado en varias ocasiones, una película arriesgada: todo su peso se deposita únicamente sobre los hombros de dos actores, Natalia Tena, una británica de padres españoles a la que muchos conocerán por su papel como Osha en Juego de Tronos, y David Verdaguer, una cara conocida en el teatro y las series catalanas. Ambos fueron premiados por su trabajo en la película en el festival South by Southwest (SXSW), que se celebra en la ciudad tejana de Austin.
“Era básico que existiera química entre los dos”, reflexiona Marqués-Marcet. Ése constituía uno de los tres retos principales del proyecto. El segundo, nos cuenta, era “que el público se los creyese como pareja, con toda su historia; que en cada pequeño gesto que hicieran tuvieras la sensación de que habían estado juntos siete años y ahora estaban separados”.
Y el tercero consistía “en manejar los puntos de vista de cada escena”, para construir un filme en el que resultara difícil, como, efectivamente, resulta, constatar que solo hay dos actores. “Cuando empezamos a escribir el guión, había más personajes y más escenarios, pero no necesitas nada más para entender la historia”, señala el cineasta, que subraya que “Natalia y David hacen un trabajo fenomenal y consiguen que creas que estás espiando a una pareja”.
10.000 km se adentra con una naturalidad admirable en nuevos canales de comunicación como el programa de mensajería Skype, la red social Facebook, Google Maps e, incluso, el cibersexo en una relación consolidada. Cuando empezó a trabajar en el proyecto, Marqués-Marcet se dio cuenta de que “era muy cinematográfico hablar de este tema, porque se trata de comunicarse a través de pantallas y cámaras”. “Sin necesidad de grandes producciones”, indica, “podía haber una película que resultara visualmente muy interesante”.
La película también habla, a través de la historia de la fotógrafa que se marcha un año a Los Ángeles para dar salida profesional a su vocación, del peso de las elecciones en un mundo en el que parece que nadie debe dejar escapar ninguna oportunidad.
“Somos una generación a la que le han enseñado que ser profesionalmente útiles y ser productivos para la sociedad es lo primero, pero, realmente, no tiene por qué ser así. Yo soy el primero que me he ido y que soy un workaholic, pero admiro mucho a la gente que dice que no, a la gente que se queda. Admiro mucho a todos los directores que se han quedado y están luchando. Me parece mucho más noble”, expresa Marqués-Marcet, que especifica que su generación vive en una dicotomía entre hedonismo y trabajo en la que “a veces falta tiempo para aburrirse y sacrificar los planes individuales”.
La idea germinal de la película nació en un proyecto en el que Marqués-Marcet trabajó hace tiempo para conocer los efectos de la mediación de la distancia, o, como dice él mismo, “qué pasa cuando se intenta anular la distancia física a través de la tecnología”. Relaciones como la de los protagonistas de la película eran impensables hace décadas; cuando no existía Skype, para muchos, un novio al otro lado del Atlántico dejaba de ser un novio. Las parejas a distancia continúan teniendo partidarios y detractores; sin embargo, la tecnología crea, al menos, la ilusión, de que el contacto ha dejado de tener barreras.
Ilusión es, como señala Marqués-Marcet, una palabra muy importante en el proyecto de 10.000 km: “Ilusión tiene un doble significado: la ilusión como espejismo y también la ilusión como las ganas de algo. Son las dos caras de una misma moneda que nos interesaba explorar. Si estás del lado del espejismo, evidentemente, no va a funcionar, pero si estás del lado de la capacidad de construir un futuro conjunto, de saber que la distancia es transitoria y que siempre hay una manera de encontrarse, entonces sí que funciona. Se trata de ver de qué lado de la ilusión estás”.
Fotos: 10.000 km la película