Se aproxima la navidad y con ella los buenos deseos. Todo el mundo quiere mostrarse más alegre, colaborar, participar para crear buen ambiente, lleno de espíritu humano. Este es el momento en el que aparecen los mercadillos solidarios, con la intención de recaudar fondos para alguna ONG u organismo humanitario. Son iniciativas imaginativas y que se montan con muy pocos medios.
Del 27 al 30 de noviembre se celebró un mercadillo solidario en la calle Carretería de Cuenca. Una iniciativa partida de los alumnos de segundo de Educación Social de la Universidad de Castilla la Mancha, a raíz de un trabajo para la asignatura “Animación Sociocultural” que imparte la profesora Isabel Mª Ferrandiz. Empresas y particulares han colaborado para abastecer de materiales los mostradores y la recaudación irá destinada íntegramente al Banco de Alimentos. Esta propuesta se enmarca en otra a nivel nacional bajo el lema “La Gran Recogida”.
Visitamos el mercadillo al día siguiente de la inauguración para evitar el tumulto que se genera alrededor de las personalidades que allí se dieron cita. Buscamos conocer las intenciones que han movido a los alumnos de Educación social a montar una parada con secciones distintas a la altura del cruce con la calle Sánchez Vera. Al llegar, en la acera de la izquierda, vemos un largo mostrador en el que se ofrecen distintas mercancías; a la derecha, de una estructura de aluminio, cuelgan pañuelos tras los cuales podemos ver cuadros y muestras de arte.
Comenzamos en la librería. Allí encontramos variados títulos, desde libros infantiles a Manhattan Transfer de John Dos Passos. Según nos dice una voluntaria, podemos adquirir libros desde un euro. Pasamos a la sección textil. Nos comentan que varios deportistas han donado prendas y han apoyado el evento con su presencia. El equipo local de rugby femenino y El UB Conquense también visitaron el mercadillo. Tras las prendas de vestir, encontramos las obras que los alumnos de Bellas Artes aportaron.
Continuamos la visita. Allí, entre figuritas de porcelana y peluches, hay una cesta que anuncia una rifa. Una joven voluntaria nos muestra los premios: jaboneras con sus correspondientes pastillas, galletas artesanas, botellas de vino… Luego, una cesta con sobres de premio instantáneo al precio de 20 céntimos: llaveros, agendas y el premio gordo, un viaje valorado en 800 euros..
No solo se ofrecen bienes: el mercadillo solidario también ha organizado actividades que van desde la firma de autógrafos de los deportistas y exhibiciones de deporte (zumba, balonmano, spinning…) hasta globofexia, talleres de flamenco y teatro.
Dejamos atrás los juguetes. A través de Alfredo Hortelano, localizamos a Ferrandiz. Hablando con ellos, nos cuentan cómo surgió la iniciativa de “proponer un proyecto más real para dar solución a problemas, en lugar de adoptar una perspectiva más utópica”. Cuentan cómo más de 20 municipios y 100 entidades privadas han colaborado con donaciones de bienes, comida, logística… El año pasado se celebró un evento similar pero con espacio más limitado en el Campus de la Universidad. “La gente aporta lo que puede, cosas nuevas, cosas de segunda mano que todavía tienen buen uso… los alumnos de Educación Social hicieron manualidades pensando en el mercadillo… todo lo que se pueda reutilizar y para ayudar al Banco de Alimentos” nos dice Ferrandiz.
Es ella la que nos cuenta que al final de la calle hay una atracción muy especial.
Volvemos tras la comida hacia el final de la calle Carretería, donde comienza la Plaza de la Constitución y vemos un par de familias que rodean un objeto blanco y de grandes dimensiones. Se trata de un avión planeador para la práctica de vuelo libre. Con la carlinga abierta, niños y no tan niños se turnan para fotografiarse en el interior de la cabina a cambio de un pequeño donativo. La longitud de sus alas es impresionante y el diseño aerodinámico le confiere aire futurista.
Conversamos con Francesco Padovano, instructor de vuelo de la Escuela Nacional. Nos cuenta que posee el avión en asociación con otros pilotos y que con él se ha conseguido batir el Campeonato Nacional de Vuelo sin Motor. Es un modelo de competición de 1964, algo antiguo pero asegura que aún se defiende muy bien. “Ha tenido mucha aceptación, se ha recibido con mucho interés: niños en cantidades industriales… y ha sido una sorpresa porque los más mayores sí que conocían el vuelo sin motor. Se ve que ha habido una interrupción generacional porque hasta los 30 años lo saben, de 30-50 ni idea y de 50 en adelante todos saben lo que es un planeador” nos comenta Francesco que agradece el gran sentido de la colaboración de la ciudad y el esfuerzo de los estudiantes de Educación Social.
Nos alejamos del mercadillo. Atrás quedan la veintena de alumnos y voluntarios que soportan la gélida temperatura de estos días en Cuenca con una sonrisa.