Del Juan Sebastián de Elcano, el buque-escuela e insignia de la Armada Española, podemos enunciar decenas de datos como si nos sumergiéramos en las cepas de una enciclopedia. Su nombre honra al primer marino español que dio la vuelta al mundo (1522) y su cometido primordial consiste en formar e instruir durante su crucero a los alumnos que están ultimando sus estudios en la escuela naval (los famosos guardiamarinas) y los aspirantes a los rangos de Cabo y Cabo I en la especialidad de “Maniobra y Navegación”. A ojos de un profano marinero en tierra, una embarcación de distinguida y abrumadora figura -con todo el cuerpo de velas desplegado vale por medio campo de fútbol- que navega desde hace casi 90 años como un siglo atrás, sin vanguardias hidráulicas y a una velocidad de apenas 9km/h.
A ese arrullo de sereno avance, en contraste permanente con la enérgica y frenética actividad de sus más de doscientos tripulantes, se refiere el título del documental La vida a 5 nudos (a bordo del J. S. de Elcano), una inmersión en la longitud humana del emblemático navío presentada en el Festival de Málaga y el Maremostra de Palma de Mallorca. Su director, Alejo Moreno -crítico y realizador de Días de cine (La2 de TVE)-, no quiso quedarse en la superficie de su leyenda o de la retórica técnica, sino descubrir -despojado de prejuicios- “la sensación física, dura y hermosa a partes iguales de lo que significa navegar como antaño”. Soltamos amarras y marcamos el rumbo para acompañar al cineasta en la travesía de Cádiz a Tenerife y de Santo Domingo a Nueva York, antes de que marche a Londres a rodar su nuevo proyecto.
Nokton Magazine: Cuando la productora Laura Gómez, socia y amiga, te propuso subirte en el Juan Sebastián Elcano para grabar la vida a bordo, ¿qué te empujó a enrolarte?
Alejo Moreno: El mar me interesa como tema. La navegación clásica, el marinero como carácter y personaje, me fascinan. Tenía además una enorme necesidad de rodar, estaba loco por hacer un largo y había invertido años en levantar una ópera prima que no llegó a puerto. Sentí el impulso de asumir el riesgo. Lo sabía antes y ahora lo sé mejor. Rodar en un barco es muy complicado. No les puedes pedir que paren su trabajo. Te tienes que adaptar a su ritmo y en poco tiempo. Por la estrechez usas equipo ligero y aunque te permite moverte mejor te limita en la captación de planos de más de doscientos hombres.
NM: “Escrota de cangrejo y foques”. Dicho así, asusta a cualquiera. ¿Fue largo el proceso de avituallamiento a los tecnicismos navales?
AM: Al principio andaba despistado. De repente el oficial de turno te daba las instrucciones y donde se iban a desarrollar y parecía que te hablaba en chino. Yo había navegado antes y Laura es capitán de yate, por lo que a veces hacía de traductora. Como hicimos dos viajes con ellos, durante el segundo íbamos muy sueltos. Cuando vino el sonidista al segundo rodaje me di cuenta lo perdido que iba él y lo que llevaba aprendido yo.
NM: Aunque no tuviste oportunidad de subirte a Elcano una tercera vez para contar con algo más de material para montaje, seguro que si tuvieras que quedarte con unos pocos planos de todo lo rodado, algo destacarías.
AM: Sí, lo que ves en la película está muy aprovechadito. Cuando ya llegamos a Nueva York y dominábamos la materia no pudimos obtener un poco más de tiempo. Te diré que por el marco, el ritmo interno de la escena y lo que significaba, me quedaría con el momento en el que reparan las velas. Se ve un plano de la vela caída y, al fondo, los marineros cosiendo y detrás el mar corriendo. Esa imagen me parecía de cuadro de Velázquez o algo parecido. Era muy pictórico, sobre todo por lo que tenía de añejo la propia actividad de coser de esa manera. Primero la resolución de toda esa colaboración entre ellos y después el sosiego y el rumor del mar.
NM: ¿Y de lo que tu memoria fotografió?
AM: Una noche aprovechamos para que el sonidista grabase sonidos de las olas porque a bordo hay mucho ruido de todo tipo de motores y es difícil captar un sonido limpio. Mientras esperaba a que terminase, me tumbé en la cubierta y miré hacia el cielo estrellado -en medio del Caribe- y las velas hinchadas. La luna estaba llena y se veía la oscuridad. Era una sensación de que nos rodeaba el universo, como estar en el siglo XIX.
NM: Carlos I de España otorgó a Elcano un escudo de armas con la leyenda latina “Tu primus circumdedisti me”. “Tú has sido el primero en rodearme”. ¿Qué dota de personalidad única a este buque?
AM: En cuestión de la Armada es el único buque blanco, es decir, el único que va a vela. En otros viven mucho en interior, aquí casi todo el tiempo en cubierta. Si lo investigamos, no hay tantos navíos que estén en activo que tengan cuatro palos y naveguen todos los años. Hablamos de que Elcano lleva casi un millón setecientas millas náuticas a sus espaldas y más de medio centenar de destinos en sus mastiles. Ni siquiera se acerca el Catysar de los ingleses. El nuestro es el modelo por el que se han guiado todos los buques-escuela de hispanoamericana. Hay una vinculación emocional y lo ves en el recibimiento cuando recalas allí.
NM: ¿Los marineros de carácter militar también corresponden a ese perfil utópico de lobos de mar?
AM: Los marineros en general son gente sensible, tienen una particular forma de mirar el mundo. Al mismo tiempo, es muy difícil hablar con ellos en esos términos y que lo puedes registrar con la cámara. Ellos hubieran adorado un resultado más épico en el documental, pero yo acudí a rodar sin preconcepciones ni grandilocuencias. Lo que no me esperaba era encontrar una relación bastante natural entre mando y subordinados, incluso afectuosa.
NM: El ejército en cualquiera de sus formas proyecta, o así se percibe, una imagen hermética.
AM: Después de esta experiencia, puedo decir que sólo aparentemente. La actitud del comandante fue muy receptiva. Es cierto que ante cualquier posible suspicacia nosotros quisimos mojarnos desde el minuto 1. Les pedimos dormir en el sitio más incómodo del barco, con los guardiamarinas, que viven una experiencia de convivencia, esfuerzo y sacrificio muy intensa –el objetivo principal de su instrucción-. Les sorprendió mucho que hiciéramos las guardias completas. Dormíamos como ellos cuatro horas, pasábamos frío, nos empapábamos literalmente. Está claro que si no les apasiona lo que hacen, a esas alturas ya habrían abandonado.
NM: En el verano del 2014 saltaba a la palestra de la opinión pública un lastre para el impecable curriculum del Juan Sebastián de Elcano. Algunos de los miembros de la tripulación transportaban droga en sus bodegas. ¿Hay algo de justicia poética en este documental?
AM: Estoy encantando de alguna manera de poder ser útil, pues su tripulación está formada por gente a la que aprecio. Con lo que pasó se echó por tierra su trabajo y todo por lo que siempre se han enorgullecido. Hemos sido testigo de algo que quizás ya no sea así después de lo que ha pasado. No es un documental propagandístico ni por petición de la Armada y no se hizo para contrarrestar esa información. Lo que sí decidimos fue no incluir ninguna referencia. Yo quise retratar qué significa navegar y la fotogenia de la gente a bordo, que se expresa a través de su trabajo. A veces tan artesanal que está extinguido como oficio. Que se lo digan al mecánico tornero que repara con cariño esa maquinaria que tiene más de ochenta años. Esto ya sólo existe aquí.
NM: Nada debía robar el protagonismo a la narrativa del propio barco. Tampoco en lo formal.
AM: Sí, el protagonista es el buque y las casi 300 personas que lo conforman. Si hubiéramos utilizado la voz en off, por ejemplo del comandante, hubiéramos impedido que el espectador se sumergiera en el documental, que viviera una experiencia individual. No queríamos conducir el discurso, sino que lo hiciera el tránsito de la vida a bordo.
NM: ¿Qué le debes a tu veteranía en Días de cine?
AM: Saco sobre todo experiencia de horas de vuelo de montaje. Yo sé de muchos realizadores que no montan y creo que es un error porque como director generas las unidades narrativas que luego conforman la secuencia.
NM: Te habrá sido imposible no pensar en el Acorazado Potemkin…
AM: Por supuesto. Era lo que yo tenía en la cabeza antes de arrancar el rodaje. Sus planos son considerados los más bellos del cine bélico. En eso le debo mucho también al programa (Días de cine). Me ha educado el ojo y aportado muchos referentes. Por ejemplo, pensaba en los documentales de Frederyck Wiseman con esa intención de documentar la rutina en el barco con todas sus pequeñas cosas. Pero, ¿qué importa el nombre? Hay una frase de Orson Welles que habla de unas estatuas de unos cantores que dice algo así como que son anónimos y sin embargo siguen cantando. Lo que importa es hacer una buena obra.
Después de su paso por certamenes como el de Málaga, el filme se presentará en distintas ciudades de mano de su equipo. Aún no se han cerrado las fechas.
Fotos cedidas por Borrasca Producciones.