La belleza son los muslos de Angelina Jolie y el escote de Scarlett Johansson. Luego está la gracia. La gracia es y puede ser relativa. Distinguimos gracia en la gente por muchos motivos: la forma en la que uno habla, se mueve y ocupa un espacio. La manera en la que alguien se ríe y llena tu mente de luz.
La ciencia tiene una explicación científica y racional para esto, la teoría de las siete manadas que poblaban la Tierra hace millones de años. Nuestro paso por este planeta se basa en encontrar a los miembros de nuestra manada, separados por cemento, aire y mar. Identificar y reencontrarnos con la gracia es la misión secreta de nuestro cuerpo, como si las moléculas que componen nuestros tejidos tuvieran memoria y nos empujaran a la búsqueda de esas personas que aún no conocemos, tocadas por la misma luz.
No sé mucho de arte o estética, pero creo que Uma Thurman tenía gracia. Su carrera se movía entre destellos fugaces de genio nunca correspondido por el público pero actuaciones como las de Pulp Fiction o Kill Bill, bien merecen un gran reconocimiento. Incluso en Secretos compartidos estaba espectacular. El martes, al asistir a la premiere de la nueva mini serie de la NBC The Slap ( drama de amistad sobre cómo todo se desmorona en la vida de sus personajes por culpa de una pelea de niños), la gracia se convirtió en otra cosa: piel estirada, labios rojos. Lo mismo que les ocurrió a Rene Zellweger o Madeleine Stowe. Los terrores de la Nueva Carne, tratando de volver a la belleza carnosa de la juventud. Por supuesto, cada uno es libre de hacer consigo mismo lo que quiera, el problema es el escrutinio mundial al que se someten estas famosas y que termina en cirugía estética a la escalofriante edad de (glups)… 44 años.
Lo que me recuerda una entrevista que acabó en lágrimas. Dustin Hoffman hablando del rodaje de Tootsie. El instante en que pidió a su equipo de maquillaje que lo «hicieran como una mujer guapa». «Esto es lo que hay, Dustin», le dijeron tras un par de horas de trabajo. «Me cago en la leche, John», les contestó Dustin. «pues esto no me lo follaba ni con un palo». Cuenta Dustin que entonces lo entendió.Cerró la boca, pidió el día libre en el estudio, volvió a casa con su mujer y se echó a llorar.
En Knight of Cups, última película de Terrence Malick presentada estos días en la Berlinale, Christian Bale dice: «identificamos la gracia en las personas porque nos acerca a la belleza primaria de los ángeles». No sabemos si Bale lo decía pensando en su compañera de reparto, Natalie Portman. No soy aficionado a exaltaciones religiosas pero entiendo una cosa, y la entiendo sobre todo ahora: necesitamos encontrar y apreciar a estos seres, extraordinarios y únicos. Fuera o dentro de la pantalla, da igual que hablamos de una película o de la vida real. Estamos tan perdidos y lejos de nuestra manada, arrastrados por modas y redes sociales, que lo olvidamos y buscamos ayuda en cirujanos y terapéuticos de la carne (y el alma). Yo lo olvido.
Dicen que las personas tocadas por la gracia deben parecerse a nosotros. Quizás estén a nuestro alrededor, esperando conocernos para apartar de nuestras cabezas (por un instante) el miedo a la muerte. No lo sé. Por eso mismo (por no encontrar, por no saber) creo que tenemos que cambiar de actitud y empezar a aprender.
Aprender a mirar. Ahora más que nunca.