Netflix y el verano son ese pozo sin fondo que te dejan la cabeza hueca y frita a causa del calor. Da igual que te refugies en el ventilador, él hará de las suyas con tu cerebro. Cuando se dan estas características, buscamos alternativas para divertirnos que no impliquen desgaste físico. Sentarte en el sofá a ver series es una de ellas. Jane The Virgin, ha sido uno de mis últimos descubrimientos, con una trama telenovelesca a la par que adictiva, la serie es una adaptación de la venezolana Juana la Virgen. En ella, vemos cómo Jane, siendo virgen, se queda embarazada por un error médico. A partir de ahí empiezan todos sus problemas.
Con dos temporadas emitidas y a la espera de la tercera, la producción se ha convertido en una de esas citas en las que los fans se sientan frente al televisor, comentan la retransmisión en redes y crean toda una religión (nunca mejor dicho). Con Jane the Virgin, la cadena CW ha conseguido reunir a ese público que tan fiel le fue en Gossip Girl. ¿Y es que, quién no se ha enganchado alguna vez a una trama telenovelesca? La adaptación, además, cumple a rajatabla los mandamientos de las grandes producciones sudamericanas.
Con un narrador omnipresente, la serie nos presenta a Jane y a su familia, su madre y su abuela. La protagonista, cumple con el deseo de su abuela: llegar virgen al matrimonio y para ello, cuenta con su novio Mike. Hasta aquí todo es perfecto, pero a Jane se le complica la vida cuando sufre por accidente, una inseminación en el ginecólogo y queda embarazada.
En el cuento de hadas, chapado a la antigua y lleno de clichés de Jane, todo se desmorona. Entra en su vida un nuevo amor, la mala-malísima mujer de éste, un padre al que no conoce, el final de su carrera universitaria y un sinfín de catastróficas, o no, según cómo se mire, desdichas. Cuenta con los ingredientes para que su narración y su discurso sean entretenidos y queramos saber más de la vida de todos sus integrantes.