Poeta viene del latín y formaba parte de los sustantivos de la primera declinación. Dicen los estudiosos, en su mayoría, señores con gafas, que las palabras de la primera declinación del latín eran de género femenino. ¿Todas? No, todas no. Como bien indicaban esos señores estudiosos con gafas, había un puñado de términos de la primera que en realidad eran de género masculino y eran sobre todo nombres de oficios propios de varón. Se antoja un poco aventurado pensar que las labores relacionadas con los versos sean solo y únicamente propias de varón.
Igual que en 2016 la nómina de autores homenajeados se centraba principalmente en los hombres, porque no vamos a devaluar el peso específico de las vidas y las obras de Miguel de Cervantes, Rubén Darío, Shakespeare y Buero Vallejo, en este 2017 nos hemos propuesto que las figuras que rescatemos a nuestra memoria sean dos gloriosas mujeres. Dos trabajadoras de la palabra y de la creación poética, una a cada lado del charco y cada una con un ámbito de influencia muy diferenciado pero que, por motivos que no entraremos a valorar, han quedado en un segundo plano. Este año será su año.
Violeta Parra
Decía el también poeta Nicanor Parra (y hermano de la susodicha) que «todo es poesía menos la poesía,» pero también escribió un maravilloso poema que no pudo acertar a titular mejor que como ‘Defensa de Violeta Parra’. La poeta chilena, debcuyo nacimiento este año se cumplen 100, pertenece a una estirpe de jugadores empedernidos de las palabras y de la música. La familia Parra es de las más creativas del país. La labor de Violeta Parra en el mundo de la cultura es capital a la hora de entender la música y la poesía folclórica chilena posterior. Se centró en recuperar y divulgar sones y versos tradicionales de su país, trabajo que extendió también a la pintura y a la artesanía, convirtiéndola en un referente polifacético. Contradicciones de la existencia, una de las canciones más vitalistas de la música popular latinoamericana, ‘Gracias a la vida’, la compuso apenas un año antes de quitarse la vida. Hoy, Violeta Parra sigue siendo un referente para las generaciones posteriores de poetas y cantautores en castellano.
Gloria Fuertes
Si le preguntaran a ella diría que “Gloria Fuertes nació en Madrid a los dos días de edad” y que su compromiso con la poesía era tal que solamente concebía dos opciones: nacer para poeta o para muerta. Su origen más que humilde – nació en una casa del barrio de Lavapiés, su madre era costurera y sirvienta y su padre bedel – le obligó a buscar trabajos alimenticios en un Madrid hambriento en la posguerra. Su necesidad de escribir le hacía llenar cuadernos y cuadernos de rimas, dibujos y guiños, que convivían en sus páginas con anotaciones de agenda, haciendo ver que la poesía era parte de su ser, tanto como esa voz cascada y particular. Si bien la mayoría la recuerdan por ser “la poeta de los niños”, apodo del que ella no rehuía, en realidad Gloria Fuertes es una de las creadoras más interesantes de la poesía española de los 50, de la poesía social y del postismo. Pero mejor prescindamos de la necesidad de ponerle etiquetas. Su imagen, su humor y la sensibilidad de sus versos solo merecen un término: gloristas.
No borrar