De los tres itinerarios que forman Frinje16 –Pasado, Presente y Futuro–, la segunda semana del festival ha deambulado en particular por aquellas propuestas que ofrecían una visión y una reflexión sobre los acontecimientos y paisajes más próximos a nosotros, como ciudadanos de esta urbe llamada Madrid y de este tiempo, pero a la vez hermanándonos en cuanto a luces, sombras y preocupaciones con cualquier persona que vive en el mundo occidental actual.
Europa Endless, una reflexión videocoreográfica sobre el presente (y el futuro) de la Unión Europea, abría la semana en sala Madera. La pieza, interpretada por Ana Cembrero Coca y Astero Stiliani Lamprinou (con la colaboración de Jorge Piquer en el vídeo), nació auspiciada por el festival bruselense Matongé-Europe, cuyo objetivo es unir gracias al arte y la cultura el barrio de Matongé, con una importante presencia de inmigrantes y de los menos favorecidos de Bruselas, y el Cartier European, que alberga las instituciones europeas y es uno de los más ricos.
Sin duda, casi más que sus instituciones, el terrorismo es una de las preocupaciones que más une a los ciudadanos europeos. Tres días sin Charlie, del colectivo Nuevenovenos, cuenta, a través de comentarios y reacciones reales en las redes sociales y los medios de comunicación, los tres días posteriores al asalto al semanario satírico francés Charlie Hebdo y la cadena de atentados que se inició tras él. Dejando a un lado teorías conspiranoicas y ciertos exabruptos, el montaje da pie a interesantes reflexiones sobre cómo la inmediatez en la respuesta que provocan estos hechos (favorecida por las nuevas tecnologías) no es siempre compatible con la reflexión o si lo que circula por el ciberespacio en esos momentos es un reflejo fiel de nuestra sociedad.
El texto de Kate Tempest Wasted, puesto en escena por la compañía catalana Íntims Produccions, pudo verse en dos funciones y seguirá hasta el día 31 de julio en Teatro del Barrio, que parece haberse convertido en la sede paralela del Frinje, ya que también acoge en estos días tres funciones de La blanca. El interés de la propuesta está sobre todo en la ruptura de la barrera entre actores y público y en la experimentación con el formato y el espacio, ya que la historia de la muerte de un amigo, la reunión años después de otros para recordarle y los efectos que ocasiona sobre ellos es algo bastante trillado.
Tras su paso en junio por Bilbao y Barakaldo, lo que sirvió para establecer una comparativa entre el sentido del humor vasco y madrileño, Homo ridens_Madrid recaló este fin de semana en el Frinje y el premiadísimo montaje de la compañía florentina Teatro Sotterraneo no defraudó con su ingeniosa reflexión metateatral sobre la risa.
La mirada del Frinje se volvió hacia el pasado para detenerse en los espacios que poblamos y analizar cómo los cambios que han experimentado nuestras ciudades influyen en la vida que llevamos hoy. Sin salir de Madrid, el colectivo Atlas nos invitó a recorrer La Latina gracias a Formas de olvidar, con la intención de recuperar la memoria de algunos lugares del barrio antes de que sus antiguos moradores y negocios desaparezcan del todo desterrados por la especulación inmobiliaria, los salones chinos de manicura y pedicura y las panaderías con mil variedades de pan.
Por su parte, la compañía colombiana Mapa Teatro documentó en vídeo el tránsito del bogotano barrio de El Cartucho desde su pasado de arrabal insalubre, dedicado al trapicheo de drogas y la reventa de basura, a parque de disseny català, con la llegada del nuevo milenio. Sus antiguos habitantes, reubicados en otras áreas de la ciudad, rememoran en cinco resultonas pantallas durante Testigo de las ruinas la vida en sus calles, teorizan sobre el nombre del barrio, presencian su demolición o critican la pérdida de identidad que ha supuesto la construcción de este impersonal parque. Mientras, Juana Ramírez, su última moradora, prepara ante nuestros ojos (y papilas olfativas) unas ricas arepas con chocolate que pudimos degustar al acabar la función.
Aunque deliciosas, no me gustaron tanto como la pieza que surgió del laboratorio que los hermanos Abderhalden impartieron dentro del Frinje, entre el 24 de junio y el 6 de julio, y que se pudo ver el último día. Tras varias semanas de análisis de lo que ocurre en Arganzuela –el distrito en el que se encuentra la sede del festival– y, en general, en el resto de país, la sensación de salubridad no fue mucho mejor que la que reflejaban las montañas de basura de El cartucho o la que puede intuirse en el audio que le costó el despido disciplinario a un jefe de unidad de la fábrica palentina de Renault tras ser denunciado por un trabajador por presuntos delitos de lesiones y trato degradante en el lugar de trabajo.
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