De acordes, ladrillos y música en directo

Música es cultura, eso es un hecho. Y de dónde nace, también. Porque hay salas que se vuelven mitos de la historia.

Las salas de conciertos son esos sitios frecuentemente oscuros y rodeados de cierto misticismo en los que los grupos aprenden a pelear o a enamorar al público. Lugares antiguamente llenos de humo, aunque aún hoy hay dueños que hacen la vista gorda en algunas ocasiones, en los que las bandas se consagran. Hay salas que sobreviven a pesar de sus ciudades y de las políticas municipales que las regulan. Locales que resurgen de entre cenizas de las muchas veces que parecían que caían, como la mítica sala madrileña Caracol, que vuelve a abrir sus puertas después de 16 meses en el silencio impuesto por medidas locales. O locales que acaban pereciendo.

Hay salas tan especiales para ciertos músicos que, a pesar de tocar el cielo llenando recintos enormes, vuelven a sus escenarios como punto de anclaje para no perder contacto con la realidad y sus raíces. Muchas de esas salas tienen un marchamo de segura calidad en todo lo que programan. Porque muchas bandas no serían lo que son, o lo que han sido, sin haber pasado por ciertas salas. Os proponemos un recorrido por tablas que forman parte de la historia de la música. Si esas paredes hablaran…

the cavernGran parte de los grupos recorren el camino que va de los garajes, cuartos trasteros o salas de ensayo compartidas en alquiler entre varias docenas de músicos a los escenarios de esos espacios. La cultura anglosajona de la música en sala, de mayor o menor tamaño, nos suele remitir al ideario pop-rock. Ejemplos históricos como la Black Swan de Sheffield, ahora bautizada como Boardwalk aunque no ha perdido ni un poco de ese encanto y varita mágica, han visto pasar por sus tablas a míticos como The Clash, Sex Pistols, AC/DC o, en una de las últimas hornadas, Arctic Monkeys desde donde empezaron a vender las escasas copias de sus primeros temas grabados y que los convirtieron en uno de los primeros fenómenos virales de la música del nuevo milenio. En el paseo de la música de garitos por la Gran Bretaña no puede faltar en la nómina la cuna de la banda que hay quien dice cambió la historia de la música. Los cuatro fantásticos de Liverpool no serían lo mismo sin The Cavern ni viceversa, hasta el punto que, sin dejar de ser un gran club donde escuchar buena música en directo de bandas con mucho nombre con una pinta a un precio medianamente decente, el local se ha convertido en una parte del parque temático de The Beatles en la ciudad que los vio nacer. No dejaremos la isla sin pasar por Londres y, aunque ya no exista, incluir el London Astoria. Fue demolido en 2010 tras haber cambiado el nombre, convirtiéndose en un local gay de referencia a orillas del Támesis, pero antes había visto pasar por allí nombres como Radiohead, que grabaron un disco en directo allí en 1994, The Libertines o The Rolling Stones entre otros.

Al otro lado del Atlántico la música también vivía de salas y locales donde las bandas se probaban en directo. Del sur, en los valles de Hollywood, la sala Whisky a Go Go, nombre que da poco juego, vio nacer muchos de los grupos que han marcado la historia de la música más lisérgica y hippie. The Byrds no solían faltar a sus citas allí y El Rey Lagarto convirtió el local en un segundo hogar para The Doors. En la otra punta del país, Nueva York quizás sea una de las ciudades con más música en directo de la nación. El logo de CBGB forma parte de los referentes inconscientes de aquellos que conozcan un mínimo de la música norteamericana de los 70-80.save the CBGB Por Country BlueGrass and Blues, eso significan las siglas, han pasado The Ramones, Blondie o Television, incluso Andy Warhol se tomó más de un combinado allí. Cerró en 2006 con un glorioso concierto de clausura que hizo honor a su memoria con Patti Smith a la cabeza. Cambiando de registro y de barrio, en Harlem la historia del sonido negro perdería mucho sentido sin el Apollo Theatre. No es por impresionar pero Ella Fitzgerald fue una de las primeras participantes en sus míticas Amature Nights, sin olvidar a Billie Holiday, Duke Ellington o Marvin Gaye.

 

Los escenarios de estos espacios, sus camerinos, sus esquinas, son pedazos de historia y de inspiración y camino de necesarios para la música. Son espacios de bullir de ideas y creación. Son cultura, una parte imprescindible de la cultura, de la sociedad que la crea. A menudo se nos olvida y los pintamos como simples locales comerciales donde consumir y dejar pasar el tiempo, en el mejor de los casos. Fuerzas gubernamentales a veces los sitúan en la posición de meros generadores de altercados nocturnos y ruidos. La situación bordea muchas veces la persecución, y ya no solamente con el cierre por legislación, sino con el ahogo de tasas imposibles de asumir por dueños, bandas y públicos. Quizás sólo nos acabe quedando el recuerdo edulcorado de una época mejor pintada y firmada en las paredes de los baños y camerinos que una vez fueron. Pero por el momento, mejor que la música suene.

 

Fotos: Maite Urcelay / Rob Boudon (cc)