Transformar un paseo por la ciudad en una visita a un museo no es utopía. Las ciudades se visten con sus escaparates identificando un estilo, una época, certificando la vida urbanita a través de una deliciosa selección a la hora de ubicar productos, de crear escenas. El arte siempre ha sido un fiel compañero del escaparatismo.
Lo demuestra desde hoy el escaparate de Hermés en el Paseo de Gracia de Barcelona diseñado en esta ocasión por el fotógrafo Chema Madoz que transforma los bolsos que representan la marca en bebederos de su otra imagen, los caballos; podrá disfrutarse por los transeúntes hasta mediados de julio porque el escaparatismo es un arte efímero, una instalación. No es la primera vez que el establecimiento en Barcelona de esta firma está creado por artistas, ya lo hicieron Pamen Pereira o el graffitero Kongo (que también diseñó un pañuelo para la marca).
El objetivo es llamar la atención, podría ser puro merchandising que busca distraer a los transeúntes de su rutina, del paso despistado por delante de tiendas privativas para la mayoría, pero muta en una expresión artística más. Para algunos fue el primer contacto con el diseño, una especie de trampolín a la fama. Fue el caso de Andy Warhol que trabajó para tiendas como Tiffany o Bonwit Teller como escaparatista con menos de 20 años. Fue precisamente uno de los escaparates de Bonwit Teller el que destrozó Dalí tras corroborar que la marca había modificado su creación. El artista que había creado una escena compuesta por viejos maniquíes del siglo XIX, recuperados de los almacenes manteniendo el polvo que habían acumulado y su aspecto descuidado, terminó en el calabozo tras destrozar parte de su propia obra.
La importancia de lograr un escaparate atractivo, que se convierta en una pieza propia llena de vida, totalmente digna de admirar aunque desconozcamos el nombre de su creador la conocen mejor que nadie en los almacenes Selfridge (del que ya se ha hecho una serie). Los creadores de la frase ‘el cliente siempre tiene la razón’ ponen especial énfasis en su imagen externa y han usado sus vidrieras no sólo como muestrario de sus productos sino como catálogo de arte. A través de propuestas como Cosas jóvenes brillantes con la que usan sus espacios para mostrar el trabajo artístico de varios jóvenes sin olvidar su esencia, el negocio, ya que venden sus obras en el interior.
En España también el escaparate se olvida en ocasiones de su función comercial y se transforma directamente en galería. Hace varios años que ARCO ha puesto su objetivo en ello vistiendo durante la feria los escaparates de El Corte Inglés de Preciados con obras de varios artistas. En 2013 lo denominó the fifties ya que se cumplían 50 años de las primeras intervenciones artísticas en dicha calle, la diferencia con un expositor normal radica en que estaban comisariadas. Despojando así al escaparate de su principal utilidad, mostrar el producto, han surgido otras propuestas como Escaparartes. Desarrollada por PlanetaCádiz, los escaparates de locales vacantes de Cádiz que no daban buena imagen a la zona comercial de la ciudad se visten con el trabajo de diferentes artistas locales.
Descubrir una pieza artística en un paseo por cualquier ciudad, propia o turística, es una experiencia de máxima satisfacción. Pero en ocasiones se olvida mirar más a nuestro alrededor, dejar caer la mirada en una calle que parece destinada al shopping y detenerse, totalmente sorprendido, ante una imagen que nos evoca el más puro arte es cada vez más común.
Foto: failing_angel