Cinco ficciones que la realidad cambió

Cinco ficciones que la realidad cambió
Foto (cc): Alan Trotter
El parecido entre guiones y telediarios nos sigue incomodando. Y es mucho más fácil reescribir los primeros.

Parece que una de las (muchas) ventajas de la ficción es que, pese a sus similitudes con ella, no está sujeta a los mismos límites que la realidad. La ficción no tiene porqué regirse por la Ley de la Gravedad, ni por el Código Penal, ni por lo que digan los lobbies y los mercados. La contención y la autocensura, tan frecuentes, aunque sea de manera subterránea, en la información que nos rodea, deberían quedar fuera de lo ficticio.

autocensura

  1. f. Limitación o censura que se impone uno a sí mismo.

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Pero no siempre lo hacen. No solo lo decimos por acontecimientos como los desencadenados hace semanas en el Ayuntamiento de Madrid, cuando aquella pancarta con la leyenda ‘Gora Alka-Eta’ (un grupo terrorista que no existe) apareció en un espectáculo de títeres al que asistían niños dentro de la programación pública del Carnaval de la ciudad. También hay ejemplos fuera de nuestras fronteras de otras creaciones que se han quedado, al menos temporalmente, fuera de la circulación por un motivo: su parecido con realidades incómodas. Aun así, todavía hay muchos que prefieren modificar la ficción.

Por alusiones: la crisis de los titiriteros

De poco sirvió aludir a la tradición violenta de los títeres de cachiporra, con siglos de historia no solo en nuestro país, sino también en otros como Italia, Francia, Alemania y Polonia. Tampoco ha funcionado esa máxima que desde la Edad Media afirma que las marionetas pueden hacer lo que quieran, incluso ahorcar a un títere vestido de juez, apuñalar a otra caracterizado de policía y escenificar la violación de una bruja. La representación de La bruja y Don Cristóbal a principios de febrero en una plaza del madrileño barrio de Tetuán hizo estallar una tormenta que acabó con los huesos de sus titiriteros en la cárcel, aunque ya estén fuera, y que supuso la que, sin duda, ha sido la crisis más grave a la que ha debido enfrentarse el Ayuntamiento de Madrid desde que la ex jueza Manuela Carmena asumiese el papel de edil.

El PP, en la oposición, denunció a la concejala de Cultura Celia Mayer por enaltecimiento del terrorismo, y ésta tuvo que responder públicamente por ello junto al director de Programación, Jesús Carrillo, quien, precisamente, este mismo martes presentó su dimisión por “motivos personales”. Si Mayer está en ese sillón, por cierto, es porque el primer elegido para el cargo, Guillermo Zapata, hubo de renunciar a él después de que salieran a la luz, apenas horas después de su nombramiento, chistes negros que tuiteó hace años sobre las víctimas del terrorismo. La semana pasada la Fiscalía ordenó archivar la causa que había sido presentada contra él. Es como si existiera, además del de Tetuán, otro guiñol mucho más grande, en el que el uso en vano de la palabra ETA está duramente perseguido por quienes manejan los hilos.

El barrio de Bruselas que París no quiere ver

No hubo condena ni sentencia en el caso de la película belga Black (Adil El Arbi y Billall Fallah), pero sí una decisión firme, la de las salas de la vecina Francia de no proyectarla, como estaba previsto que hicieran actualmente. El delito del filme, premiado en los festivales de cine de Toronto y Gand, es, en este caso, radicar su acción en el barrio bruselense de Molenbeek, del que salieron los yihadistas que sembraron el pánico y la muerte en la noche parisina el pasado 13 de diciembre. El argumento relata la historia de un chico árabe y una chica negra que se enamoran pese al odio que enfrenta a sus respectivas bandas, y que son duramente castigados por ellas cuando los descubren.

Hecho en Francia

Poco antes, Made in France había corrido una suerte parecida a la seguida por Black. Dirigida por el francés Nicolas Boukhrief, la película sigue a un grupo de yihadistas que se prepara para perpetrar un ataque suicida en París, un tema ya recogido con anterioridad en filmes como el palestino Paradise Now. Su estreno estaba previsto para cuatro días después de los atentados de la sala Bataclan, pero fue cancelado de forma indefinida en salas y finalmente relegado al video on demand. La mayoría de las salas donde se iba a proyectar, relató su propio director a los medios, tenían miedo de programarlo. “Aunque no se lo reprocho”, reconoció Boukhrief.

La entrevista que Corea del Norte no quiso

El 24 de noviembre de 2014, cuando apenas faltaba un mes para el estreno de La entrevista, la comedia en la que James Franco y Seth Rogen interpretan a dos periodistas involucrados en un plan para asesinar a Kim Jong-Ul, un aviso con un esqueleto apareció en las pantallas de los empleados de su productora, Sony Pictures. El FBI no tardó en señalar a Corea del Norte como la responsable del ciberataque que dejó al descubierto las tripas del gigante audiovisual, y el rumor de la posibilidad de represalias militares por parte del país asiático por la proyección de la película se hizo pronto tan fuerte que se tomó la decisión de cancelar el estreno en las salas estadounidenses, programado para el día de Navidad. Finalmente, la película fue distribuida parcialmente a través de Internet y todo quedó en una ruidosa campaña de promoción ¿fortuita?

Spiderman contra el 11-S

Es solo un ejemplo de las muchas producciones norteamericanas que tuvieron que modificar sus tramas o montajes tras los atentados que en 2001 conmocionaron a la nación. La primera parte de la trilogía de Sam Raimi sobre Spiderman eliminó de su tráiler una escena -que no figuraba en el filme- en la que el superhéroe se valía de sus poderes para capturar un helicóptero entre las Torres Gemelas, así como una aparición del World Trade Center. Los ataques también aportaron algo al montaje: la imagen del hombre araña junto a la bandera de Estados Unidos que aparece al final de la película es, según muchos, la respuesta de sus creadores al 11-S.

Foto: Alan Trotter (cc)