Nokton Magazine - Revista cultural

¿Sería Cruella de Vil menos mala si no fumase?

El cine es un espacio entre la fantasía y la realidad que forma parte de una sociedad cargada de estímulos e influencias. Las que surgen de la propia pantalla pueden ser grandiosas o poco saludables, pero no por ello han de estar ocultas.

Hace escasos días la Organización Mundial de la Salud proponía que aquellas películas en las que se fume se cataloguen para mayores de 18 años, lo avalaba en un estudio estadounidense que afirma que un 37% de los jóvenes han empezado a fumar motivados por el cine y que en el 44% de las películas de Hollywood aparece alguien fumando. Hay una gran posibilidad -no medida estadísticamente- de que el motivo radique en que el cine bebe de la vida y que precisamente fumar es una actividad igualitaria tan visible en una escena histórica sobre la alta sociedad que una actual sobre los bajos fondos.

La medida pretende enfocarse a películas y series bajo la idea de proteger a los menores, no queda claro qué haríamos con la inconfundible pipa de Popeye o si los narguiles entrarían en la prohibición y la Oruga Azul de Alicia en el País de las Maravillas también tendría que abstenerse. Quizás si Cruella de Vil no fumase hubiese sido menos mala, o quizás fue una influencer más. El hábito de fumar es una caracterización más del personaje porque, ¿serían las mismas Patty y Selma (Los Simpson) sin su vicio? Una caracterización que no ha de ser obligada. Recordemos los años ’60, cuando series como Los Picapiedra hacían publicidad de tabaco.

Prohibiciones como la publicidad de tabaco conllevan que el producto esté menos visible para los jóvenes, ese target al que algunos dicen que se dirigen siempre las tabacaleras en busca de nuevos clientes. Prohibiciones como eliminar las escenas en las que se fuma restan identidad. La India lo prohibió en 2005 (debe ser difícil realizar las coreografías de Bollywood cigarro en mano) y volvió a aceptarlo en 2009 con el motivo de que coartaba la libertad creativa.

Mujeres glamourosas como Audrey Hepburn en su papel de Holly Golightly o mujeres fiesteras como la Mia Wallace de Uma Thurman de Pulp Fiction  han sabido usar el humo para que profundicemos un poco más en ellas. Otras consiguen que profundicemos un poco más en su sensualidad haciendo al espectador apartar la vista del cigarro con su cruce de piernas, véase Instinto básico. En otras ocasiones no hace falta llegar a la pantalla, durante el estreno de la cinta Coco Chanel el metrobús de París prohibió que se exhibiesen los carteles promocionales porque la protagonista salía fumando.

Otros cigarrillos míticos copan las escenas de Rebelde sin causa (precisamente titulada en Italia Juventud quemada), o se posan en las manos del Humphrey Bogart de Casablanca. Los antihéroes modernos como Tony Soprano han sido más de puros.

La influencia directa del cine en la población joven pasa por muchos factores, la pantalla influye en qué ser de mayor o en qué ropa vestir pero, a través de ellos también puede concienciar y ser un escaparate para causas o realidades desconocidas. Si echamos la vista atrás, una anécdota sobre Sucedió una noche recuerda esta posibilidad de influencia, ya que dicen que la escena en la que Clark Gable se quita la camiseta provocó un descenso en las ventas de la prenda en Estados Unidos.

Saliendo de la pantalla, hace tiempo que el teatro tuvo que habituarse a la prohibición de fumar, llegando a ser sancionado el musical Hair porque se fumaba sobre el escenario aun no siendo tabaco de verdad y con una trama centrada en el movimiento hippie. Finalmente las autoridades retiraron la denuncia.

De salir adelante esta sorprendente iniciativa, ¿qué haríamos con lo ya rodado? ¿Cubrir cada cigarro con motivos más inspiradores? Ante la influencia del cine en cualquier hábito, recordemos las palabras de Kubrick: “si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado”.

 

Rocío A. Gómez Sustacha

Rocío A. Gómez Sustacha es especialista en comunicación digital y periodismo cultural, así como cofundadora de Nokton Magazine.

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