Notas de supervivencia para tomarse las 12 uvas

Las benditas y las culpables de que empecemos el año como empezamos, hablando entre gorgoteos.

Las doce uvas. Doce sagradas y orondas uvas que durante el primer minuto del 2014 formarán un tráfico en tu garganta similar al de la M-30.  Las benditas y las culpables de que empecemos el año como empezamos, hablando entre gorgoteos, con los ojos llorosos, buscando una copa que nos haga pasar el “mal trago”.

Conozcamos a nuestro Enemigo. Empecemos por los orígenes.

1880(sonido de caballos relinchando en la oscuridad) Se escuchan rumores sobre grupos esporádicos reuniéndose en plazas a tomar racimos de uvas (doce, exactas). “Era una tradición importada de Francia pero la hicimos nuestra”, reseñan algunos periódicos nacionalistas. El por qué de doce aún sigue siendo un misterio. ¿Doce meses? ¿Doce deseos?

Doce uvas. Aceptamos pulpo animal de compañía. Sigamos. ¿Cómo tomarlas? Con piel blanca y semilla(s), claro está.  De qué otra forma puede hacerse el ridículo el día de Año Nuevo en tu propia casa. ¿Uvas deshuesadas? ¿Negras?( ¡Negras!)¿Qué es eso? ¿Por qué deberíamos de abandonar la tradición del gusto a hueso en nuestros caninos? Uvas blancas, traslúcidas, que podamos ver sus pequeñas arterias uniéndose en el centro. Perfectas.

No nos desviemos del asunto. ¿Cómo tomar las doce uvas? Chicos y chicas, olvidad los arrebatados puñados suicidas: las uvas hay que tomarlas de una en una, masticándolas con rapidez (practicar en casa los días antes en el espejo). Cada grano tenéis que desmenuzarlo con los molares y luego arrastrarlo hacia la garganta, no sin antes hacerlo una papilla (grumosa, tampoco  estamos haciendo zumo. Además podríais morderos con fuerza la lengua y acabar en Urgencias).

No prestéis atención a los reflejos laterales de vuestro campo de visión. Dedicad total atención al reloj de Sol como si fuéramos sordos (cómo se las arreglaban antes del 64, primera Nochevieja con retransmisión de RTVE, es un misterio que soy incapaz de resolver).

Masticad con premura, tragar con rabia, (ni se os ocurra imaginaros viéndonos a vosotros mismos desde fuera; el aspecto que tenéis es, efectivamente, ridículo). Comer las uvas con miedo, como si se nos fueran a caer el montón que tenemos en la mano abierta. No te acerques, cariño. Atrás, mamá.

Procurad sentaros en un asiento individual, un sillón o una silla (huid de los sofás, repito: huid de los sofás). Si sois valientes y os adentráis en esa marabunta que es Sol, procurad una distancia de ciencuenta y siete centímetros a vuestro alrededor. Calculad este diámetro de seguridad es complicado, lo sé, pero pensar en que es la distancia mínima que tenéis que dejar entre coche y coche.

Si no os habéis sacado el carné de conducir, lo siento. No entendéis la metáfora sutil que acabo de lanzar. Allá vosotros. No hay nada que dé más mala suerte que comer seis o siete uvas. Es peor que ver un gato mientras cruzas por debajo de una escalera. Si te comes sólo tres uvas, morirás con toda probabiblidad en marzo. Siete, algo muy malo te pasará en julio. Por vuestro propio bien: comedos TODAS las uvas.

Qué más. La uva es dulce pero combinada con la resina del hueso puede producirse una acidez en vuestra boca que querréis paliar antes de dar abrazos o besos a vuestros familiares. Pensando en vuestra supervivencia os aconsejo tener a mano un buen depósito de aguardiente o tequila. Alcoholes secos. Estamos en una revista low-cost así que ya sabéis, tirad de la inteligencia y el optimismo en vez de la cartera (el público se queja al fondo de la sala). Ignorad los juicios que os darán vuestros familiares cuando os vean provistos de un buen vaso de Gintonic. ¡Allá ellos! Minutos más tarde vuestro aliento os lo agradecerá.

Disposición de las uvas. Muy, muy importante. Sed creativos dentro de vuestros límites. Por ejemplo, no os podéis fumar las uvas (recordar, tenéis poco tiempo, tendréis que crear un improvisado tabaco y liar al menos doce cigarros en menos de quince segundos; sería de locos sólo planteárselo, ¿verdad?¿verdad?) Tampoco podéis ponerlas en plato demasiado hondo.

¿Mi consejo? Vaciar un cubil de Póker y meterlas dentro; tendréis que ser hábiles con los dedos pero estoy seguro que podéis conseguirlo.

¿Más opciones? Preparar las doce uvas a modo de cóctel. De cuatro en cuatro atravesadas por un soporte de brocheta. Retorcido pero brillante. No, repito, no probéis a freír las uvas con algo del aceite que ha sobrado en alguna sartén. Recordad que vuestro nivel de alcohol en sangre es incierto minutos antes de la medianoche; aunque hay rumores que la uva a la témpura es un manjar exquisito en Pakistán y el Sureste de Turquía, repito, no, no os acerquéis al fuego en Nochevieja.

Otra cosa importante: el Infierno. Una vez que entremos en el primer minuto del Año Nuevo un ruido ensordecedor os rodeará: es el sonido de las galas de Nochevieja, el ruido de la Muerte que viene a deciros que sois un año más viejos y cobardes. Desconectad la televisión, disfrutad de los besos torpes y los abrazos incómodos. No necesitáis la televisión este año. Necesitáis celebrar, celebrar que estáis vivos. Que este nuevo año, aunque parezca imposible, todo, absolutamente todo, saldrá bien.

Foto: Manuel Martín(cc)