Bill siempre arrastró sobre los hombros el trágico final de su querida hermana, Kitty Genovese, asesinada en Nueva York en 1964. El informe policial registró que 38 vecinos escucharon sus gritos de socorro aquella noche, y ninguno hizo nada para impedir que muriese malherida en el descansillo de su edificio. Aquel hombre, que entonces era un adolescente, tomó todas las decisiones de su vida condicionado por lo que ocurrió, cuenta The Witness (2015), un documental producido y protagonizado por él, y dirigido por James Solomon.
El asesinato de Kitty Genovese no solo marcó el futuro de su familia. También se convirtió en un paradigma de la apatía estudiado en facultades de psicología y sociología de todo el mundo y bautizado como el ‘efecto espectador’. Desde entonces, las imágenes de agresiones en la calle con testigos que miran hacia otro lado son un filón de audiencia para las televisiones. El también conocido como ‘síndrome Genovese’ dio, incluso, pie a la creación del teléfono de emergencias 911, inspiración de nuestro 112, para intentar que nadie volviera a morir desamparado a escasos metros de sus vecinos. Pero ¿y si ese paradigma se basa en una versión inexacta de los hechos? ¿Por qué el ser humano parece a veces mucho más dispuesto a creer en su propia insolidaridad que a buscar otra verdad, más compleja?
Son algunas de las dudas que el hermano pequeño de Kitty, el que asegura que nadie respondió nunca sus preguntas como ella, intenta contestar en The Witness, en un difícil y encomiable proceso de búsqueda a través de todos los que tuvieron que ver algo con aquello: testigos, vecinos, conocidos, fiscales, periodistas, y hasta el asesino -todavía hoy en la cárcel- y su familia. “¿Cuándo terminará esto?”, le inquieren sus otros hermanos, reticentes a escarbar en un pasado tan doloroso. “Yo sabré cuándo ha terminado”, responde Bill.
La versión «oficial» de la muerte de Kitty, la que la convirtió en icono y mártir de la cultura contemporánea estadounidense, nace en la crónica que el diario The New York Times publicó en 1964. El reportero Martin Gansberg aseguraba en el primer párrafo que 38 respetables vecinos de Kew Gardens, en el distrito de Queens, habían presenciado desde sus domicilios el ataque que acabó con la vida de Kitty la madrugada del 13 de marzo, pero ni siquiera descolgaron el teléfono para llamar a la policía. Esos 38 sin nombre ni rostro pasaron a la historia como los asesinos de Kitty, eclipsando al verdadero autor de los hechos, Winston Moseley.
Bill nunca quiso ser como ellos. Dice que por eso se alistó para combatir en Vietnam, de donde volvió sin piernas, porque no quería ser testigo pasivo. Sin embargo, con el paso de los años, una pregunta se abrió paso en su interior con más ímpetu que cualquier certeza: ¿de verdad todos lo sabían y nadie hizo nada? Al igual que algunas películas, el artículo de The New York Times no ha envejecido nada bien y no resulta difícil hallar inconsistencias en él. Pero, como cuenta un veterano periodista en The Witness, nadie quiso desafiar la versión del Times porque… bueno, era el Times.
Esa noche hubo quien decidió cerrar la puerta y no involucrarse, sí, quien subió el volumen de la radio, convencido de que aquellos gritos correspondían a una riña de borrachos. Pero también se produjeron llamadas a la policía, quizá más de las registradas por un fallo que el cuerpo de seguridad nunca llegó a confesar. Un vecino se asomó a la ventana y espantó al atacante de Kitty, sin saber que, minutos después, éste volvería para acabar con su vida. Cuando la chica se escondió para ocultarse de su agresor, quedó también fuera de la vista de quienes se asomaban a la ventana para ver quién estaba pidiendo ayuda. Puede que sí acudieran a socorrerla, aunque ya fuera demasiado tarde.
En un mundo que necesita explicaciones rápidas y fáciles para todo y que, si no las tiene, las crea, The Witness asume que nunca se sabrá toda la verdad sobre Kitty Genovese y se atreve a afrontar una posibilidad igual de dolorosa (o más) que la de la insolidaridad humana: hay desgracias que no podríamos parar aunque quisiéramos. Pero decir eso no vende tantos periódicos.
The Witness está disponible en la plataforma de streaming Netflix.
Fotos: New America (cc) / Wikipedia (cc)