Nokton Magazine - Revista cultural
Las salas de conciertos son esos sitios frecuentemente oscuros y rodeados de cierto misticismo en los que los grupos aprenden a pelear o a enamorar al público. Lugares antiguamente llenos de humo, aunque aún hoy hay dueños que hacen la vista gorda en algunas ocasiones, en los que las bandas se consagran. Hay salas que sobreviven a pesar de sus ciudades y de las políticas municipales que las regulan. Locales que resurgen de entre cenizas de las muchas veces que parecían que caían, como la mítica sala madrileña Caracol, que vuelve a abrir sus puertas después de 16 meses en el silencio impuesto por medidas locales. O locales que acaban pereciendo.
Hay salas tan especiales para ciertos músicos que, a pesar de tocar el cielo llenando recintos enormes, vuelven a sus escenarios como punto de anclaje para no perder contacto con la realidad y sus raíces. Muchas de esas salas tienen un marchamo de segura calidad en todo lo que programan. Porque muchas bandas no serían lo que son, o lo que han sido, sin haber pasado por ciertas salas. Os proponemos un recorrido por tablas que forman parte de la historia de la música. Si esas paredes hablaran…
Al otro lado del Atlántico la música también vivía de salas y locales donde las bandas se probaban en directo. Del sur, en los valles de Hollywood, la sala Whisky a Go Go, nombre que da poco juego, vio nacer muchos de los grupos que han marcado la historia de la música más lisérgica y hippie. The Byrds no solían faltar a sus citas allí y El Rey Lagarto convirtió el local en un segundo hogar para The Doors. En la otra punta del país, Nueva York quizás sea una de las ciudades con más música en directo de la nación. El logo de CBGB forma parte de los referentes inconscientes de aquellos que conozcan un mínimo de la música norteamericana de los 70-80.
Los escenarios de estos espacios, sus camerinos, sus esquinas, son pedazos de historia y de inspiración y camino de necesarios para la música. Son espacios de bullir de ideas y creación. Son cultura, una parte imprescindible de la cultura, de la sociedad que la crea. A menudo se nos olvida y los pintamos como simples locales comerciales donde consumir y dejar pasar el tiempo, en el mejor de los casos. Fuerzas gubernamentales a veces los sitúan en la posición de meros generadores de altercados nocturnos y ruidos. La situación bordea muchas veces la persecución, y ya no solamente con el cierre por legislación, sino con el ahogo de tasas imposibles de asumir por dueños, bandas y públicos. Quizás sólo nos acabe quedando el recuerdo edulcorado de una época mejor pintada y firmada en las paredes de los baños y camerinos que una vez fueron. Pero por el momento, mejor que la música suene.
Fotos: Maite Urcelay / Rob Boudon (cc)
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