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Karina: «Nunca he querido retirarme de los escenarios»

El baúl de los recuerdos de una artista que ha vivido por y para interpretar no cabría en un solo álbum, así como la puerta del tiempo que abre al público revivir canciones que configuran el patrimonio sentimental de una vida, no importa la generación. Karina (Jaén, 1945) nos ha acompañado desde siempre. Desde aquellos 50 de pura juventud, que dieron paso a unos trascendentales 60 y al color de los 70, la década en que la democracia ponía fin a más de cuarenta años de dictadura, y alumbraba unos rompedores 80. Y así podríamos continuar hasta el más inmediato de los presentes.

María Isabel Llaudes Santiago, Maribel para la familia -la de sangre y la elegida- y Karina desde que Torrebruno le dijera con aire italiano aquello de “qué chica más carinna”, transmite la serenidad de una mujer y una artista incombustible. Tras su paso por ‘Gran Hermano VIP 8’, al que entró para ayudar a una de sus nietas -afectada por problemas de salud- y enamorar a jóvenes y mayores con su autenticidad, la mágica voz de Concierto para enamorados o Romeo y Julieta, se planta en el escenario para contar en Yo soy Karina su historia sin filtros ni intermediarios y cantar al piano de Angie Lófer todos sus grandes éxitos.

“Al público hay que tenerle mucho respeto -apunta la artista con gesto litúrgico-. Ya sabemos que los directos nunca son perfectos, pero tienen el encanto del contacto entre la platea y el artista”. El espectáculo no deja nada en el tintero, al menos, de la esencia que retrata una vida. “Lo que queremos contar está y muy bien estructurado, pero muchas anécdotas surgen de forma espontánea según me acuerdo en una u otra función”, explica. Sonrisas y lágrimas asoman desde el salón en el que reciben al espectador, Karina/Maribel y su fiel compañero de viaje, el actor Carlos Manuel Díaz, quien firma la dramaturgia y canaliza el descenso por la biografía y la personalidad de la cantante y la apuntala con referencias y recuerdos. Su matrimonio, del que nació su hija Azahara, concluyó en 1987, pero nunca empañó el vínculo irrompible que ambos comparten y que en el Teatro Bellas Artes, como Díaz señala, “personifica un encuentro entre amigos y la reivindicación de una artista y persona increíbles”.

Los comienzos no fueron sencillos. Karina nació en una familia humilde de Jaén que se trasladó a Madrid por necesidad. Al acabar el bachillerato y su formación en cultural general en una academia, entró de empleada de las Galerías Preciados de Madrid. Gracias al apoyo de su madre, sus pasos se pudieron ir encaminando hacia la música. Los concursos de las radios, el Festival de la Canción de Benidorm y el programa ‘Escala en Hi-Fi’ (TVE) dispusieron el andamiaje para que, tras protagonizar un spot, grabara su primer single, Bikini Amarillo. Con el management de Emilio Santamaría, padre de Massiel, arranca su trayectoria profesional y en 1963 entra en estudio para dos EP que le darán alas a más de 60 años de discos, conciertos, películas y programas.

Imagen promocional del espectáculo protagonizado por Karina.

A Karina le parece que para una mujer nunca ha sido fácil nada y que todavía sigue siendo “un poquito difícil”, lo que le empuja a continuar trabajando y renacer cual Ave Fénix cuántas veces sean precisas. Confiesa que, en su etapa de juventud, lo que más perseguían algunos profesionales con los que trabaja, era “tenerla íntimamente” cuando ella solo deseaba cantar. “Imagina, yo tan joven, con la voz inocente… Me decían que era un poco estrecha, valga la expresión, pero no me arrepiento de no haber cedido nunca, yo he ido por el camino que he querido ir”. A un productor le espetó tajantemente: “Quédese con las ganas. Si yo quisiera otra cosa, lo haría, pero lo único que quiero es actuar, si usted tiene algún espectáculo o gala para ofrecerme”. Ha volcado la “obediencia”, como ella lo expresa, en el trabajo: Incansable en los ensayos y de escucha atenta hacia quienes, con mayor edad y experiencia, le guiaban en la selección de temas para sus discos.

Recuerda con mucho cariño su paso eurovisivo por Dublín, donde en 1971 lograba el segundo puesto, uno de los mejores en la trayectoria de España en el certamen europeo. “Aunque con los avances técnicos, el concurso ha ganado mucho y es un gran espectáculo, en aquellos tiempos tenía un aura especial. Se ha perdido un poco la mano humana. Los coros y la música sonaban en directo, un directo puro y duro, mágico. Echo de menos esa orquesta que te arropaba”. En aquella ocasión, la dirigió para su En un mundo nuevo el maestro Waldo de los Ríos, uno de los músicos que más admira y le ha marcado en su carrera; como su ex-marido, el gran compositor Tony Luz, guitarrista de Los Pekenikes, y el productor de Hispavox, Rafael Trabucchelli.

La canción de su discografía que más fuerte abraza es Yo te diré, composición que defendió en ‘Pasaporte a Dublín’ (TVE), el programa-concurso con el que salió elegida representante en Eurovisión. “Hay un pasaje de mi vida que es muy bonito y sabe muy poquita gente. Mi abuelo paterno fue uno de ‘Los últimos de Filipinas’. Regresó hecho polvo y sordo, fruto de un disparo, pero salió adelante y gracias a que volvió con vida, estoy aquí. Yo te diré se la canto siempre a él y, aunque suene un poco romántico, siento como cuando el Rey León ve la figura de su padre entre las nubes”, cuenta con una sonrisa tierna y emocionada, añadiendo que le ayuda a recordar de dónde viene y quién es. De la experiencia en Eurovisión regresó más madura profesionalmente. Pisaba el escenario con otra soltura, los compañeros con los que había tenido el placer de compartir actuación en Dublín le habían enriquecido.

En el año 78, llegado el momento de renovar el contrato una vez más con la casa de discos con la que había alcanzado el estrellato -la mencionada y poderosa Hispavox-, Karina fue recibida, pero se topó con la puerta cerrada. El directivo de turno se lo comunicó sin paños calientes: “No renovamos a horteritas”. En el cénit de su carrera, y con apenas 33 años, intentó encontrar nueva productora, pero la oportunidad no llegó. Los medios también mostraban desinterés.

Este contexto no hizo rendirse a Karina, se negó a tirar la toalla, y perseveró “de modo independiente”, invirtiendo en su carrera, acudiendo a cantar allí donde la reclamaran y consolidando su carrera en Latinoamérica, donde grabó dos discos. Después de una circunstancia de salud, a mediados de los noventa regresó con Entrañables 60, que debido a su éxito cambió su formato a concierto con el nombre de Mágicos 60, y reunió a figuras como Jeanette, Lorenzo Santamaría y Tony Ronald. En 2003 fue la ganadora de “Vivo cantando: Los años dorados” (Telecinco) y volvió al estudio con ValeMusic.

Karina no mira al pasado con acritud, a pesar de las penurias, también económicas, con las que hecho de su capa un sayo. Cada capítulo la ha fortalecido y, hasta que sus facultades se lo permitan, hará del escenario su casa. “Quiero dejar claro en Yo soy Karina que nunca me he querido retirar, sino que ha habido una serie de personalidades de la industria, vamos a llamarlo así, que me querían retirar. ¿Con qué motivo? No lo sé. Durante años he llenado salas y teatros, he vendido muchos discos y la gente siempre me ha transmitido su apoyo”, afirma la artista sobre una de las incógnitas más incomprensibles de la música en español. Durante el confinamiento, y a día de hoy, sus vídeos de Instagram contagian la vitalidad de una mujer, en cuyos ojos, perdura un alma juvenil. “No soy una diva, soy una mujer muy sencilla”, desmiente para concluir. Candor como el suyo no puede reproducirse con una impresora 3D. ¡Estamos de enhorabuena! Queda Karina para rato.

Yo soy Karina se representa en el Teatro Bellas Artes de Madrid cada lunes a las 20h desde mediados de enero.

Mariasun Miquel

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