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Hay plan

‘Solo un metro de distancia’: La incomprensión del sufrimiento

Una mujer adulta pasea por la playa una tarde. Parece serena y tranquila hasta que recibe la llamada de su hermana. «Estoy embazarada», le dice. Pero la noticia, en lugar de llenarla de alegría, lo tiñe todo de negro de repente, despertando viejos fantasmas de una infancia que ya creía olvidada.

El suicidio parece entonces la unica solución para huir de un pasado horrible que ni ha superado ni se ha permitido compartir con nadie nunca. Sin embargo, la «mala suerte» hace que la mujer sobreviva y que tenga que enfrentarse sin remedio a su realidad: un padre que abuscaba de ella de forma impune día si y día también sin que nadie de su familia hiciera nada para evitarlo.

«Mi padre fue mi primer amante». Con esta frase tan cruda pero efectiva, Antonio C. Guijosa nos presenta en Solo un metro de distancia la tercera obra de la compañía Serena Producciones, una problemática tristemente actual que afecta a quien lo sufre durante toda su vida, llenándola de sentimientos de culpabilidad, vergüenza e incluso sensación de colaboración con el agresor.

Pero en esta obra, el abuso no es el protagonista absoluto sino un mero vehículo para resaltar el mensaje real que subyace a la obra: La falta de capacidad que tenemos para ponernos en el lugar del que sufre, pues el sufrimiento y el dolor es relativo y personal y no una experiencia colectiva y universal.

Para plasmar esta idea, 4 mujeres, Ana Mayo, Beatriz Grimaldos, Muriel Sánchez y Camila Viyuela, excelentes en la consecución de las diferentes escenas, se alternan en el papel del personaje principal según las necesidades del guión para mostrarnos lo que sucede cuando la víctima se decide a contar a su entorno más cercano lo que sufrió en silencio durante toda su infancia. La hermana, incrédula, no puede asimilar una imagen de su padre tan diferente a la que ella tiene y duda de lo que oye. Su reciente pareja, aunque tenga la mejor de las intenciones, no sabe cómo ayudar a alguien incapaz de dejarse ayudar y su madre directamente cuelga el teléfono para no escuchar lo que no quiere oir pero siempre ha sabido. Todas ellas son incapaces de empatizar con la protagonista porque, como dice uno de los personajes «el lugar de otro siempre es de otro».

Solo un metro de distancia es una historia de negación y ocultación obligadas mostrada con una sensibilidad muy acertada donde la víctima es, anecdóticamente, quien sufre la soledad y el rechazo de los suyos mientras que el abusador cuenta con la complicidad del silencio. Teatro social muy necesario para despertar conciencias y denunciar una realidad que solo dejará de serlo cuando el agresor sea el único que tenga que pedir perdón y el agredido no tenga que perder la vida en explicar su dolor al mundo.

Sala Cuarta Pared.  De jueves a sábado a las 21h. Precio: 14€
Nerea Sirera

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