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Siempre es de noche: el arte de la luz

En un momento de esquiva lucidez el alucinante (y alucinado) Thelonious Monk entendió la luz y la oscuridad como indivisibles opuestos: “Siempre es de noche, o de otro modo no necesitaríamos la luz”. Medio siglo después, Arcade Fire lo confirmó (a su manera) en su reciente álbum, Reflecktor“Atrapados en un prisma de luz, solos en la oscuridad blanca, solo en la luz.»

‘Rain, Steam and Speed – The Great Western Railway’. J.W.Tuner, 1844. National Gallery, Londres.

Retratar la luz que nos rodea ha sido la prioridad de muchos artistas. Turner (de moda en Londres por su exposición en la National Maritime Museum que durará hasta el febrero) acabó dibujando luz porque, sencillamente, todo lo demás resultaba indiferente. Si todo lo que vemos y sentimos es gracias a la luz (o la ausencia de oscuridad, que es lo mismo) todo lo demás no importa.

En estos tiempos de Navidad el Museo de Bellas Artes de Sevilla y el Museo del Prado de Madrid se llenan de turistas en busca de respuestas. En la genealogía católica el papel de luz enfatiza (si no recupera) sus verdaderas esencias. Quizás conviene volver la vista a dos de las más poderosas manifestaciones que además pueden encontrarse en España.

En la primera, Adoración de los Pastores, de Murillo, nos encontramos a un artista joven, inquieto, fascinado por el naturalismo de maestros como Zurbarán. Obstinado en ganarse un hueco en la (selecta) agenda de pintores de la épica decide volver sus esfuerzos a la recuperación de las formas naturales, el lujo exquisito en los detalles cotidianos. Las ropas roídas, los rostros cansados de los trabajadores de Sevilla en contraste con la eterna promesa de la cándida juventud.

‘La adoración de los pastores’. Murillo. Madrid, Museo del Prado.

Para el artista la luz divina (la luz de Murillo, se entiende) debía estar a la altura de los claroscuros que irradia sobre los hombres cansados, reales. Separar lo religioso de lo mundano es imposible, venía a decir. Somos luz.

Pero también oscuridad.

‘La adoración de los pastores’. El Greco.

Nadie sabrá nunca lo que alcanzaba a ver El Greco en realidad. Quizás sus retinas eran capaces de absorber una cantidad diferente de luz. O quizás no. Tal vez el artista comprendió que en la época de Navidad es tan importante la luz divina como la penumbra, la refracción de las paredes, la asimétrica de los pesebres. Somos criaturas grises, pálidas. Agónicas. No todos veremos la luz.

El autor de Cuento de Navidad dijo una vez : “Eran los tiempos de la riqueza y la pobreza. Los tiempos de la luz, los tiempos de la oscuridad”. En estos tiempos de abundancia  en medio de una interminable sequía no debemos olvidar lo que somos: material moviéndonos entre dos aguas, inconstante y precisos. Detenidos por nuestra propia oscuridad. Impulsados hacia la luz.

Imágenes: Turner / Murillo /El Greco

José Manuel Sala

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