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Pequeñas joyas: siete museos que tal vez no conozcas

Hay quien confunde levantar un museo con construir una atracción, enrolándose en una carrera por ocupar titulares y robar el aliento de los visitantes que a veces conlleva gasto desmedido e incluso especulación. Los que así lo ven olvidan que, más allá de esas espectaculares estructuras de metal y cristal que, como dicen los tópicos en los medios, “ponen a su ciudad en el mapa”, existen también pequeñas joyas que llevan ya mucho tiempo en el atlas del arte, integradas, de forma discreta pero sostenible y sólida, en la vida de su entorno.

Nokton Magazine propone un recorrido por siete pequeños museos alejados de las grandes ciudades y de las rutas turísticas más masificadas. De algunos de ellos nos olvidamos con grave frecuencia. Otros los acabamos de descubrir. Pero ahí están, defendiendo cada día con discreta dignidad esa verdad tan manida, pero no por ello menos cierta, de que muchas veces los frascos pequeños ocultan esencias deliciosas.

Museu d’Art Contemporari Vicente Aguilera Cerni (MACVAC) – Vilafamés (Castellón)

Una muestra de la colección del MACVAC.

Una comunidad artística a la que da nombre el ya fallecido crítico de arte Vicente Aguilera Cerni, que inició su andadura en los años setenta, cuando algunos artistas se mudaron a aquel pueblo de interior de la provincia valenciana. Como explica Bárbara Celis en este artículo tan crítico con la cercana Marina D’Or en Ctxt, pese a su nutrida colección de artistas realistas, hiperrealistas y abstractos, entre otros estilos, el MACVAC sobrevivió durante décadas “en la más absoluta oscuridad”, sin ni siquiera carteles en la propia localidad que indicaran a los turistas la existencia del museo. A 25 kilómetros de Benicàssim, muchos veraneantes todavía desconocen la existencia de Vilafamés, con un hermoso y bien conservado casco antiguo, y mucho más la de su museo.

Museo Nacional de Arte Abstracto – Cuenca

La broma es habitual entre quienes, por primera vez, divisan las Casas Colgadas desde el imponente Puente de San Pablo: se esperaban que fueran muchas más. Pero merece la pena obviar si se parecen tanto o no a las expectativas del turista y entrar a descubrir el museo que esconden en su interior; un paraíso de suelos de madera crujiente y muros blancos de los que cuelga la colección del pintor autóctono Fernando Zóbel, mimada desde 1980 por la Fundación Juan March. Chillida, Tápies, Manrique, Oteiza y Saura, entre otros, aguardan allí al visitante.

Museo Picasso-Colección Eugenio Arias –  Buitrago de Lozoya (Madrid)

Buitrago de Lozoya también merece una visita.

¿Cuántos museos Picasso hay en el mundo? Hay uno en Málaga, otro en Barcelona, otro en París… Lo que no muchos saben es que también existe uno en la localidad madrileña de Buitrago de Lozoya, testigo de una relación muy especial, la que durante más de veinte años mantuvieron dos españoles en el exilio: el pintor, Pablo Ruiz Picasso, y su barbero, Eugenio Arias. ¿Y qué puede contar sobre un artista su barbero? Pues una historia como la formada por las 75 piezas de esta colección, la mayoría de ellas obras regaladas y dedicadas a Arias por el creador malagueño, que también incluye otros objetos curiosos como libros dedicados y útiles de peluquería.

Casa-Museo de César Manrique – Haría (Lanzarote)

La casa que César Manrique levantó sobre el volcán.

Integrar arte y naturaleza. Ése fue el sino de Manrique para esta casa-museo, que fue su vivienda y ahora lleva el nombre de la Fundación dedicada a su obra y figura y se ubica sobre cinco burbujas volcánicas en Haría, en su isla natal, Lanzarote. Con más de mil metros de superficie, El Taro de Tahíche (así se conoce a esta casa), acoge la mayor parte de la obra de este artista, así como la de otros compañeros, y esconde un hermoso jardín exterior con un mural que también fueron obra del artista canario antes de su muerte.

Museo Balenciaga – Getaria (Guipúzcoa)

Uno de los diseños de Balenciaga que se exhiben en el museo.

Para los que todavía duden de si la moda puede ser un arte, la respuesta se encuentra junto al Palacio Aldamar, de la localidad guipuzcoana de Getaria. Junto a la que fuera la residencia de los Marqueses de Casa Torre se levanta un museo que alberga el que probablemente sea el mejor patrimonio que estos aristócratas dejaron al mundo: una inmensa colección de creaciones de Cristóbal Balenciaga, del que fueron mentores. Hijo de un pescador y una costurera, Balenciaga desarrolló la mayor parte de su carrera en París, pero es en su hermoso pueblo donde hoy descansan estas 1.600 piezas, de un valor incalculable por su calidad y recorrido, y entre las más importantes colecciones de moda del mundo.

Museo de Pontevedra

Abanico de la colección.

Dicen de él que, pese a su aire de cajón de sastre, esconde interesantes tesoros en su interior y sirve, sobre todo, para hacerse una idea de cómo ha ido evolucionando la sociedad gallega a lo largo de la historia. Objetos que van desde los instrumentos de música hasta los muebles, pasando por la pintura y las artes decorativas conviven en este museo, todavía hoy un gran desconocido para muchos pontevedreses, y no digamos para quienes lo visitan desde fuera.

Museo López Villaseñor – Ciudad Real

Una de las obras de López Villaseñor que forman parte de la colección.

Fallecido en 1996, la influencia de Manuel López-Villaseñor y López-Cano en algunos de los pintores españoles más importantes de la segunda mitad del siglo XX, como Antonio López, es alargada, hasta el punto de que se le considera pionero del nuevo realismo español. Pero, pese a ello, de él dicen que ha sido el pintor manchego más injustamente olvidado. Esta casa manchega frente a la catedral de su Ciudad Real natural contiene su obra, y presume, además, de ejercer de centro cultural de la ciudad, albergando otras exposiciones temporales.

Fotos: Gernot Keller (cc) / Tomás Fano (cc) / Museo de Pontevedra / Wikipedia / Museo Municipal López Villaseñor / Cristóbal Balenciaga Museoa / Jesús Pérez Pacheco (cc) / MACVAC / Gonzalo Iza (cc)

Manuela Astasio

El periodismo cultural es ese novio que, aunque no tiene un duro, es tremendamente divertido. Yo tampoco tengo un duro, pero espero contribuir a vuestra diversión.

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