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No solo de ‘twerking’ vive el ‘dancehall’

“Tenemos la industria discográfica más reaccionaria del mundo latino”. Y esa frase no corresponde a alguien ajeno a ella. La pronunció en 2013 Jesús López Jerez, máximo responsable de la división latina de Universal Music, en declaraciones al diario EL PAÍS. López Jerez, testigo y actor de los años dorados del reggaetón, defendía así que algunos cazatalentos españoles “se miran demasiado el ombligo”, y que muchas veces los ritmos que entran a través de los suburbios de las ciudades pillan desprevenidos a quienes se sientan en los despachos. Así, fuera de la escena «oficial», fue como la bailarina y profesora Irie Queen, más conocida como “la reina del twerking”, tuvo que conocer el dancehall.

“Me encontré con esta música de manera casual en las discotecas underground de Madrid y, sin saber nada de ella, me invitaba a bailar. Cuando descubrí toda la cultura que había detrás, me quedé totalmente prendada y con ganas de saber más y más”, explica a Nokton Magazine Irie, que en 2011 se hizo con el título de DHQ –esto es, Dancehall Queen- oficial española. Después vinieron la explosión del twerking (esa versión 2.0. ó 3.0. del perreo que la metamorfosis de Miley Cyrus convirtió en viral), miles de seguidores en Facebook, YouTube e Instagram, una portada en la revista Interviú y, finalmente, su propia escuela de baile en Madrid. La madrileña ha sabido mantenerse a pie sobre la ola que introdujo en España esta especie de dialecto del reggae (mucho más rápido, electrónico y bailable), y formar hoy parte de los cimientos sobre los que se asienta la cultura dancehall española.

Pero, antes de seguir, algunas aclaraciones para los que cuando ven unas nalgas agitándose confunden dancehall, reggaetón y twerking. El twerking no deja de ser en realidad un paso de baile, cuyas variantes solo están limitadas a los movimientos (que no escatiman en sexualidad explícita) que los bailarines sean capaces de realizar con sus caderas, y que ha sido adoptado por ritmos como el reggaetón y el dancehall, convirtiéndose muchas veces para el imaginario popular en una metonimia de los mismos. El dancehall y el reggaetón no son lo mismo, pero tienen más puntos en común además del twerking. Ambos tienen sus raíces en las calles de Jamaica. Pese a su más que demostrado éxito comercial, su tratamiento mediático se ha detenido muchas veces solo en los aspectos más morbosos, ignorando la dimensión social del fenómeno. Y a los dos les persiguen los fantasmas de la misoginia, el machismo y la cosificación de la mujer.

Irie Queen no rehúye este tópico cuando se le menciona. “Es cierto que muchas veces la mujer se ve menospreciada, pero es precisamente en el baile donde veo a la mujer más fuerte en el dancehall. Para ellas, es la única manera de poder tener algo”, explica, no sin dejar de mencionar a algunas cantantes y compositoras del género, como Spice y Lady Saw. Lo cierto es que, al verlas bailar, ni la Dancehall Queen ni sus colegas parecen demasiado sometidas por ningún hombre. Cuerpos rotundos, trabajadísimos, que se hacen valer en la pista de baile a base de pasos sin rastro de sumisión o pasividad y que rozan la acrobacia, a pesar de que Irie asegura que el dancehall es un baile al alcance de todos. La DHQ añade que en Jamaica los que más bailan son los chicos, que también forman parte del alumnado de su escuela.

“Lo precioso del dancehall es que cualquiera puede hacerlo, y eso es algo que no tienen todos los bailes”, asegura. La onda expansiva de mujeres con curvas derivada del género ha alcanzado también al mainstream –‘I’ve got a big ass’, (tengo el culo grande) dice la rapera Nicki Minaj en su sencillo ‘Anaconda’-, y de un tiempo a esta parte hasta los videoclips que antes eran dominio de muñecas de medidas imposibles parecen haberse llenado de bailarinas más lozanas. “Desde luego, las culonas estamos teniendo una oportunidad de sentirnos halagadas”, reconoce Irie. Pero no solo se trata, nos explica, de culos más grandes o más pequeños. “En las calles de Jamaica puedes ver a gente de 100 kilos o con malformaciones bailando; de hecho, son los reyes de la pista. Invita a reflexionar, porque en España a mí no me dieron la oportunidad de terminar mi carrera de danza principalmente por mi físico. En el dancehall nadie pone normas, todo el mundo tiene derecho a bailar”, sentencia.

«En el ‘dancehall ‘nadie pone normas, todo el mundo tiene derecho a bailar» (Foto: Luca Sgamelloti).

La bailarina ha estado recientemente en Jamaica, a donde viajó para contactar con las raíces del género. La experiencia ha resultado agridulce. “El dancehall es complicado; de hecho, Jamaica es de por sí complicada”, confiesa. “Hay mucho choque cultural en muchos aspectos, y moverse por allí es complejo”. Parece que el dancehall sí entiende de razas, reconoce ella, europea y blanca, aunque también subraya que los jamaicanos necesitan “crear un vínculo de confianza y respeto hacia su cultura con otras etnias”. “Algunos sienten que los europeos vienen a coger su cultura para hacer dinero con ella, y es verdad que hay muchos casos así”, admite.

No son pocas las estrellas del mainstream que tienen a su propio gurú de ritmos caribeños de cabecera: si Shakira se valió de El Cata para imbuir a éxitos como ‘Loca’ y ‘Rabiosa’ de reggaetón, Diplo, un mago de los súperventas con un amplio repertorio de trucos dancehall, entre otros ritmos nativos, es el aliado de Beyoncé en cuestiones de baile. Tanto a él como a su grupo Major Lazer los sobrevuela con frecuencia la sombra de la apropiación indebida y, en ocasiones, la del plagio. En su libro Indies, hípsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural, el periodista Víctor Lenore dedica al dj y productor un capítulo titulado ‘Diplo como icono del saqueo posmoderno’ y lo define como “el perfecto mediador que nos permite disfrutar de un sorbo de cultura del gueto separándolo de los problemas de sus habitantes”.

La DHQ en otro momento del Rototom Sunsplash 2015 (Foto: Javier Pulpo).

A la bailarina explosiones mediáticas como la provocada por Miley Cyrus cuando decidió apropiarse del twerking y dejar atrás a la niña Disney a golpe de culazo en el escenario no le desagradan del todo. “Es un poco como todo, la gente tiende a generalizar y a encasillar las cosas por modas; que algo empiece a tener un hueco en los medios es una forma para que más gente pueda descubrirlo. ¡De alguna manera tendrán que conocerlo!”, señala

Pero, volviendo a Jamaica, Irie Queen explica que “también hay una gran ola de gente que ama su cultura y quiere aprender y expandir lo que ellos hacen (que es diferente a aprovecharse de lo que ellos hacen)”. La bailarina señala que “hay gente europea realmente buena que está haciendo despertar a los bailarines jamaicanos”, y destaca también el ejemplo de los japoneses, “que son muy respetados en la isla, porque llevan muchos años acercándose y culturizándose en ella”. El baile, los colores, la naturalidad y expresividad de la gente de Jamaica es algo que “no se puede ver en todos los sitios”, asegura la bailarina, y que muchos, como ella, intentan mostrar al resto del mundo a través del dancehall.

En septiembre las clases volverán a iniciarse en la escuela DanceHallCenter de Madrid el 14 de septiembre. Toda la información relativa a los cursos puede obtenerse a través de la dirección de correo electrónico irie.queen@hotmail.com.

Fotos: Patrick Albertini / Javier Pulpo / Luca Sgamellotti – © Rototom 2015

Manuela Astasio

El periodismo cultural es ese novio que, aunque no tiene un duro, es tremendamente divertido. Yo tampoco tengo un duro, pero espero contribuir a vuestra diversión.

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