La Periférica, compañía de cómicos: «Lo más grotesco es la vida misma»

Hace más de dos décadas nacía en Morón de la Frontera (Sevilla) una compañía de cómicos que, de mano del dramaturgo y director Raúl Cortés, desplegó desde sus orígenes una impronta propia. Su resonante iberismo, de picaros esperpentos y un ‘nosequé’ de retranca berlanguiana, echó raíces desde un Sur más al Sur que el propio Sur. La Periférica representa un tributo a los márgenes, al arte que no responde a porcentajes demográficos ni planillas de capital.

Como cómicos de la legua -con la ilusión a cuestas- se propusieron plantar una semilla allí donde hiciera falta un escenario. Solo queda caer -en cartel en el Teatro de La Abadía-, acapara ese espíritu, ya que si la vida no es un carnaval, de cerca se le parece… aunque no venga a sorna.

“La mía es una escritura parabólica -cuenta Cortés, autor y director escénico del montaje protagonizado por Cristina Mateos, Pablo Rodríguez y Sara Velasco-. Dejamos que el espectador se relaje e irrumpimos como un caballo de troya. Hablamos desde el humor de unas realidades muy palpables y perturbadoras, pues aunque se desate la carcajada, es una carcajada dolorosa por momentos”.

En la función, tres personajes -míseros en forma y contenido- fluctúan ansiosos a la espera de una llamada de Su Eminencia. Al aguardo de ese último tren, anhelan el golpe de gracia a sus insignificantes vidas para recibir una pizca de poder a cambio de su oda al servilismo. “Son personajes muy esperpénticos y verdaderos a la vez, pues lo más grotesco es la vida misma. Nos agarramos a esa herida que tenemos todos”, expone Cristina Mateos, una de las tres patas de la función.

La hipocresía, la mala fe, la envidia o la desconfianza pueblan un páramo de mordaz surrealismo, en el que la burocracia engrana el yugo de la maquinaria de los todopoderosos. “La realidad supera la ficción. Ponemos cosas en escena que son increíbles, pero es que en caso de subir tal cual lo que se ve ahí fuera, no nos creerían. Hay personas muy identificables con las que cualquiera nos hemos cruzado”, comenta Pablo Rodríguez.

Sara Velasco lo reafirma. No han sido ni dos ni tres las veces que alguien le dice aquello de “Es que eras igual que tal que tiene un cargo”. A la actriz no deja de sorprenderle que, sin modelo previo, los personajes fotocopien personas de carne y hueso, aunque sienta que mirar al otro, es siempre comenzar por uno mismo. “Todos somos víctimas y verdugos. Cada uno de nosotros participa en pequeñas situaciones de poder”, reflexiona.

Raúl Cortés parafrasea, a colación, una frase de Thomas Hobbes. Todas las relaciones funcionan en términos de poder, incluso las personales. “La gangrena que va pudriendo este universo en el que se mueven los personajes es la aspiración de subir un poquito más. El poder tiene la oscura virtud de desvelar cómo para llegar a tenerlo se es capaz de perder lo último que queda de dignidad”. Y es que lejos de vararse en el tiempo, Solo queda caer gana en actualidad cada día. O la actualidad, a modo de ridículo sainete, le adelanta por la derecha, muy a pesar del ciudadano.  

El equipo de La Periférica, compañía de cómicos se siente “en casa” en La Abadía, espacio en el que coincidieron el dramaturgo Raúl Cortés y la actriz Sara Velasco, en el que Pablo Rodríguez ha participado en otros montajes y en el que también Velasco imparte un taller de mediación artística.

“Estamos felices de contar con la oportunidad de venir a este centro escénico que es Madrid, a este maravilloso teatro. A veces es el hándicap que tenemos las compañías más independientes”, apunta Rodríguez, que pone en valor la importancia de una cultura descentralizada. “Las artes tienen que viajar al público, no ser el público el que tenga que acudir”.

El Teatro del Bufón es el cuartel general de la compañía, desde donde proyectan al mundo su espíritu crítico y canalla, actúan, forman, editan textos y salen de gira. “Yo tengo la teoría de que la vida de todas las personas, en algún momento, va a pasar por Morón -bromea el dramaturgo y director de Solo queda caer-. Es un lugar bastante aislado, la comunicación a todos los niveles es complicada, pero eso ofrece unas condiciones excepcionales para la creación. Nos permite poner un suelo para elevar nuestro proceso de búsqueda”.

Pronto acudirán a un congreso de teatro y nuevas narrativas en Eslovenia, en el que presentarán Cartografías de la memoria, proyecto en el que vinculan teatro, recuerdo y territorio y que arranca con una pieza de radio en tres actos sobre la Barriada de la Paz de San José de la Rinconada, construida por Franco en el 25 aniversario del final de la Guerra Civil. “A la plaza de la Iglesia se la llamó la Plaza Roja y, al pueblo, la Rusia Chica”, comenta Raúl Cortés advirtiendo las ironías del destino. Porque si no queda otra que tocar tierra, que sea con una sala llena riendo. Ya nos levantaremos.

‘Solo queda caer’ se representa hasta el domingo 10 de marzo en la Sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía (Madrid). Para más información y compra de entradas, puede consultarse toda la información en la web del Teatro.