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La Invisible, ¿se queda?

Si La Casa Invisible -“La Invi”, para los amigos- se llama así es porque, cuando, en marzo de 2007, abrió sus puertas en la calle Nosquera de Málaga ya existía en la ciudad todo un tejido creativo que, sin embargo, estaba invisibilizado. Su portavoz, Santi Fernández Patón, así lo explica a Nokton Magazine, y añade que el responsable de tal eclipse no era otro que el modelo cultural que promueven las autoridades de la ciudad, que tiene más que ver, a su juicio, “con el escaparate y la exhibición”.

El pasado 23 de diciembre, en la antesala de la Navidad y a apenas unos meses de la apertura de dos nuevos museos en Málaga (una sede del parisino Georges Pompidou y el Museo San Petersburgo) la policía municipal se presentó en este centro social y cultural de gestión ciudadana, desalojó a quienes se encontraban en su interior, donde se celebraba una muestra de artesanía navideña, y clausuró el edificio, de propiedad municipal, con un cordón. El motivo, según un informe de Urbanismo citado por el diario local Sur: «carencias en medidas de protección anti-incendios y un estado precario de la instalación eléctrica.» Finalmente, los responsables del centro consiguieron que la policía deshiciera el cordón y permitiera la continuidad de actividades privadas en la casa, aunque no públicas.

Manifestación de apoyo a La Invisible el pasado 10 de enero.

“En Málaga hay cultura de museos… Me meo. Cruceros para convertir el centro en un patio de recreo”, decía, más o menos, la letra de una de las muchas coplas que se cantaron durante la manifestación con la que, bajo el lema ‘La Invisible se queda’, el 10 de enero se pidió la continuidad del centro. Casi todas repetían esta consigna: “La Invi no se toca”.

En estos casi ocho años, La Invisible ha acogido una larga lista de actividades –recogidas en Twitter mediante el hashtag #lainvihits-, de las que su portavoz cita, por ejemplo, el Hospital Cromático, un colectivo local de artistas plásticos que exponen, trabajan y se reúnen en el centro. “No solo es la exposición y la muestra: lo que la casa permite es que sus propios integrantes decidan cómo se gestiona el espacio, las muestras que hay, la implicación de los artistas, lo que devuelves al común… es un flujo constante de ir y venir”. Fernández Patón enumera otros ejemplos: el Festival de Cultura Libre, que este año celebrará su novena edición, y conferencias de figuras como el filósofo estadounidense Michael Hardt, la historiadora feminista Silvia Federici y el actual director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja Villel.

Uno de los talleres celebrados en La Invisible.

Precisamente, Borja Villel se refirió hace tiempo a La Casa Invisible como “una gran oportunidad para desarrollar un modelo de futuro que no hay que desaprovechar”. “Desde fuera se percibe que Málaga se está volcando en la cultura. Ahora bien, habría que preguntarse en qué cultura […] Málaga, como muchas otras ciudades españolas, está apostando por un modelo que ya es caduco y que reproduce en la cultura la economía fácil del ladrillo y el turismo”, decía entonces el historiador del arte en declaraciones a La Opinión de Málaga.

Borja Villel lamentó que “en la mayoría de los casos se hace hincapié en la creación de un edificio emblemático y se deja en segundo plano el contenido”. Pese a no ser un lugar de gran atracción turística, La Casa Invisible, con la que el Reina Sofía, apuntó su director, colabora “por simpatía ideológica”, es “un modelo autogestionado que trabaja en redes y es capaz de generar conocimiento”.

‘Hackmeeting’ en La Invisible.

El del Ayuntamiento de Málaga “no pasa de ser un discurso que los hechos desmienten una y otra vez”, apunta Fernández Patón. El portavoz de La Invisible denuncia que la ciudad ha sido testigo de “inversiones desproporcionadas para operaciones faraónicas”, en referencia a los “muchos museos que se siguen multiplicando en Málaga aunque luego carecen de programación”. “Es un modelo de escaparate y exhibición frente a otro que busca una cultura viva, creativa, productiva, que establezca una forma crítica de pensar y que esté asociada a lo social”.

En 2011 La Casa Invisible firmó un compromiso con el Ayuntamiento de Málaga, la Junta de Andalucía, la Diputación de Málaga y el Reina Sofía, dependiente del Ministerio de Cultura, para una autorización temporal de uso del inmueble. Dicho acuerdo estipulaba un plazo de un año para que La Invisible cumpliera con ciertos requisitos. Cuando el convenio finalizó, en enero de 2012, el centro, constituido ya jurídicamente como fundación, reunía, según su portavoz, las condiciones exigidas. Desde entonces, afirma, el Ayuntamiento “no da señales de vida y se ha negado a recibir a ninguna delegación de La Invisible”.

El alcalde, Francisco de la Torre, ha insistido públicamente en que no hay ningún trasfondo político en la decisión, sino meramente técnico, y ha abogado por un concurso público para adjudicar la concesión del edificio. Muchos de los malagueños que han disfrutado de alguna de las actividades gratuitas que La Invisible ha programado en este tiempo se preguntan, en cambio, si no valdría más la pena apostar por un proyecto consolidado y querido por los vecinos dentro de esa estrategia que busca convertir a Málaga en una ‘ciudad cultural’.

“¿Para qué se firma un convenio con La Casa si ahora se da marcha atrás?”, se pregunta Fernández Patón. “¿Por qué comprometer al resto de instituciones en la firma si ahora se dice que no vale y que habrá un concurso público?”. El equipo de La Invisible se esperaba, “como mucho”, un cese temporal de las actividades públicas y abiertas de libre concurrencia, ya que, según señala, ellos mismos habían coordinado la inspección técnica del edificio.

El portavoz del centro reconoce que, “aunque cada uno tiene sus propias conjeturas”, a sus compañeros les resulta difícil discernir con claridad qué motivos pueden haber movido al Ayuntamiento en la decisión de cerrar el centro. “Probablemente haya algún interés especulativo oculto. O quizá simplemente el elemento de agregación social colectivo y de iniciativas de carácter político, como la PAH o Democracia Real Ya, de La Invisible no satisface al Ayuntamiento”, aventura.

Tras La Invisible, en cambio, “no hay un interés financiero ni cultural”; se trata, según su portavoz, de “una puesta en común de una cultura imbricada en un tejido social concreto. Y más en una época de crisis”. Ahora La Invisible busca, a través de una campaña de crowdfunding, financiación independiente que le ayude a asegurar su futuro, solucionando, entre otras cuestiones, las reformas que le exige el Ayuntamiento.

Fotos: CentroSociales (cc) / May (cc) / jorge dragón (cc)

Manuela Astasio

El periodismo cultural es ese novio que, aunque no tiene un duro, es tremendamente divertido. Yo tampoco tengo un duro, pero espero contribuir a vuestra diversión.

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