Nokton Magazine - Revista cultural

La importancia de llamarse Ernesto

 

De pequeño, y a veces también de mayor, tienes que soportar las bromas de tus compañeros de clase porque a tus padres les pareció importante ponerte el nombre de tu tío-abuelo tercero, por raro que sonara, o el de su cantante favorito aunque sea un nombre artístico para hacerles un homenaje. De acuerdo, no es culpa del nombre en sí sino de la guasa de los que te rodean, pero sea como fuere, un nombre marca.

En el mundo del ámbito institucional en general, quizás más acusado en el cultural, se mezclan las bromas denominativas con el siempre espinoso asunto de los mecenazgos y patrocinios. Es difícil esconder el desconcierto del baile de nombres de ciertos teatros que nos empujan a pensar en helados fuera de temporada para luego hacernos caer en que quizás necesitemos un buen seguro (¿por qué no uno de salud y así damos un pasito más para abandonar a su suerte a la sanidad pública como algunos quieren?). Vinculamos nombres de marcas de cervezas a festivales de música y a salas de conciertos que luego pasan a invitarnos a acercarnos a la peluquería y cambiarnos el estilismo y no nos supone un daño irremediable. Los equipos de baloncesto de nuestro país pueden ser compañías telefónicas, tiendas de herbolario o empresas de trabajo temporal y lo único que provoca es el chiste, no nos cambiamos de camiseta ni de hinchada. Hay una nómina bastante larga de patrocinio económico-nominal pero están relacionadas con la gestión privada y como el capital hace lo que quiere, o eso parece, las quejas y debates morales son menores. ¿Qué pasa cuando hablamos de instituciones públicas?

La presencia de inversión privada en instituciones públicas cada vez es mayor y podríamos decir que es deseable que lo sea aún más, pero con reservas. Aunque no haga falta explicarlo, tener el dinero no significa que las empresas puedan tener carta blanca. La inteligencia de la inversión de algunas de las grandes empresas debe estar aconsejada y guiada por los que conocen las instituciones a las que se quiere apoyar. No hay mejor publicidad para el que pone el dinero que el buen uso de ese capital. Aunque no esté tan clara la equivalencia, la imagen será que están devolviendo a la sociedad una parte de las riquezas que la colectividad les dio. Es una bella manera de conseguir implicación total de todas las fuerzas en el crecimiento cultural y social de un país que sigue careciendo de una más que necesaria ley de mecenazgo. Y de pronto aparecen los gestores públicos que parecen desconocer el patrimonio y el intangible tan importantes con los que se trabaja. Preparan fastos para la entrada de lo privado en lo público sin ningún tipo de control olvidando su función. La gestión pública no debe buscar únicamente el beneficio económico. Su misión debe centrarse en la defensa, preservación, conservación y difusión de facetas de la cultura que quedarían en la sombra sin la presencia gubernamental. Cuando manejan una parte de los impuestos que manan del dinero de todos, no pueden obviar la parte de voz y voto de la población.

Y aunque roce lo anecdótico, el baile de letras, nunca mejor dicho, a la espera de una denominación nueva (parece que menos “politizada” y más amable a la privatización) del madrileño Teatro Centro de Arte Fernán Gómez es un síntoma del equivocado planteamiento que parecen tener las fuerzas públicas de la capital. El nombre del teatro no es sólo una etiqueta, es el homenaje de una ciudad a una de las grandes figuras del teatro español. Una cosa nos queda para el consuelo: estamos bastante seguros de que al pelirrojo con la lengua menos políticamente correcta le hubiera dado bastante igual.

La importancia de llamarse Ernesto. La importancia de tener una denominación que sea adecuada para lo que significa y simboliza. Porque tu tío-abuelo tiene derecho a ser honrado y recordado, en la mayoría de los casos un nombre es mucho más que una etiqueta y la cultura pública debe tener una función que no debemos olvidar y mucho menos permitir que los que ostentan cargos de poder la nieguen.

Fotos: Zaqarbal (cc) / Puroticorico (cc) / Daquella Manera (cc)

Maite Urcelay

Frente al voluntariado cultural, la voluntad de poner la cultura al alcance de todos. Porque la cultura puede ser el motor que nos cambie la vida. Plumilla de refilón, filóloga por vocación, enganchada a la cultura y a lo que respira en ella.

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