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Fashion obsession: el cine y la moda

Variantes de interacción

Parecería que la conexión entre el cine y la moda surge de la esencia misma del séptimo arte. Creando su universo, una ilusión de la realidad, el cine utiliza toda una gama de elementos procedentes del mundo de la moda: con la ayuda de atuendos, peinados, maquillaje y accesorios los actores se transforman en trovadores medievales, en engreídos dandys, o bien en superhéroes de un cómic futurista. Pero no solo la moda tiene una influencia decisiva en la gran pantalla, sino que también el cine dicta al público las modas en la vestimenta y el estilo de vida. Cuando alguien sigue las últimas tendencias, se le suele comparar con las estrellas de cine. Los actores son intermediarios de la moda, haciendo publicidad a ciertas marcas y actuando como símbolos vivos de los ideales de la época.

Así mismo, existe otro tipo de interacción de estos sectores gigantes: las películas sobre moda. Durante más de cien años de cinematografía, se han filmado muchas cintas de este tipo. Algunas de ellas están dedicadas al recorrido creativo de diseñadores, fotógrafos y modelos, otras muestran con ironía y cinismo el reverso del glamour, mientras algunas se centran en problemas sociales o psicológicos en el mundo de la moda.

El actor y director francés Max Linder fue uno de los primeros en recurrir a este tema en su comedia Max lanza la moda (1912). De camino a una salida social, el protagonista se da cuenta de que ha estropeado sus zapatos, de modo que compra un par de botines espantosos a un mendigo. En el salón de la alta sociedad, consigue que los invitados esnobs perciban su fallo como un grito de moda y se precipiten a buscar unos zapatos viejos y andrajosos.

Esta crítica de la moda se rastrea sin cesar en películas posteriores. No obstante, el mismo Max Linder puso en boga su estilo cómico: excelente dominio de la gesticulación, moderación en los medios expresivos y un vestuario impecable. El actor tuvo una gran influencia en Charlie Chaplin, este último incluso se refería a Linder como a su maestro. Entre otros clásicos destaca Una cara con ángel (Funny Face, 1957) de Stanley Donen con la inigualable Audrey Hepburn, que a su vez llegó a ser una referente del estilo y contribuyó a la fama de su diseñador predilecto, Hubert de Givenchy.

Una cara con ángel (Funny Face, 1957)

Personajes de películas sobre moda

Aunque la comparación del resplandor superficial de la moda con su «relleno» poco atractivo se aprecia en las obras de maestros tan reconocidos como Michelangelo Antonioni, es Hollywood el que resulta ser líder en este campo. Las películas sobre moda pueden clasificarse según varios criterios, así que hagamos un repaso general, para luego detenernos en algunas cintas de autor.

Ante todo, el cine sobre moda, como el resto, se divide en largometrajes y documentales. Los últimos suelen tratar biografías o productos de la industria de la moda, a veces asomándose al mismísimo santuario de las tendencias, la redacción de Vogue (El número de septiembre, 2009). Las obras de ficción, en cambio, gozan con más libertad y se permiten parodiar a los personajes más influyentes del sector (El diablo viste de Prada, 2006).

Llevando a la gran pantalla las vidas de las personas que definieron la moda del siglo XX, los directores se inspiran en la decidida Coco Chanel (películas epónimas de George Kaczender, 1981, y de Christian Duguay, 2008; Coco antes de Chanel de Anne Fontaine, 2009), el rebelde Yves Saint Laurent (Yves Saint Laurent obras de David Teboul (2002); de Jalil Lespert y de Bertrand Bonello, ambas estrenadas en 2014), el escandaloso Christian Dior (Christian Dior, le couturier et son double de Philippe Lanfranchi, 2005), el espléndido Valentino Garavani (Valentino, el último emperador de Matt Tyrnauer, 2008), etc.

Las modelos también entran en el campo de visión de los cineastas. Gia (dirigida por Michael Cristopher, 1998), cuenta la historia del ascenso y la caída de Gia Carangi, una top model de las décadas de 1970 y 1980 que logró un inmenso éxito profesional, pero nunca tuvo lo que más necesitaba: el apoyo de las personas cercanas. En realidad, el guion estaba basado en hechos reales según los testimonios de sus compañeros y su diario. El arranque de la película muestra el último triunfo de la modelo, interpretada por Angelina Jolie, el principio de su trágico final. Luego retrocedemos en el tiempo y seguimos la brillante carrera que no hizo feliz a la protagonista, sola en su deseo de ser querida. «Cuando lo tienes todo… ¿Qué tienes?», pregunta Gia, desilusionada con la popularidad, adicta a las drogas. También dice una áspera frase que define su industria: «La moda no es arte, ni siquiera cultura. La moda es publicidad. Y la publicidad es dinero». Por trillado que suene, resulta que en este negocio sobrevive el más fuerte.

El documental Veruschka: Una vida para las cámaras (Bernd Böhm y Paul Morrissey, 2005) adopta un enfoque distinto, a modo de entrevista ilustrada con la supermodelo Vera von Lehndorff. Esta mujer frágil, que de niña vivía cerca del búnker de Hitler, y cuyo padre, un oficial alemán, fue ejecutado, quería ser pintora, pero se convirtió en una estrella de portadas glamurosas. Con todo, su ambición creativa la ayudó a no tirar la toalla tras el declive de su carrera en la moda: Vera se reinventó como artista. Ya no era una muñeca pasiva para encarnar las ideas del fotógrafo, sino desarrollaba y realizaba sus proyectos personales, inspirándose tanto en la elegante Marlene Dietrich y el vanidoso Dorian Gray como en un leopardo rodeado por la naturaleza salvaje. Utilizando su cuerpo como un lienzo, Vera von Lehndorff pasó por él casi todo el arte moderno y posmoderno. La célebre filósofa Susan Sontag calificó su camino artístico como una indomable carrera de belleza. Por cierto, Vera apareció en la película Blow Up de Antonioni, de la que hablaremos más adelante.

Posteriormente la artista admitió que Veruschka había sido su alter ego, una imagen detrás de la cual ocultaba su propio carácter tímido y retraído. Sus reflexiones sobre la profesión de modelo son algo diferentes a las expresadas en Gia, aunque tampoco alaban este ámbito: «Moda y muerte van de la mano. La moda es muerte: lo que está de moda hoy se irá mañana… Y las modelos no son una excepción en este juego. Vienen y se van». Aún así, Vera von Lehndorff demostró la posibilidad de reinventarse en cualquier momento de la vida. Después de tirar cientos de portadas a la basura, esta mujer finalmente pudo realizarse.

A veces, el personaje principal de una película sobre moda es… una revista. El diablo viste de Prada se hace eco de una obra anterior, La becaria (Michael Lange, 2000): ambas explican cómo desarrollar una carrera en una revista de referencia, mostrando una vez más el lado oscuro del glamour. Las heroínas de ambas cintas pasan de inocentes novatas a colaboradoras insustituibles, tiburones del negocio. El diablo viste de Prada parodia sin reparos a Anna Wintour, la editora del Vogue estadounidense, conocida por su profesionalismo, perfeccionismo y rigidez. Por este papel de una jefa déspota la actriz Meryl Streep ganó un Globo de Oro y fue nominada al Oscar. Es curioso que, pasado un tiempo, la propia Wintour superara su escepticismo y que incluso elogiara la actuación de Streep.

 

Más allá de la moda: cine de autor

Ahora pasemos a Blow Up (Deseo de una mañana de verano) de Michelangelo Antonioni (1966), en el que la moda aparece más bien como un fondo. En el centro de la historia está el problema del letargo de Thomas, un joven y hábil fotógrafo. A pesar de su estilo de vida envidiable, el héroe es pasivo, melancólico, como si estuviera somnoliento. Está sobresaturado, casi ha perdido la capacidad de sentir emociones profundas, salvo en raros momentos eufóricos.

Como escribió el perspicaz Michel Houellebecq «en la vida puede ocurrir todo, y casi siempre nada». El tiempo pasa, la acción de la película transcurre muy despacio. Por fin, gracias a las alusiones a un posible crimen, el espectador comienza a esperar un giro imprevisto. Thomas parece absorto en la historia detectivesca mientras agranda sus fotos que quizás conduzcan a las respuestas. Pero, apenas comenzado, este juego termina aburriendo a Thomas. Nada le emociona, si bien él mismo no cesa de interferir en la vida de los demás, ya cansado de la suya. En el final, con el protagonista desapareciendo del fondo, a nosotros solo nos queda el césped en la pantalla. En lugar de encontrar las ansiadas respuestas, multiplicamos las preguntas.

Aunque la obra se centra en cuestiones diferentes, Blow Up está estrechamente relacionada con la moda. Un dato curioso: Antonioni exigió a los figurinistas que adivinaran nuevas tendencias con dos años de anticipación, es decir, para el año del estreno de la película. Otro aspecto es la forma de retratar a las modelos: parecen muñecas inmóviles que no responden ni siquiera a los insultos, o principiantes ingenuas y estúpidas que persiguen a los fotógrafos de éxito. Sin embargo, Veruschka crea con su presencia un ambiente atractivo, seductor. Su imagen aparece en el cartel de Blow Up, asegurando su inmortalidad en la historia del cine.

Por último, otra cinta de autor relacionada con el ámbito de la moda: La escafandra y la mariposa de Julian Schnabel (2007). Esta es la tercera obra de dirección del pintor neoexpresionista, por la que recibió varios premios de prestigio. El hecho de que la película sea una adaptación de la autobiografía de Jean-Dominique Bauby, el editor de Elle France que sufrió un derrame cerebral a los 43 años, tiene un importante impacto emocional. La consecuencia de la embolia fue la parálisis de todo el cuerpo de Bauby, excepto el ojo izquierdo. Poniéndose en contacto con el mundo exterior solo con su ayuda, Jean-Dominique habla de su mundo interior, recuerda el pasado, analiza su condición, se hunde en sueños. Después, escribe un libro sobre su vida.

Schnabel resolvió brillantemente la tarea de visualizar el día a día de una persona paralizada. El espectador vive la película a través de los ojos del protagonista, se sumerge por completo en su universo e incluso parpadea cuando le cosen el ojo con una aguja. Gracias al uso del plano subjetivo, el cineasta nos hace sentir como pacientes, evocando los personajes que Ken Kesey describió de manera tan inquietante en Un vuelo sobre el nido del cuco. El espectador está encerrado en un traje espacial de limitaciones corporales, mientras que la mente viaja por el pasado y el presente sin ningún límite, como una mariposa. Schnabel no añade ni un ápice de moralismo a su creación. En cambio, insiste en que una situación crítica proporciona al ser humano una oportunidad de conocerse a sí mismo. Mientras Jean-Dominique estaba sano, era un hombre superficial, pero después del derrame renació y creció como persona. Es posible que el accidente fuese el impulso sin el cual su vida se habría vuelto tan poco interesante como la existencia de Thomas en Blow Up.

Los últimos ejemplos demuestran que el cine relacionado con la moda puede trascender lo más profundo de la existencia humana. Las cintas de este tipo son más bien una excepción de la regla general, pero, como apuntaba Coco Chanel, la moda pasa, el estilo permanece. Y se refuerza con el tiempo, como corrobora el trabajo de Antonioni.

Blow Up (Deseo de una mañana de verano).
Anna Melnique

La vida de Anna Melnique ha dado muchas vueltas: nació en Ucrania en 1990, de adolescente vivió en Irlanda y luego se licenció en Estudios Culturales e Historia del Arte en una de las universidades más prestigiosas de Kiev. Sin embargo, al terminar los estudios no se dedicó a la investigación académica como se esperaba de ella. En cambio, empezó una carrera como modelo de moda. Tras recorrer toda Europa durante varios años, trabajando y a la vez estudiando nuevas lenguas y culturas (ya en la práctica y no en la teoría), al final se afincó en España, aprendió el castellano y se dedicó a la escritura. En realidad, siempre ha escrito: artículos sobre arte y cine, diarios de viaje, relatos e incluso apuntes de sus sueños por las mañanas.

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