Nokton Magazine - Revista cultural
Si Miguel de Cervantes ganó la gloria literaria con la parodia de las novelas de caballerías, tan famosas en la época, Eduardo Mendoza ha sido merecedor del premio que lleva su nombre, considerado por muchos el Nobel de las letras en español, por una serie de novelas que emulan caricaturas de las novelas policiacas tan en boga también ahora, entre otras muchas cosas. Aunque no solamente de asesinatos, desapariciones y robos vive la narrativa del autor catalán. La sutil ironía y el humor blanco y de risotada amplia transpira en la mayoría de sus novelas, lo que convierte al Premio Cervantes de este año en un galardón a la comedia bien entendida. ¿Alguna razón más para entender este merecido reconocimiento? Aquí tenemos unas cuantas.
“Día 10
07.30. Decido adoptar apariencia de ente humano individualizado. Consultado Catálogo, elijo el conde-duque de Olivares.
08.00. Me naturalizo en lugar denominado Diagonal-paseo de Gracia. Soy arrollado por autobús número 17 Barceloneta-Vall d’Hebron. Debo recuperar la cabeza, que ha salido rodando de resultas de la colisión. Operación dificultosa por la afluencia de vehículos.
08.01. Arrollado por un Opel Corsa.
08.02. Arrollado por una furgoneta de reparto.
08.03. Arrollado por un taxi.
08.04. Recupero la cabeza y la lavo en una fuente pública situada a pocos metros del lugar de la colisión. Aprovecho la oportunidad para analizar la composición del agua de la zona: hidrógeno, oxígeno y caca”
¿Quién no ha escrito un diario contando qué le acontecía en su vida? Cuánto más no será necesario una bitácora cuando acabas de aterrizar en un planeta nuevo y se te ha perdido el compañero de expedición. Muchos conocimos/conocieron Barcelona a través de los ojos de este extraterrestre que, manual de usos humanos en mano, se transformaba en diferentes personajes desde Gary Cooper hasta el Mahatma Gandhi… Todos ellos buscando a Marta Sánchez. Una magnífica puerta de entrada al saber hacer narrativo del autor barcelonés.
Desconocemos su nombre, solamente que padece alguna afección que ha de ser tratada por Sugrañes, responsable de un centro psiquiátrico del que no deja de entrar y salir nuestro protagonista. En un mundo absurdo y terriblemente cuerdo, la locura de este personaje anónimo sirve de espejo de las miserias de muchos y critica a la sociedad española contemporánea en general, y a la barcelonesa en particular, sin dejarse en el tintero nada: desde la burguesía más histórica del barrio de Pedralbes, hasta el nacionalismo/independentismo más advenedizo. Una pentalogía deliciosa que mezcla la novela negra, la gótica y la difícil carcajada constante en un cuadro de personajes y ciudades casi esperpénticos, pero nada alejados de la realidad.
La presencia en sus obras de referencias al valido de Felipe IV o los personajes reales de la sociedad catalana, de los que nunca da el nombre, demuestran al lector que para Eduardo Mendoza la historia no es simplemente un contexto temporal en el que encajar sus novelas. La obra que le valió el Premio Planeta, Riña de gatos. Madrid 1936, nos plantea el punto de
Con el galardón a Eduardo Mendoza parece que el Premio Cervantes ha querido reconocer en esta ocasión un universo narrativo plagado de extraterrestres, locos, elementos surrealistas, ironía, inteligencia, aires de novela negra, historia y risa, mucha y necesaria risa. Y buena falta nos hace.
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