Nokton Magazine - Revista cultural
El queso es uno de esos productos que desprende un cariño especial, un producto que produce pasiones hasta el punto que muchos se consideren amantes del queso, por eso nos gusta saber de ellos, porque no queremos que nos la den con queso y porque el saber no ocupa lugar.
Hay una serie de incógnitas que se nos plantean habitualmente, las cuales a veces nos hacen mirar al queso con recelo, no disfrutar de ese momento de placer por las dudas en nuestro interior. Y mejor que un libro de autoayuda, es conocer un poco más del queso, así que aquí van cinco respuestas a las cinco preguntas que más nos planteamos.
¡Qué dilema!
Primero debemos diferenciar entre corteza natural o artificial.
Las cortezas artificiales pueden ser comestibles o no, si no lo son debe indicarlo en la etiqueta, aun así, las que son comestibles no suelen aportarnos nada, ya que están para proteger el queso. Una forma sencilla de detectarlo es rascar con la uña, si se desprende una película de pintura es que es una corteza artificial.
¿Y las cortezas naturales debemos comerlas siempre? Pues algunas nos pueden dar sabores amargos algo desagradables. Cómo detectarlo, pues probándolo. Vale, vale, se supone que os tengo que dar consejos para detectar estas cosas pero es que la prueba de ensayo y error es insuperable. Pero os dejo un consejo muy útil para disfrutar cuando comemos una porción de queso, y es empezar siempre por la zona central y terminar por la corteza, ya que cerca de esta los sabores se intensifican, de manera que podemos detectar más fácilmente si nos va ser agradable comerla o no.
Noooo, el moho es amigo del queso y enemigo del consumidor, de hecho, en muchos quesos el moho y las levaduras les proporcionan sus características fundamentales, como es el caso de los quesos azules, camembert, brie, munster…
En los que no tienen moho y estos proliferan se debe a la humedad de estos, muchas veces incluso por nuestra forma de conservarlos en un film plástico, solo tenemos que quítarles esa película de moho y dejar que el queso respire durante un tiempo a temperatura ambiente.
El queso requiere de humedad y de una temperatura entre unos 7-14ºC, muchas veces estas condiciones son difíciles que las podamos tener en casa.
Por eso la nevera, aunque sea fría y seca, suele ser el lugar menos malo para conservar el queso en nuestra casa, la falta de humedad la podemos suplir envolviendo el queso en un paño húmedo. Otra forma de envolver el queso es con el papel de “charcutería” con que nos suelen envolver los productos.
Las queseras están bien para conservar un trozo de queso que vamos a comer rápidamente, ya que le vamos a tener a temperatura ambiente, dispuesto para comer, pero a partir de 2-3 días debido al calor el queso se nos va a secar en exceso.
El mundo del maridaje es muy amplio, y no lo neguemos, nos gusta acompañar al queso de vino o cerveza. Por norma general el vino blanco marida mucho mejor que el tinto con el queso, aunque hay tintos que van muy bien con ciertos quesos. Al igual que las cervezas más suaves suelen ir mejor que las fuertes para acompañar el queso.
¿Verdad que aquí no os importa hacer la prueba del ensayo y error, de todas formas, os dejamos un par de enlaces si queréis ser unos expertos en la materia:
Esta es fácil, tranquilos. Primero debemos diferenciar entre frescos y madurados, si nos fijamos en los frescos nos viene una fecha de caducidad, son productos que con el tiempo se irán devaluando (se acidifican, agrian…), por lo que conviene consumirlos rápidamente.
Sin embargo en el resto de quesos, veremos que nos viene “consumir preferentemente antes del”, esta es una fecha que el productor nos da, en la que asegura un tiempo en el que el queso tiene unas determinadas características organolépticas.
El queso está vivo y evoluciona, algunas veces para bien, otras para mal, y otras muchas veces lo que hará simplemente es que el queso se nos transformará en un queso diferente.
Los quesos de pastas blandas suelen perder más las características sensoriales y es preferible no dejarles excesivamente mucho tiempo, ya que se nos secaran y perderán la esencia del queso. Los quesos de pasta semiblanda con el tiempo se nos transformaran en curados, si se nos secan en exceso una táctica es rayarlos. Los quesos “semis” se nos transformarán en curados, irán ganando en sabor y adquiriendo una textura por lo general más seca.
No sé si os servirá de algo pero debemos tener en cuenta que el queso es como una montaña donde el punto álgido del queso es la cima. Por eso al principio el tiempo aporta aroma, sabor y textura al queso, hasta que llega a la cima donde el queso empieza a descender. Al principio tendremos aun así un queso fabuloso pero llegará un momento en que nuestro queso pierda mucho, secándose en exceso, cogiendo sabores picantes…
Artículo publicado en Queso y Recetas La Pasiega
Foto: Pxhere (CC)
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