César Pérez Gellida: «No me gustan los conejos sacados de la chistera»

Detalle de la portada de "Astillas en la piel"
César Pérez Gellida (Valladolid, 1974) amplia ahora la marca de la casa con 'Astillas en la piel', un despiadado thriller psicológico en el que la ciudad medieval de Urueña articula una trama de venganza en torno a dos viejos amigos con demasiadas prendas clavadas.

Si Valladolid tiene el alma negra, muy negra, se lo debe a un autor lacerante en los mecanismos del noir más adictivo, también creador del psicópata de pulsión literaria Augusto Ledesma, un must en el noir de la última década. César Pérez Gellida (Valladolid, 1974) amplia ahora la marca de la casa (el sello o género Gellida) con Astillas en la piel, un despiadado thriller psicológico en el que la ciudad medieval de Urueña articula una trama de venganza en torno a dos viejos amigos con demasiadas prendas clavadas. Y lo que se desenclava…

Nokton Magazine: Astillas en la piel se concentra solo en dos protagonistas: Álvaro, un famoso escritor de bestseller criminal, y Mateo, un crucigramista sin éxito. ¿Sentías necesidad de romper con la habitual coralidad de tus novelas a través de dos personajes reflectantes?  

César Pérez Gellida: Astillas en la piel parte de un tratamiento de guión que yo tenía para unas de las productoras con las que trabajo. A partir de los vínculos emocionales que se empezaron a generar con los personajes decidí llevarlo al papel, pero la verdad que no existió pretensión anterior de querer hacer un juego de espejos. En la medida que el lector avanza en la trama, los personajes crecen en su mente, su piel cada vez es más sensible y, por tantos, los protagonistas tienen más alma, se alcanzan nuevos significados. Creo que de forma intencional no suele salir bien. No planifico así mis novelas.

NM: ¿No respondes al prototipo de autor de novela negra que tiene la pared parcelada por miles de posits y anotaciones?

CPG: No tengo esa capacidad de generar un argumento previo y de adelantarme. Lo que hago es dejarme guiar por los personajes y que ellos vayan decidiendo cuál es la trama sabiendo que la rienda la llevo yo siempre, por lo que si alguno de los personajes frena, tengo que decirle que arranque. Mi método es intuitivo. No soy capaz de meterme en una cárcel de estructuras en la que yo he decido que el lunes escribo esto, el martes lo otro… No funciono así.

NM: Álvaro y Mateo, los protagonistas, se reencuentran en Urueña cuando el segundo pide ayuda a su colega de infancia del internado en un asunto de vida o muerte. En aquel centro se producían abusos. ¿Se puede justificar la venganza?  

CPG: Cada uno procesa sus emociones de una forma distinta. Es imposible hacer un juicio de valor y decir lo que es válido o no. Es sencillo empatizar con los personajes y meterse en su cuerpo y dejar que esas emociones te lleven a experimentar la trama de forma directa. Yo no pretendo dar lecciones de quién se equivoca de los dos. Ambos actúan como actúan porque son distintos, tienen su propio registro y visión del pasado.

NM: Así es como Álvaro señala sobre Mateo: “Él lleva toda una vida intentando identificar uno a uno esos recuerdos para poder exterminarlos. Ingenuo, ya tendría que saber que no se fabrica munición para ello”.

CPG: Tiene que ver con las imágenes y recuerdos que quedan perennes en nuestro cerebro y que de vez en cuando aparecen. Para algunas personas suponen un lastre mientras otras personas son capaces de vivir con ellos. Depende de la capacidad de gestionar esos momentos traumáticos que hemos tenido todos con menor o mayor intensidad.

NM: La novela se origina, hablando de recuerdos, del que dejó en ti una impactante cencellada durante un paseo invernal en Urueña, la conocida como Villa del Libro (el municipio español con más librerías por habitantes).

CPG: Siempre me ha parecido un escenario de novela. No había tenido la oportunidad hasta ahora de retratarla, pero la tenía en la recámara. Quería un escenario único que condicionara toda la trama. Pasear por sus calles, vivir esa cencellada impenitente que no te deja ver a X metros, con el frío, todo pintado de blanco… Es una atmósfera que encaja muy e influye en las sensaciones, movimientos y reflexiones de los personajes.

NM: Mientras los protagonistas se mueven en Urueña como a dentelladas en un laberinto, el lector habrá de resolver los “crucigramas” incrustados en cada capítulo. No es nivel principiante.  

CPG: Eso ha sido algo de lo que me he arrepentido mucho porque me ha costado encajar las piezas para poder hacer cada crucigrama, pero en su día iba muy bien con la forma de ser de Mateo. Me lancé y luego para terminarlo (ríe)…. Me lo planteé como juego más para añadir a la experiencia de lectura que me gusta proporcionar a los lectores.

César Pérez Gellida, autor de «Astillas en la piel»

NM: La trasversalidad de tus novelas permite pequeñas sorpresas como la aparición de una vieja conocida, la inspectora de homicidios Sara Robles, que ya aparecía en Sarna con gusto y protagonizaba tu anterior novela, La suerte del enano. ¿Su cameo es una señal?

CPG: Al principio no estaba en mis planes que interviniese, pero aparece porque es necesario, lo que ocurre está dentro de su “jurisdicción”, pero Sara no interviene en la carga dramática de la historia. Siempre que escribo una novela, pienso ya en la siguiente. Todo funciona como un engranaje. Si falta alguna pieza las manillas no se mueven. Y nada más te puedo contar (ríe).

NM: Álvaro comenta en la novela que al lector le gusta empatizar con ese tipo de personajes que de alguna forma están libres de cargas morales, generen afecto o rechazo. ¿Cuánto se acercan sus apreciaciones respecto a las de César Pérez Gellida?

CPG: No estoy 100% de acuerdo con lo que Álvaro dice en general sobre literatura, novela negra e industria editorial. De César Pérez Gellida hay muy poco en él y nada de él en mí. El lector sabe que no consiste en blancos y negros en la forma de ser de las personas y se siente reflejado. Otra cosa es que fuera capaz de ejecutar lo que hacen los personajes, pero todos tenemos nuestros recovecos y controlamos nuestros impulsos. Los personajes oscuros nos atraen tanto porque nos interesa explorar esa zona, la cara interna que ocultamos. Desde que empezamos a pintar bisontes en las cavernas ya sabíamos que nos atraía aquello que hacemos por no mostrar.

 NM: Las escenas de la novela son precisas. El papel rezuma el olor del miedo, del desconcierto, de la sangre. ¿Cómo se documenta la violencia?

CPG: En este caso no hay una labor de documentación que merezca ni media medalla. Traslado los efectos. Hay que aprender qué sucede cuando un cuchillo penetra en el cuerpo y cómo se responde físicamente. El lector completa la veracidad que aportas y puede llegar a emocionarse, disfrutar o sufrir. Otra cosa es mi novela “Todo lo peor”, en la que viajaba al Berlín de los años 80. Astillas en la piel tiene interpretación de personajes, lo que ha supuesto interpretar entre otros a un pedófilo, en cuya piel no apetece nada introducirse, pero debía presentarlo como un personaje más.

NM: Te suelen describir como un mago por la capacidad de jugar con lo que ven los ojos. ¿Te consideras un poco prestidigitador o es cuestión de manejar los tiempos, el progreso de los personajes…?  

CPG: Cuando me pongo delante del teclado tengo muy claro en mi cabeza cuál es la escena que acabo de escribir y cuál es la siguiente por coherencia argumental. Y no voy más allá porque lo siguiente me va a condicionar el resto y no estoy del todo seguro de cómo va a terminar. Si decido por el camino que ahí va a suceder algo que condiciona el resto hacia delante no me lo voy a replantear. Si lo que me ha pedido la cabeza y los dedos es continuar por ese camino, lo haré. Vale lo que sucede de ahí en adelante.

NM: Eres fiel a tu intuición.

CPG: Lo que hago es ser honesto con el oficio. No me gustan los conejos sacados de la chistera. En una novela de este tipo, de corte psicológico, tengo que dar la oportunidad al lector de participar en el juego y adelantarse a los acontecimientos si es capaz. Yo tengo que intentar engañarlo continuamente, pero con las cartas hacia arriba. Al final lo que tienes que hacer es ponerte en el papel de escritor, facilitando la experiencia de lectura que te gustaría si tú estuvieras al otro lado.

NM: Este año celebras el décimo aniversario de tu carrera como escritor. De aquella fecha en la que apostaste por este oficio con todas las de la ley.

CPG: Es un hito que te recuerda el momento en el que tomaste una decisión. Quizás no muy valorada porque en ese momento no sabe uno a lo que se va a enfrentar, no controla el oficio ni la industria… pero estoy encantado. Si volviera atrás sabiendo a lo que me iba a enfrentar no sé si volvería a hacerlo (ríe). Memento Mori, mi primera novela, se va a volver a reeditar en una edición de tapa dura.

NM: ¿Cómo se mantiene la frescura y la capacidad de sorprender al lector después de una docena de novelas, a cada cual más inesperada?

CPG: Tiene que ver con la intensidad y el amor por el oficio. Si cada día es distinto, las cosas salen. Tejo la trama según avanzo en la historia. Si yo no sé dónde voy, difícilmente los lectores se podrán anticipar. Esta es la fórmula. El problema es que condiciona todas las decisiones hacia delante, implica una reconstrucción entera de la dirección que intuías o habías programado al sentarte al teclado, pero da esa capacidad de sorpresa. Me gusta interactuar en redes sociales. Que te acaben «insultando» es una maravilla porque sabes que el juego lo has ganado tú. Otros se anticipan, te conocen y no se fían, de modo que saben que debe haber algo más de lo que estás mostrando.

NM: Al inicio de Dolor y Gloria, de Almodóvar, la actriz interpretada por Marisa Paredes le dice a Antonio Banderas, alter ego del director en la película: “Son nuestros ojos los que han cambiado, la película sigue siendo la misma”. ¿Percibes la evolución al mirar atrás?

CPG: No sé si a mejor o a peor. Quiero pensar que voy creciendo. Al mismo tiempo cuesta más escribir, hay que verificar que las escenas no las he escrito un millón de veces. No se puede evitar el peso de lo anterior, pero así ha de ser. Un ciclista que lleva años haciendo el Tour de Francia, que lo conoce bien de haberlo subido diez veces, no tiene por qué subirlo mejor. Ahora el cuerpo me pide avanzar en otros proyectos, siempre delante del teclado. El éxito mayor o menor es parte del pasado y nadie se va a acordar de lo que disfrutó leyendo en 2014 Consummatum est porque la novela que tiene delante es otra. Siempre es un volver a empezar, un reto y yo lo afronto pensando que mi mejor novela es la que estoy escribiendo.

NM: ¿Hay un entorno de ficción que ha alimentado al escritor?

CPG: No sabría decirte cuál es el afluente del que bebo. Estamos todos muy influidos por quienes somos y por quién hemos sido. Creo que no sabemos discernir si es de la literatura, la realidad, de las películas…

NM: Este año has dirigido la I edición del festival de literatura y crimen Blacklladolid. ¿Cuánta falta hace impulsar iniciativas culturales?

CPG: Necesitamos focos en España y querríamos que esta cita literaria se convirtiera en alfombra roja de las letras españolas. O negra en este caso. La buena acogida de su primera celebración nos anima a proseguir en el empeño. Este año hemos tenido literatura y crimen, queríamos ser honestos con el germen del festival que era hacer una semana negra. El año que viene el tema será literatura y vino.