Nokton Magazine - Revista cultural
Bocata de tortilla, filete empanado y cantimplora: nos vamos de excursión. Un clásico de los veranos aunque sólo sea un fin de semana suelto. Y en la programación de este clásico, sea sólo como plan b o lo principal, siempre sienta bien refugiarse en instituciones culturales. Esta misma idea y hábito se da a diario en nuestras ciudades: colas de turistas, patrios y extranjeros, en las puertas de los museos, ataviados de gorras ventilador, sombrillas, sprays de agua y demás aperos para evitar las altas temperaturas. Todos bien pegaditos a la sombra.
Pero también puede pasar que apetezca menos que nada el salir a la calle y soportar las inclemencias del tiempo, quemaduras solares y deshidrataciones. Si prefieres optar por estar a resguardo, tomando un té frío en casa en compañía de tu amigo aire acondicionado, te vamos a dar unas cuantas opciones para que tires de ordenador y no te quedes sin visitar algunos de los mejores Museos Estatales, aunque sea complicado elegir entre la red que gestiona la Secretaría de Estado de Cultura. Otro dato a su favor: por esta vez, y sólo por esta vez, puedes entrar al museo en bragas o gayumbos. El dresscode de verano de tu casa lo eliges tú.
En un rinconcito del barrio madrileño de Malasaña se esconde una joya del Patrimonio Nacional. La colección del Museo del Romanticismo, y su patio con cafetería, merecen una visita presencial sí o sí. Hasta que decidas lanzarte a la calle, también puedes visitarlo online.
En Moncloa hay una acumulación de edificios e instituciones con poder que asusta. Un remanso de paz es el Museo del Traje IPCE y sus jardines. Alberga una colección clave para entender la evolución de la sociedad a través de la vestimenta y sus talleres y planes de acción social y acercamiento al público merecen mención especial.
Un tesoro se esconde también en Moncloa. Un palacete que alberga la histórica colección privada de obras de arte, objetos arqueológicos y demás antigüedades reunida por Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, político y arqueólogo a la par. Un pedazo de historia que no ha cambiado su decoración para meternos de lleno en un viaje en el tiempo.
Cuenta la leyenda que hay familias en medio mundo que conservan llaves del siglo XV entre los bienes de la casa. Llaves que en su día abrieron puertas de las casas que habitaban sus antepasados en ciudades como Toledo. Los judíos fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492, pero la ciudad de las tres culturas no olvida a los descendientes de los que se fueron, los sefardíes. El Museo Sefardí nos invita a conocer una parte de nuestra historia, la clave para entendernos.
Pocos han sabido reflejar la luz mediterránea como Sorolla en sus cuadros. Escenas que dibujan un país, sus costumbres, sus gentes. Pinturas que despiertan los sentidos en una experiencia sinestésica, como lo es su casa, en la cual se guarda la colección que perteneció a su familia. El Museo Sorolla es un oasis en mitad de la ciudad de Madrid. Una excusa perfecta para dejarse llevar por los aromas del jardín, el murmullo de agua de sus fuentes y lo que descubriremos dentro.
Como diría la canción: quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. La experiencia del Museo Nacional de Antropología nos reta a conocernos a nosotros mismo poniendo a dialogar el origen de los arquetipos de nuestra concepción cultural. Según cómo nos contemos nuestra historia, entenderemos lo que está por venir. El paseo por las distintas culturas y folklores nos ayudan a componernos un paisaje completo para saber qué es el ser humano.
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