Una barba no es solo una barba

Una barba no es solo una barba
'Bluebeard, 2015', de Olivier Flandrois, forma parte de la muestra 'To shave or not to shave'.
¿Afeitarse o no afeitarse? Dos exposiciones en Málaga ofrecen distintas respuestas a través del arte a una pregunta casi eterna.

“Mi madre me dijo una vez: ‘Déjate barba, que lo que te tapa la cara te hace más guapo’. Mi madre no lo sabía, pero había inventado a los hípsters”. El texto forma parte de una obra del ilustrador Alfonso Casas, que se expondrá hasta el 15 de marzo en la muestra To shave or not to shave. Su inauguración formó parte de la feria de arte Art&Breakfast, celebrada este fin de semana en Málaga, cuyo programa de actividades paralelas ha prestado especial atención a un icono de nuestro tiempo –“los barbudos años diez”, los llaman algunos-: el vello facial.

Una barba no es solo una barba
‘Mi madre inventó los hípsters’. Alfonso Casas, 2014.

¿Es tan sencilla la cuestión del afeitado como la plantea la madre de Casas? ¿Responde el boom que desde hace años viven las barbas únicamente a coquetería o estética? En caso afirmativo, la primera en la frente: en la conferencia que ofreció el sábado en la ciudad andaluza, la historiadora del arte británica Lucinda Dickens citó estudios recientes que señalan que en la actualidad existe tal cantidad de barbudos en el mundo que la barba ya está perdiendo el atractivo sexual que podía tener cuando comenzó esta huelga de cuchillas.

Hubo una época, además, en la que el tipo de afeitado de un hombre podía dejar ver de qué pie cojeaba. Ahora, con tanta barba invadiendo incluso territorios rara vez conquistados, como el deporte o los partidos de derechas, parece más difícil. Pero, tras visitar las actividades que esta primera edición de Art&Breakfast ha dedicado al vello facial, se empieza a creer fervientemente que, estética aparte, llevar o no barba o bigote rara vez ha sido una decisión fortuita. Más bien, ha respondido a distintas circunstancias políticas, económicas y sociales a lo largo de la historia. Y, desde luego, nunca ha dejado indiferente.

Una barba no es solo una barba
Retrato de Enrique VIII sin barba, por Guillermo Martín Bermejo.

No hay más que echar un vistazo a Historia del arte para pogonófobos (la pogonofobia es el miedo al vello facial), otra de las muestras inauguradas en Málaga con motivo de la feria, en la que el más que recomendable ilustrador Guillermo Martín Bermejo propone un recorrido alternativo por algunos de los cuadros más famosos de la historia, esta vez con sus protagonistas totalmente afeitados. La primera sensación es de puro extrañamiento; después llegan nuevas connotaciones, que el artista define así en el dossier: “Al quitarles la barba los personajes se convierten en otras personas, sacan a la luz su lado más salvaje, más femenino, más austero, más triste, más íntimo…”


Un misterio oculto bajo vello

Fue un libro de Lucinda Dickens titulado Moustaches, Whiskers and Beards, editado por la británica National Portrait Gallery, lo que constituyó el germen de la otra exposición sobre barbas de Art&Breakfast, To shave or not to shave. Javier Hirchsfeld, del colectivo artístico malagueño Los Interventores, se decidió a comisariar esta muestra tras leer el texto de su amiga, la misma que sufría de ligera pogonofobia y que siempre le pedía que se afeitara, según cuenta él mismo a Nokton Magazine.  El resultado es una colección de distintas respuestas del arte a una misma pregunta, presente desde sus inicios: ¿afeitarse o no afeitarse? Desde los velludos iconos generacionales de Ricardo Cavolo y Alfonso Casas, que parecen querer decir que la barba es un invento del siglo XXI, pasando por los barbudos objetos de deseo de Fernando Bayona y Olivier Flandrois, hasta el débil bigote de la cabeza del general Franco de Eugenio Merino, la exposición parece conducir a una tesis: una barba, una perilla, unas patillas, un bigote o la ausencia de todos ellos siempre significan algo, pero rara vez es lo mismo.

Una barba no es solo una barba
‘The News’, de la serie ‘The Life of the Other’, de Fernando Bayona. 2014

Como relató la descendiente del escritor Charles Dickens en su charla, el barbudo rey Enrique VIII de Inglaterra ordenaba cortar la barba de sus enemigos para humillarlos. El zar Pedro El Grande, en cambio, quiso enseñar a sus amigos nobles a afeitarse tras comprobar, en un viaje por Europa, que Rusia era el único país donde la barba seguía estando de moda. Creyendo que las largas barbas rusas eran un lastre para el progreso del país, el zar llegó a gravarlas con un impuesto. En la época victoriana no lucir barba era sinónimo de ser homosexual. En cambio, hoy los bear gays (osos gays), con sus frondosas barbas y sus pechos cubiertos de vello, conforman uno de los subgrupos más reconocibles y orgullosos del universo homosexual.

“Una barba puede tener significados que muchas veces desconocemos, inconscientes en la mayoría de los casos”, explica Hirchsfeld. En este sentido, resulta casi inevitable el leit motiv de la relación entre la barba y el poder, presente en la muestra y que, como relata este miembro de Los Interventores, ha variado a lo largo de los siglos, haciendo que los barbudos pasen de parecer “desheredados a generales”, y viceversa. El artista y también historiador del arte señala otro hecho indiscutible del vello facial: ha ejercido de seña de identidad de los dictadores más conocidos. Ahí están el bigote de Hitler o la barba de Castro, inconfundibles aun fuera de los rostros de sus dueños, e inevitablemente asociados a ellos si aparecen en la cara de otros.

Una barba no es solo una barba
‘Unknown soldiers’, Antonio Fernández Alvira, 2013.

En teoría, es muy sencillo: el estado natural del rostro masculino es con pelo. Así, en muchos períodos históricos, como señala Dickens, el origen del vello facial en boga ha respondido a una cuestión tan terrenal como la escasez de cuchillas y jabón de afeitar. Pero esas modas que tantas veces nacen de las penurias de un grupo de hombres derivan después en connotaciones más abstractas, que se enraizan en cuestiones como el honor, el género y el deseo sexual. Cuando la Guerra de Crimea (1853-1856) empezó a alargarse y el material de afeitado a agotarse en el frente, por ejemplo, la barba se convirtió en Reino Unido en un símbolo de los héroes que regresaban de combatir, llegando a ser copiada incluso por quienes nunca se alistaron. Años más tarde, en la Primera Guerra Mundial, los barbudos descubrieron con desazón que las máscaras anti-gas no abrochaban bien sobre su vello facial. Volvía el hombre con bigote, cuya popularidad fue impulsada por actores del Hollywood mudo como John Gilbert, tal y como siglos antes lo hizo la perilla que el artista belga Anton Van Dyck lucía en sus autorretratos, hoy conocida como ‘barba Van Dyck’.

Hirchsfeld sostiene que el tipo de afeitado puede llegar a servir para marcar brechas generacionales. Hay quien defiende que la barba que hoy se lleva deriva del germen del estilo hípster, un término que empezó a utilizarse en los años cuarenta para denominar a aquellos jóvenes blancos acomodados que decidían vivir en la pobreza autoimpuesta para imitar a sus ídolos del jazz. El vello facial parece casi siempre útil en el camino de la bohemia.

En cualquier caso, todavía es pronto para dilucidar cuál es el motivo -si es que es uno solo- del actual boom, que incluso ha sacado a la mujer barbuda del circo para llevarla, en la piel de Conchita Wurst, a Eurovisión; sus implicaciones y matices se ocultan entre los miles de pelos de las barbas que llenan portadas y anuncios. Quizá no conozcamos la respuesta a por qué los ingresos de Procter & Gamble, propietaria de Braun y Gillette, descendieron un 15% en 2013 hasta dentro de unas cuantas décadas. De momento, To shave or not to shave e Historia del arte para pogonófobos adelantan un mosaico de identidades y significados. Queda claro que una barba nunca es solo una barba, sino la historia de quien la lleva, y de quienes lo hicieron antes.

Una barba no es solo una barba
Conchita Wurst, ganadora de Eurovisión 2014.
To shave or not to shave e Historia del arte para pogonófobos están organizadas por el colectivo Los Interventores y fueron inauguradas dentro del marco de actividades de la feria de arte Art&Breakfast. Pueden visitarse en la Alianza Francesa de Málaga hasta el 15 de marzo (To shave…) y hasta el 22 en el estudio de Los Interventores (Historia…). Entrada libre.

Fotos: Los Interventores / United Nations Photo (cc)