Un ritual de memoria

Cada vez es más importante qué aparato llevamos para conectarnos a los demás. Buscamos que sea rápido, bonito, adaptable, ¿no?

Hay gestos automáticos que todos hacemos antes de salir de casa. Llevemos bolso colgado o los bolsillos de los pantalones y la chaqueta llenos, siempre cumplimos con el mismo ritual. Una suerte de auto-bendición con la que repasamos si llevamos la cartera o el monedero, las llaves y el móvil. Izquierda. Derecha. Arriba. Abajo. Si el bolso es profundo podemos llegar a bucear en él, pero nunca salimos sin alguno de estos elementos que parece que nos hacen personas y nos conectan con el mundo.

Qué simboliza cada uno de ellos depende de cada uno. La cartera, con las tarjetas, nuestra documentación, esas cosas que llaman tarjetas de fidelización, las escasas monedas para comprar el pan, el abono de transportes de tu ciudad, las tarjetas de visita por si suena la flauta y tenemos una buena oportunidad. Las llaves que nos hacen tener la sensación de tener un sitio donde anclar, una Ítaca en el mar de cada día. Y el móvil, guardián de la memoria de nuestro mundo día a día. Cada vez es más importante qué aparato llevamos para conectarnos a los demás. Buscamos que sea rápido, bonito, adaptable, como el nuevo Nokia Lumia 630. Una pantalla grande con una cámara lo suficientemente buena con la que capturar instantes que sean casi hasta más bellos en la aplicación que en nuestra memoria.

Los mejores platos que hemos probado, esa puesta de sol, los zapatos que conjuntarían perfectamente con esos pantalones tan complicados que compraste más por impulso que por convicción o necesidad, el selfie que cerraba la noche eterna que nunca querías que terminara, las notas que tomaste sobre esa historia que viviste en el metro o el video de la canción que tocaron en aquel concierto y querías guardar para siempre. Una memoria con pantalla táctil de la que ya casi no podemos prescindir para entendernos.

Foto de Meraj Chhaya (cc)

Contenido patrocinado por Nokia Lumia