Penélope: del Parnaso a nuestras manos

Penélope es finita, pero Ítaca siempre permanece.
Aunque la cultura europea parece en pleno proceso de descomposición, hay temas que trazan una suerte de ejes atemporales, como los mitos griegos. Penélope, aquella que no se cansó de esperar, es una metáfora perfecta de la resistencia.

Las musas siguen vivas, el Parnaso sigue siendo la casa de todos los que acercan sus manos al arte del papel en blanco. Grecia es indudablemente la cuna de toda la cultura occidental, algo que comprobamos al observar las manifestaciones artísticas que durante todos estos siglos ha dado Europa. Las referencias a la mitología griega son constantes y fructíferas, bien en relaciones de parentesco, bien de antonimia o bien de reelaboración de mitos. Ítaca y Homero dieron una de las historias más apasionantes, profundas y desdichadas de las ciudades helenas: la de Penélope y Odiseo. «El mar de Homero no río para ella, la fiel tejedora de sueños», como diría Buero Vallejo.

'Penélope y Ulisse en el lecho nupcial', 1563 ca, dipinto di Francesco Primaticcio, New York, Sammlung Wildenstein
‘Penélope y Ulises en el lecho nupcial’, Francesco Primaticcio (1563 ca)

Penélope es uno de los personajes fundamentales de la famosa obra homérica La Odisea. La más fiel y paciente de las esposas constituye ya un mito inigualable: tejiendo de día y destejiendo de noche pasaba su vida la mujer de Odiseo esperando el regreso de este, el rey de Ítaca, rechazando con ello a todos los pretendientes que la visitaban e incluso, probablemente, sus propios deseos e instintos. Pero, ¿hasta qué punto es importante el deseo de la hija del rey Ícaro en comparación con las hazañas de guerra de su esposo?

La historia de Odiseo es la de la lucha y el activismo, la astucia y la entrega a la patria, aunque con ello sufriera, entre otras, la ira de Poseidón y Calipso. Pero, ¿qué hay de este nombre? ¿Calipso? ¿Nausica? Nada de esto importa cuando tras veinte largos años regresa Ulises a su patria. Sin embargo, la posteridad se rebela y la literatura reinventa el mito, hace emerger a Penélope de las profundidades del Mar Jónico.

Buero Vallejo escenifica este poema épico en La tejedora de sueños (1952), siendo más o menos fiel a la historia narrada por el propio Homero pero añadiendo ya esa ensoñación de Penélope con uno de los pretendientes. También Jorge Luis Borges en “Odisea, libro vigésimo tercero” hace referencia a ese inevitable cambio que el amante ha sufrido tras el paso de estos veinte años; de estos versos se desprende la frustración del largo tiempo perdido, muerto, a pesar de compartir de nuevo y por fin el lecho. Antonio Gala va más allá e introduce ya la infidelidad de Odiseo con Nausica y las consecuentes riñas entre los esposos en ¿Por qué corres, Ulises? (1974); a pesar del engaño, es su mujer quien lo reclama, quien le pide el regreso.

'Penélope y sus pretendientes', John William Waterhouse, 1912.
‘Penélope y sus pretendientes’, John William Waterhouse (1912).

Entre numerosos poemas que recrean el sufrimiento de Odiseo como víctima de numerosos avatares, aparecen otras voces que apelan al resurgimiento de Penélope de entre sus gigantes telarañas. Así, tenemos libros de importante valor como Los viajes de Penélope (1980), de Juana Rosa Pita: ‘viaje’ es sinónimo de vida, y se ponen ya en tela de juicio valores que nunca han sido considerados para el personaje femenino: el empoderamiento, la elección de la soledad y, sobre todo, los deseos sexuales en el conocimiento propio de su cuerpo.

'Penélope y su hijo, Telémaco', William Bouguereau.
‘Penélope y su hijo, Telémaco’, William Bouguereau (1895).

Con Marina Aoiz Penélope acepta en “Penélope y su mudanza” su independencia y se reconoce sola: aunque “ser sola es su auténtica Odisea” este es el destino que elige. Pero una de las declaraciones más atrevidas las encontramos en los versos de Xohana Torres y su “existe magia y puede ser de todos. / ¿A qué tanto novillo y tanta historia? / YO TAMBIÉN NAVEGARÉ” (poema “Penélope”). La patria, la victoria, la muerte y la mitología la llevan a abandonar el hilo y echarse a la mar. Son muchos más los productos artísticos que beben de este tema, destacando por su precisión y capacidad de evocar imágenes Luis Alberto de Cuenca en su poema “Nausica”. Tiene en cuenta los deseos eróticos de la mujer, pero ya no de Penélope como las anteriores, sino de Nausica, amante de Ulises que lo lleva con su padre y le proporciona las embarcaciones que finalmente lo llevarán a su patria. La joven es otra víctima de las hazañas del apuesto y perfecto Odiseo.

De entre los artistas que han dado voz a estos fantásticos personajes homéricos, destaca también la perspectiva de Ángela Vallvey en Los estados carenciales (2002), novela que satiriza los libros de autoayuda a partir de la historia de un Odiseo abandonado frente a una Penélope diseñadora de moda que no tiene ningún problema en abandonar su hogar. La tejedora dejó también su huella en otras artes, como la música hispana, permaneciendo aquí la versión tradicional del mito, esa visión romántica de Homero: Joan Manuel Serrat y Diego Torres ponen así voz y sonido a la historia de una espera que permanece en nuestra cultura.

 

Foto: Andrea Sartorati (cc)