Oda a la RAE

La RAE continúa modernizándose pero habría que preguntarse si quizás lo ha hecho en demasía.

No era un día normal, empezó como siempre pero ya en la ducha noté algo distinto,  algo olía raro y no era mi cuesco habitual de la mañana. Esa misma noche había quedado con mi nueva amigovia y todo tenía que salir a la perfección, las toballas que usé al salir no estaban igual de suaves que siempre pero al mirarme al espejo recobré la confianza en mí mismo, era un papichulo de categoría, esa noche había que chingar.

Con el ánimo por las nubes hice lo que hacía las mañanas libres. Llegué al bar de siempre, no sin antes aparcar mi motoreta gracias a un gorrilla del lugar, me senté en mi sitio preferido y pedí el mejor plato: unas cocretas con una bechamela estupenda. Mayormente todo iba según lo planeado.

En este punto empezó a cambiar mi día, un vagamundo que vagamundeaba por el lugar me pidió algo de limosna y yo, sin nada suelto, no pude satisfacer su petición. «Que un murciégalo se te aparezca» concluyó el hombre, y asín fue, un murciégalo de importantes dimensiones apareció poco después. Y claro yo ya estaba jiñado de miedo.

Tampoco le di mucha importancia a lo del insecto ese con alas, pero agora ya tenía metido un buen temblor en el cuerpo, sumado al nerviosismo de la cita con mi amigovia. No era la primera vez que tenía este tipo de encuentros, ni mucho menos, como buen papichulo ya tenía un buen historial de estas amigas: hackers, frikis, culturetas, sociatas… No dejaba escapar una, pero ésta era diferente, una euroescéptica de verdad, era hablarle de Angela Merkel y le salía una vena en el cuello que se me caían los gayumbos. Fisicamente tenía un culamen y muslamen altamente apetecible aunque de pechamen quizás podría ser mejor, pero no importaba, me moría por entrar en su universo clitoriano.

Nunca pude imaginar que aquella noche no llegaría a chingar, mientras apuraba mi birra tuiteando gracias a una buena wifi gratuita, un hombre salió desbocado de la bicicletería de la esquina, parecía un cagaprisas más, pero venía directo a mí, sin mediar palabra me asestó una patada impresionante, mayormente las cocretas salieron despedidas por todo el bar, una ciclogénesis explosiva de dolor invadió mi papichulesco cuerpo.

Ahora estoy en el hospital con heridas leves, pero eso no es lo peor; en mi misma habitación, y en peores condiciones, ya está monitorizado el diccionario de la RAE. No estoy muy seguro de que salga de ésta.

Asín no vamos bien.

Foto: Manuel Martín Vicente (cc)